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Me mantuve junto a la ventana toda la noche. Había revisado todas las habitaciones, cada rincón en busca de vida o un par de llaves que me ayudaran a salir de este lugar. Para nada tétrico, pero el hecho en el que han estado ocurriendo los acontecimientos lo hacia tenebroso.

Por mi cabeza pasaban historias increíbles, mil maneras de morir y mil maneras para salvar mi vida en caso de.  Una luz alumbraba a lo lejos el largo camino que pasaba por la casa.

Una casa escondida en lo rural de un camino para nada transitado. No se movían autos por la carretera, sólo el auto de Grant.

Creía que todo de había derrumbado. Otra estrella desaparecida, como siempre. Me preguntaba donde de encontraba ahora y las mariposas no tardaron en volar por mi cuerpo, sin embargo seria miedo de él. De él y de su cercanía. Me preguntaba reiteradas veces, ¿Que habría hecho Edmond por mi?

¿Que estaba sucediendo con mi vida, que estaba haciendo con mi vida? De un minuto a otro estoy a punto de conocer la muerte y de un segundo a otro me encuentro abandonada en una casa gigante, cuyo no dueño es el hombre de mis fantasías antes de cerrar los ojos y quedar dormida; de un tiempo a otro firmo un papel que no había leído hasta haber tenido la duda de su contenido, sentenciando mi vida al trabajo y a recibir órdenes de un hombre alto, malévolo y oscuro.

Por segundos se pasó por mi cabeza, que todo esto podría ser un punto que debía recordar muy bien. No sabía que podría pasar en unas horas, tenía que recordar y observar todo muy bien.

Aquella luz provenía de un auto negro. Corrí la cortina de inmediato y me agaché, así sólo podía asomar mi cabeza y nadie me vería.

En aquel auto pude reconocer el rostro de Hendrick y otros hombres. Aquellos bajaron del auto a la orden del tipo sin cabello y se acercaron a la puerta para golpearla reiteradas veces.

   —¡Ya sal de ahí, Grant! Tenemos un tema pendiente.

Tapé mi boca inmediatamente. Siempre era mi primera reacción, me controlaba por unos segundos. Los golpes en lampee era eran cada vez más sonoros y fuertes, tanto así que creo que podría tirar la puerta de un golpe.

Asomé nuevamente mi cabeza y corrí la cortina suavemente para observarlos. Uno de ellos, un tipo alto y delgado de cabello rubio cambio su vista hacia la ventana y comenzó a acercarse. Asustada, atraje mis piernas y las abracé esperando no ser vista por el tipo.

¡Diablos! Los nervios comenzaron a jugarme en contra. Creí que tenía que ocultarme y rápido. Miré hacia arriba, el borde de la ventana, donde un par de manos de encontraban apoyadas en el cristal. Enseguida la ventana comenzó a ser forzada; querían entrar a la casa y al parecer, estaban molestos con Grant.

Me corrí rápidamente hasta la puerta y arrastrando mi cuerpo con velocidad, me dirigí hasta la oficina de la izquierda. Los golpes en la madera eran fuertes, asustándome  de una manera increíble. Corrí por la oficina buscando alguna llave, tenía que encontrar un lugar donde esconderme sin ser descubierta, pero nada. Revisé los cajones que se encontraban cerrados, las mesas, tiré algunos papeles al suelo en busca de alguna llave que pudiese tomar, pero no.

Mi corazón palpitaba con fuerza, la puerta comenzaba a ser forzada, estaban quitando la manilla. Ya no tenía tiempo.

Corrí sin importar si escuchaban o no mis pasos por la dala de recepción de la casa. Una puerta semi abierta llamó mi atención y sólo atiné a correr hasta ella y esconderme tras de ella. La oscuridad absoluta y el frío de una noche de invierno.

El click de la lámpara al encenderse fue el único ruido molesto para mis oídos al igual que la potente luz encendida lo fue para mis ojos. Pegué mi oído a la puerta y mi corazón se detuvo. Habían tirado la puerta y tres balas quebraron contra el techo, pude oírlo con claridad.

Di la vuelta en mis talones y me escondí bajo un escritorio. Parecía una sala de trabajo, quizás la sala de trabajo de Grant.

Bajo el escritorio había un espacio amplio, bastante seguro según yo. Aunque claro, una bala podría traspasarme de igual manera.

   —¡Sé que estas aquí! —gritaron del otro lado. ¿Podía tener tan mala suerte?
La puerta de la sala comenzó a ser forzada. Mis nervios estaban de punta, si ellos entraban no sabría que hacer, probablemente estaba viviendo mis últimos minutos. Asomé mi cabeza reprimiendo un llanto incesante, necesitaba algo con qué defenderme. Fue un golpe adrenalínico y las ganas de continuar viviendo lo que me impulso a salir de aquel escritorio y buscar algo filoso.

Abrí rápidamente los cajones y quité todos los papeles que se encontraban sobre los cachivaches del fondo.

   —Shhh —oí de repente. La puerta ya no estaba siendo forzada y un silencio se había pronunciado.  —Así que te encuentras aquí, ¿no es así, Grant?

Con mis ojos abiertos volví a agacharme y a esconderme. Reconocí a Hendrick por su hoz, estaba golpeando lampee era como si no estuviese molesto, como si lo fuese un asesino... Coló si fuese una secretaria nueva golpeando la puerta de su jefe gruñón.

   —¿No respondes, Grant? ¿Quieres que tiremos está puerta también? No va a costarnos mucho, tus puertas son una baratija.

El silencio pronunciado nuevamente me impulsó a continuar buscando, esta vez con más cautela. Una linterna sin batería se encontraba en el primer cajón. La tiré a un lado.
Busqué en las otras cajoneras, nada servía como defensa.

   —¿Qué tanto mueves, no encuentras tu arma? —dijo él. Rápidamente pensé que podía continuar moviendo los cajones, él podía darme la respuesta y eso hice. Moví entre todos los cajones buscando algo para defenderme y esperando a que Hendrick me diera una pista o me acotara donde escondía su arma Grant.

   —Vitrina, cajón oculto, ¿no lo recuerdas? —soltó finalmente. Rápidamente corrí hasta la vitrina y la inspeccioné

   —¡Donde mierda! —grité susurrante.

   —¿Qué has dicho? —preguntó Hendrick. Ambos los quedamos en silencio. El brillo del arma escondida tras los licores fue como un regalo de la vida. —¿Qué has dicho, Grant? Has sonado como una chica... O espera, ¡No eres Grant o si! —comenzó a reír.

Tomé el arma sintiendo como el corazón quería escapar por mi garganta. Rápidamente, como en las películas, cargué el arma y corrí al escritorio. La puerta volvió a ser forzada mientras Hendrick continuaba hablando y haciéndose preguntas sin respuesta de mi parte o de la suya. Simplemente se encontraba hablando sólo. Por mi parte, podía escuchar el fuerte latido de mi corazón y la sangre hirviendo en nervios. Mis manos estaban temblando al igual que mi cuerpo.

   —¡A la cuentes de tres, estas advertido quien quiera que seas! Y reza porque de aquí no sales vivo —advirtió.

Frente a mis pies se encontraba la linterna que había votado anteriormente. Rápidamente llegó a mi cabeza un idea para salir de aquí y buscar otro escondite. Salí del escritorio y revise entre los cajones de un mueble al costado recordando que había un paquete de pilas nuevas. Lo tomé y luego de abrirlo, acomodé las pilas en la linterna. Me acerqué a la puerta rápidamente, sin hacer ruido y apagué la luz.

Los golpes en la puerta eran ensordecedores, sin embargo, tenía que hacerlo. Respiré hondo, encendí la linterna y quité el pestillo de la puerta. Corrí hasta el escritorio y antes de continuar con mi plan, agradecí por tener la valentía de al menos luchar por mi vida.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now