04

1K 114 8
                                    

El tic toc del reloj no se detenía, mi insomnio se había prolongado por otro par de horas y así continué hasta que dieron las ocho de la mañana.

Me observé en el espejo del baño sin hacer sonido alguno, Grant dormía plácidamente en el piso alfombrado de la habitación. No sabía que hacer, se supone que volveríamos temprano, sin embargo ya estábamos tarde y yo no quería volver a aquel lugar. Seguramente ese era el motivo por el que me estaba haciendo la lesa a toda costa.

   —¿Así que no ibas a despertarme? —oí a mi espalda. Sonreí asustada, pero ¿que ganaba sonriendo o discutiendo?

Por segunda vez lograba ver su sonrisa. Lo oí arrastrando sus pies hasta la escalera. Corrí tras de el hasta la baranda y lo seguí con la vista.

   —¡Tostadas con huevo para hoy, no pregunté si quiere o no, señorita. Es una orden! —su voz resonaba en la gran casa con tal intensidad que fue imposible no oír su orden.

Sonreí volteando. Había mordido mi labio con emoción, ¿sería así todos los días si viviera con Grant? Pues sería una verdadera maravilla. Corrí hasta la emoción y me abrigué con su chaleco gris que se encontraba sobre el sillón y las mantas.

Por algún extraño motivo me comenzaba a sentir como una niña pequeña siendo cuidada por el príncipe de los cuentos. Había saltado como niña María todo el camino escaleras abajo hasta la cocina. El olor a tostadas inundaba mis fosas nasales produciendo-me un placer y un retorcijón de estómago inevitable.

   —Huele bien —articulé cerrando mis ojos.

   —¿Ah, sí?, ahora probarás una delicia de desayuno. Toma asiento.

La cocina era enorme, había tomado asiento en un piso de madera frente a la mesa centrada. Grant no había demorado nada en arreglar la mesa y los utensilios. Tomó asiento frente a mi sin quitar la enorme sonrisa de su rostro; ya comenzaba a extrañarme.
Sostuvimos una conversación muy temática, había sido uno de los mejores desayunos que había olvidado existían de manera tan acogedora.

   —Entonces, ambos sabemos que Tyler hará un escándalo, pero no te preocupes, yo lo arreglaré todo. Quiero que me acompañes a caminar por ahí.

   —¿Con este frío? —mordí la última tostada crocante con un poco de huevo untado. Grant era un buen cocinero.

   —¿Qué... Te asusta? Si es una caminata, no va a pasar nada.

—No estoy segura de eso. ¿Qué haríamos si los malos de la película aparecen?. Yo puedo ayudar aplicando la única clase de entrenamiento no lograda que tengo. Nos iríamos directo a la mierda.

—Seguramente —carcajeó. Inevitablemente fruncí el ceño. Sentí un pequeño temor, las imágenes estaban recorriendo mi cabeza con facilidad y rapidez advirtiéndome de lo peligroso que sería si se aparecieran aquellos tipos —. Llevaré mi arma. No va a pasarte nada, lo prometo.

Acepté. No dudas, sólo un rotundo si y su sonrisa.

Aquel hombre me amenazaba con cada acto y palabra. Cualquiera creería que no era correcto, pero a mi no me importaba. Una mujer viviendo un amor como cualquier otro, una historia de amor cliché quizás... Amor después de todo.

Me dejé abrazar por la fría brisa que corría entre los altos álamos del camino. Cruzábamos el camino de piedras cercano a la estación del tren fantasma, aquel que se supone nadie debe saber de su existencia y que su leve sonido sólo puede ser escuchado por los oídos más agudos, pero sin embargo puedes sentir cuando se acerca.

   —Con cuidado —tomó mi mano ayudándome a pasar la baya de madera vieja y podrida entre el camino y algunos árboles. Sólo oíamos  nuestras pisadas sobre las hojas secas y viejas y el fresco sonido de las ramas chocando contras otras. El crujido de los árboles y la tierra bajo nuestros pies, pájaros cruzándose de un lado a otro, mi voz retumbando entre las paredes de mi cabeza, la voz de Grant una y otra vez, diciendo mi nombre.

Sentí que estaba en mi casa de alguna manera. Era una sensación de felicidad, pues todos mis recuerdos habían vuelto a la vida después de todos estos años. Pero la magia ya no estaba aquí.

   —¿En qué piensas? —preguntó él. Mis mejillas de tornaron rojas recordando aquellos momentos graciosos que jamás compartes, pero sin embargo se muestran en las fotografías.

   —Caminar por esta arboleda me ha traído algunos recuerdos graciosos.

   —Cada vez que te miro, me pregunto como habría sido mi vida si te hubiera conocido antes... Aunque claro, preguntarme eso sólo sirve para la imaginación.

   —Supongo... —atiné a responder. Perseguía sus pisadas observando a mi alrededor un camino totalmente desconocido. La misma imagen una y otra vez.

   —No estamos perdidos, he venido antes.

   —Es como si leyeras mi mente. Siempre lo haces.

   —¿Y tú? —se detuvo frente a mí —¿Puedes leer lo que pasa por mi cabeza?

Observaba aquel rostro procesando una respuesta, creyendo en que si podía leer su mente.

   —¿Qué es lo que estoy pensando?

La respuesta no venía a mi cabeza, ¡podrías estar pensado en cualquier cosa! La probabilidad de acertar es casi nula... Pero la respuesta más fuerte que llegaba a mi era creer que yo era la respuesta. Luego me daría cuenta de la triste historia que existe en mi cabeza y luego de haber dicho la respuesta errónea, él volvería a acertar.

   —No. No sé, puede ser cualquier cosa.

   —No puede ser tan difícil. He respondido a todas tus dudas con tan sólo observar tu rostro. Mírame bien y dime que es lo que ves, cual es la razón de este rostro.

"Ella" dijo mi subconsciente. Recordé repentinamente a aquella chica que podría estar esperándolo en algún lugar del mundo quizás.

   —No lo sé —asintió volteando. Cubrí mi rostro con ambas manos, gritándome internamente, palabreando-me  lo buena para nada que soy en este momento.

  —Estaba pensando en que es lo que vendrá después de que vaya a dejarte a la concentración. ¿Serás capaz de sobrevivir? Por qué tu rostro me demuestra miedo. Miedo a lo que está por venir, supongo. ¿No es así?

   —Sí. De nuevo aciertas —mentí.

   —Sé que estas mintiendo. Llevo años trabajando para la CNI. Tengo conocimiento de un rostro asustado, con miedo, o al menos de reconocer a una persona insegura y mentirosa.

Sus pies no se detenían. Bajábamos una colina sosteniendo una conversación tirante, una que podría cortarse en cualquier momento por que él quiere saber la verdad y yo no quiero decirla.

   —¿Qué esperas que diga ahora?

   —La verdad.

Me detuve junto a él frente a un pequeño lago. Más allá de éste, una gran milla de pasto y una neblina densa  rodeando nuestra anatomía.

   —No es difícil decir la verdad. Sólo tienes que decirla y punto.

   —Puedo ver el final mientras comienza. Mi única condición es: Di que me recordarás, en un bonito vestido mirando al atardecer. Labios rojos y mejillas rosadas, di que me verás de nuevo incluso en tus sueños más salvajes...

   —Poético —burló

   —Sí... Taylor Swift.

   —Es buena... Supongo.

   —Ajá

   —Entonces... Piensas en Taylor Swift.

   —¡No! —grité —¡Sólo recitaba su canción! En realidad, era como una advertencia para luego decir lo que estaba pensando.

   —¿Cómo es que creí que servirías para esta misión si terminarías recitandome una canción de Taylor Swift?

Ambos reímos. Tomamos asiento al borde de la laguna, más allá unos pequeños patos se bañaban bajo el agua turbia. "Buena escapada" me dije. Él nadaba en busca de mi verdad, yo no podía soltarla.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now