04

1.3K 134 34
                                    

—Ven aquí, tranquila —sus manos se posaron sobre mi espalda y su perfume invadió mis fosas nasales por completo.

—No, por favor no me toques —sollocé. Su comprensión me hizo entender que no iba a ser agresivo conmigo. Aún así no me sentía segura.

—Te prepararé un espacio para que descanses. Nos vamos mañana por la mañana.

Cuando me encontré sola en la habitación, con la puerta cerrada, logré levantarme y apoyar alguna zona de mi espalda que resistiese el peso en la muralla.

Mi ropa estaba sucia, con algunas partes rasgadas. Mis panties lo estaban casi por completo, como si hubiese estado literalmente casi en la guerra.
No quería mirar mi rostro en el espejo, sería un espanto, al igual que mi cabello y mi rostro sería sólo un montón de golpes.

Respiré e inhalé con dificultad, cerrando mis ojos. Sintiendo por un momento la tranquilidad de no estar en peligro, algo que jamás había valorado tanto.

Las pisadas de Grant se acercaron a pasos fuertes. Sentí sus manos rodeando mi cuerpo y me llevó hasta otro lugar más cómodo.

El calor de una chimenea me hizo saber que era la oficina del segundo piso.
Me dejó sobre el sillón con cuidado y me cubrió con una manta.

—Ahora vuelvo —dijo. Observé cada rincón. La habitación estaba intacta, ni un sólo rasguño.

Entró por la puerta cerrándola a su espalda. A mi costado dejó un chaleco y otro poco de ropa como una remera roja con un rayo en el centro.

—Voy a ayudarte —aseguró —. No dirás que no, por que ese desgraciado te dejó en mal estado y puedes lastimarte.

Asentí. Comenzó a desabrochar los botones de mi abrió y luego el cinturón de aquel que había costado casi una fortuna. El frío fue de golpe, pero Grant supo mantener mi cuerpo tibio. Primero quitó mi blusa, con cuidado. No tuve vergüenza, tenía una reductora bajo la blusa que tanto había querido tener. Se encontraba en buen estado, no era necesario tirarla al traste de la basura. Me arregló su pollera y luego me ayudó con el chaleco. Abajo quité lo que quedaba de Panty y me subí su pantalón de pijama.

No quería mirar su rostro, me sentiría avergonzada.

—Ahora estas mejor. Te traeré algo de comida y unas gasas para ver que sucedió con ese rostro tan tierno que tenías.

Los minutos pasaban, Grant había curado algunas heridas pequeñas de mi rostro. Encontró algunas totallitas desmaquilladoras en los cajones de las chicas que trabajan aquí antes de desaparecer y me las trajo.

A mi costado tenía un poco de te caliente con algunas tostadas y unas mantas para que pasara la noche junto a la chimenea.

No le decía nada, no me atrevía, aún continuaba asustada. Ellos podrían volver durante la noche, quien sabe.

No podía dormir. ¿Dónde estará Grant? Preguntaba mi cabeza de vez en cuando. Me levanté con las mantas encima para afrontar el frío del resto de la casa.

Todo lo que parecía una hermosa casa antigua ahora parecía destruido por un fuerte temblor. ¡Que maldad!

Entré a una habitación del otro lado de las escaleras. Me detuve frente a ellas y observé el desastre con mayor claridad. No quería bajar y caminar por allí de nuevo.

Lo observé desde el marco de la puerta. Durmiendo como un niño, descubierto, cansado. Mi miedo era una buena excusa.

Caminé hacia a él despacio, sus ojos se abrieron con el rechinar de una madera. A su costado vi el arma que tenía guardada.

—¿Qué pasó, estas bien? —preguntó. Negué con suavidad y miré a sus pies.

—Estoy cansada de este lugar. Tengo miedo.

Asintió poniéndose de pie.

—Si, eh... Ve a la habitación, ya voy, espera un segundo.

Di la vuelta y volví. Entendí que quería tomar el arma y no quería sobresaltarme por eso.

Segundos después, volvió con algunas almohadas en sus manos y las dejo sobre el sillón. Se había cambiado la camiseta por una gris, al igual que los pantalones que yo traía puestos. Se sentó a mi lado luego de haber pegado un bostezo que me había contagiado momento más tarde.

—Intenta dormir. Mañana nos vamos de aquí temprano.

—Quiero ir a mi casa.

—No puedo permitirlo hasta que todo esto termine.

—¿Me vas a obligar a estar contigo, y pasar por todo esto una y otra vez?

—No volverás a pasar por lo mismo, me encargaré de todo. Pero tampoco puedo dejarte libre... Firmaste con tus datos.

—¿Qué fue lo que firmé?

—De cierto modo me perteneces. Trabajas para mi por tiempo completo. Si viajo vas conmigo. Eres mi secretaria. No puede ser tan malo, ¿verdad?

—No lo sé. No se como tengo que reaccionar frente a esto.

—Tienes que reaccionar bien. Cuando termine con todo puedes irte y jamás volverás a pasar por esto. Créeme... Ahora duerme, mañana es una día largo.

Recostó mi cuerpo en el sillón y a mi lado, sobre la alfombra se tendió con algunas mantas y almohadas que había traído para el.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now