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   —En realidad, sonaría muy tonto, aunque para nada ilógico e improbable.

   —¿Vas a dejar que adivine, o prefieres soltarlo tu?

   —¿Siempre has tenido esa seguridad contigo? Y no me digas que lo supones. —reí.

   —Bueno, ya que estamos recitando canciones, déjame recitar esta que escuché hace un par de días: "Quiero dormir junto a ti, pero eso es todo lo que quiero hacer ahora y quiero ir..."

Se detuvo ahí sin quitar la vista de sus pies y luego sonrió.

   —Y quiero ir... —animé para que continuara

   —No lo recuerdo —soltó fundiendose en una risa tímida que de a poco logró tomarme de la mano para unirme a ella —... Recuerdo que hoy teníamos que estar temprano para tu entrenamiento. He sido irresponsable trayéndote hasta aquí. Tenemos que irnos.

—¡Primero hagamos una última cosa! —exclamé. Grant me observó atento mientras encorvaba su espalda para tomar el impulso necesario, así podría ponerse de pie. —Adivina.

Tomé su mano para levantarme y quedar frente a él, a una distancia bastante desfavorable. El silencio nos inundó, su mirada seria, como la de un sabueso oliendo al conejo a kilómetros. Entonces volvió a la realidad.

—¿Qué es lo que quieres hacer?

—Enséñame a cómo defender a esta triste alma perdida. Sería un gran favor.

—Con gusto —sonrió.

Caminamos hasta el otro lado del lago, donde la niebla era más densa y el césped se apoyaba en mis talones. Comenzamos con la sesión de inmediato. Siempre alerta, recordaba, intentar leer el movimiento del contrincante y adelantarse. Jamás quitar la mirada de encima y nunca dejarse caer.

—Ya que recuerdas las lecciones, sólo tienes que ponerte a prueba y en práctica. Sostén el arma —acepté la pistola con temor y con sumo cuidado. "Está bloqueada" dijo él arremangando las mangas de su camisa blanca. Siempre se vestía de aquella manera tan varonil, jamás lo había visto sin corbata, hoy no era la excepción.

—¿Qué se supone que debo hacer con el arma?

—Evitar que pueda tomarla, deberás aplicar tu conocimiento y ser rápida. Más que rápida, debes ser veloz, como un flash. Si logras atraparme con una llave, sería perfecto.

—Está bien, suena fácil.

—Veamos si es cierto entonces.

Tomé una provisión más ágil. Sabía que Grant era bueno en esto de los combates cuerpo a cuerpo, su rostro de seguridad lo decía todo. En cambio yo sólo era una principiante con una clase de entrenamiento que se había desmayado en pleno proceso.

Sentí la adrenalina. Grant había comenzado con algo muy básico, sólo acercaba su mano al arma tratando de quitarla como un niño, luego comenzó a sostener mi brazo izquierdo obligándome a utilizar más movimientos y velocidad hasta el punto el que comencé a pelear.

Siempre perdía, doblaba mi brazo hacia atrás con facilidad. Y listo, el arma había caído.

—Mi turno —recogió el arma y la guardó en su cinturón. Con las manos me hizo un gesto obligándome a ir por ella. Esquivaba mis manos con facilidad, intentaba hacer alguna llave como en las películas pero él sólo se libraba de mí sin moverse del lugar.
Con rabia, comencé a propagarle golpes mucho más fuertes. Esto iba enserio. Con una serie de movimientos logré tomar su mano y quitarle el arma, luego él intentó quitármela nuevamente.

—Dime tu verdad, aún la espero.

Sonreí escondiendo el arma con un brazo tras mi espalda, había doblado su brazo hacia atrás, pero un par de movimientos y me tenía obligada a soltar la pistola, aún así no lo hice y continuamos peleando por aquella.

—Ya olvidé lo que estaba pensando en el momento —mentí. Trataba de saltar para quitar el arma. Nuevamente lo había logrado, pero él me había tomado el brazo con fuerza obligándome a tirarlo hacia atrás en una llave lo suficientemente fuerte como para hacerme soltar un grito de dolor. Con el arma en su mano la levanto y acercó a mi cabeza. Me estaba apuntando.

—¿Qué haces? —interrogué con un poco de miedo en la voz.

—Dime tu verdad. Si pierdes el arma estas obligada a responder.

—No es gracioso, me está doliendo. Sueltame.

—Dime tu verdad. —El seguro de la pistola había sonado. Le había quitado el seguro. En el silencio sólo podía oír mi corazón lariendo. Estaba asustada, mi piel se estremeció en el momento en el que sus labios rozaron mi oreja para susurrar seriamente.

—En mi oficina bajo la mesa hay un botón. Toma tus cosas y aprietalo, el tren va a estar esperándote. Ahora corre.

En cuestión de segundos el arma que apuntaba en mi cabeza disparó hacia adelante. Grant me tiró con fuerza obligándome a correr, su voz me lo gritaba con fuerza, pero no entendía, no veía mucho. Balazos se escucharon en el entorno.

Cubrí mi cuerpo y mi cabeza con ambas manos, no comprendía aún que era lo que sucedía.

—¡Corre! —gritó Grant. Observé entre la densidad. Unos tipos vestidos de negro rodeaban a Grant, él se defendía y me gritaba que corriera, entonces reaccionéis corrí.

Corrí y corrí como pude. Un chapoteo se escuchó a mi espalda, mis pasos sobre las hojas secas entre la inmensidad del bosque. Luego ya no eran sólo las mías.

—¡Aléjate de ella! —gritaron. Sin dejar la corrida miré a mi costado, a un tipo que corría tratando de atraparme. Las manos de Grant me dieron impulso para correr más rápido mientras el se tiraba sobre el a golpearlo.

Salté la baya y corrí por el camino de piedras y tierra húmeda hasta la casa. Abrí la puerta con desesperación y una respiración agitada. Temblaba por comoleto, subí hasta la oficina y tomé mis cosas, observé bajo la mesa y encontré el botón rojo. Lo presioné varias veces y corrí escaleras abajo hasta la salida trasera.

—¡Allá va! —escuché desde el salón de la derecha. Disparo fueron los siguientes. Mi corazón palpitaba con rapidez y fuerza obligándome a sentir el choque de aquel contra mi pecho.

Di la vuelta alrededor del paradero del tren. Aquel se acercaba con velocidad mientras yo intentaba subir por el frente a la parada.

—¡Maldicion! —grité cuando vi el tren casi sobre mi cuerpo, pero logré subir. La puerta se abrió de inmediato mientras unos hombres disparaban. Tyler me tomó del abrigo y logré caer dentro del tren. Aquel partió de inmediato, en segundos recordé a Grant y desesperada los obligué a abrir las puertas para que bajaran y fueran por él.

—Ya es tarde —dijo Tyler —Ya no vendrá con nosotros.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora