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El tiempo en aquella habitación era eterno, sobre todo cuando se escuchaban disparos. A veces escuchaba gritos, palabras en ruso que se colaban a través de los muros gruesos de piedra, y no quería pensar en qué estaría pasando.

Intenté distraerme y entré al baño, me quité la ropa y me duché de nuevo, porque entonces sí que lo necesitaba. Me froté la cara con jabón tan fuerte que creí hacerme daño, quemaba, pero ni siquiera me importaba un poco. Quería quitar la sangre que me había salpicado, quería borrar lo que había vivido, pero obviamente, no podía.

Me volví a vestir, y el olor a jabón ya no era tan agradable como antes. Limpié la parte del abrigo que se había manchado de sangre y me senté en la cama, escuchando de nuevo disparos, y luego no había nada.

Creo que pasó una hora, en la que yo estaba sentada en la cama, esperando a que viniese, pero Lauren en aquella hora no vino. Empecé a preocuparme hasta que escuché la puerta abrirse, podría haber sido cualquiera, pero aquellas puertas no eran fáciles de abrir.

Lauren tenía media cara manchada de sangre, pero actuaba con total normalidad. Dejó el arma encima de la mesa, se quitó el chaleco y luego se giró hacia mí.

—¿Estás mejor? —Tenía la cara llena de sangre y me preguntaba a mí si estaba bien, no entendía nada. —Te has duchado. —Dijo entrando en el baño, y salió frotándose la cara con la toalla apretando los ojos.

—Para. Ven aquí. —Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Cogí una toalla de la estantería y la mojé en agua caliente, volviendo con Lauren a la habitación. Estaba sentada en la cama y me acerqué a ella, comenzando a quitar la sangre de su rostro pasando la toalla con firmeza por su piel. —¿Qué ha pasado?

—Están atacando todas las Sedes, pero ya está. Los hemos detenido. —Pasé la toalla bajo sus ojos, viendo el tono anaranjado que tomaba la sangre al deslizarla por la piel.

—¿Estás segura? —Asintió sin más, mientras mi mano retiraba los rastros que había dejado la muerte de otras personas. —¿Puedo preguntarte algo?

—Lo que quieras. —Retiré la sangre que se había quedado pegada en su pelo de una forma asquerosa, casi reseca.

—¿Es verdad que el canciller se está gastando todo nuestro dinero y por eso estáis deteniéndonos por tonterías? —Lauren se levantó de la cama cogiendo la toalla firmemente para quitarse la sangre, quedándose de espaldas delante de mí.

—¿Quién te ha contado eso? —Se volvió a recoger el pelo, dejando ver cómo su cuello había quedado manchado.

—Mi... Mi padre. —Ella se giró hacia mí, moviendo el cuello de tal forma que crujió de un solo movimiento.

—Pues no hagas tonterías.

—¿Por qué siempre me adviertes, Lauren? ¿Por qué me dejas comida? ¿Por qué no me disparaste como a ese tipo la segunda vez que tuviste que detenerme? —Pregunté de forma rápida e inconsciente, por lo que en el momento en que cerré la boca me arrepentí completamente de lo que estaba diciendo.

—¿No puedes simplemente callarte y aceptar que te ayudo? ¿Tienes que buscarle una explicación a todo? —Vi su mandíbula tensa, y los músculos de su cuello apretarse a medida que hablaba mientras me miraba con esos ojos fríos pero a la vez intensos.

—Lo siento. —Respondí simplemente, sentándome en la cama sin más. No quería que se enfadase, no quería que... Que me hiciera lo que le hizo a aquél hombre, matarlo sin dudar.

* * *

Una mano me presionaba la boca, y me susurraba cosas indescifrables al oído cono ese hedor que desprendía su boca al hablar, tan nauseabundo que me dieron arcadas. Quería gritar, pero no podía, la voz no me salía y era horrible. Todo el mundo pasaba delante de mí pero nadie me hacía caso, incluso Lauren, pero entonces me di cuenta de que era un sueño.

cielos de ceniza; camrenWhere stories live. Discover now