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Lauren's POV

Caí de rodillas al suelo con las manos a la espalda en mitad de aquella habitación. Enfrente, justo en la parte superior, había un ventanal en el que comenzaba a amontonarse la gente. Aquello era el castigador. Cuando alguien debía ser castigado de la forma más brutal y sangrienta, lo llevaban allí para que la gente lo viese y sufriese humillado.

Por lo que intuía, mi tortura iba a ser una de las que se recordarían durante años. Frente a mí el capitán, que caminaba de un lado a otro de la sala. Detrás de mí, seis soldados dispuestos a torturarme hasta que no pudiese sostenerme en mis rodillas, o al menos eso creía. Luego me expulsarían del ejército.

—Lauren, Lauren, Lauren... —Murmuró el Capitán, mientras yo veía la figura de Camila aparecer entre la gente en el ventanal. —Eres demasiado buena para matarte o para expulsarte. —No dejé de mirarla con los ojos casi muertos. Ella tenía las manos puestas en el cristal, apunto de llorar. —Así que, tengo dos opciones. —Tomé aire intentando relajarme. —Una, me dices a quién enviaste a Inglaterra en aquél coche y por qué. O dos, no te expulso pero te castigaremos. —Sonrió poniéndose de cuclillas delante de mí con aquella sonrisa maníaca. Parecía tener los dientes afilados, sus ojos eran de un gris inerte, tenía la nariz aguileña y el pelo engominado hacia atrás. —Así que, sargento Lauren, le haré la pregunta una vez y usted tiene que responder. —Ladeó la cabeza mirándome con aquella sonrisa escalofriante. —¿A quién enviaste a Inglaterra? —Preguntó apoyando sus codos en las rodillas. No respondí, no iba a delatar a los padres de Camila por mucho que me torturasen. Porque si lo decía, ella sufriría, y luego irían tras ellos.

Guardé silencio.

—Está bien. Lo siento mucho, pero esto va a dolerte un poquito. —Retorcí mis manos en las esposas, rozándolas con el metal frío, duro, mientras miraba a Camila que daba golpes en el cristal intentando detener aquello, pero no podía. Estaba desgarrándose mientras lloraba.

Me dio una patada en la boca del estómago, haciendo que me retorciese en el suelo de dolor. Me faltaba la respiración, tomé bocanadas de aire casi desesperada y él me volvió a poner de rodillas. Cogió mi pelo de un puñado y me levantó la cabeza, dándome un puñetazo, y otro, y otro, sucesivos de cada vez más intensidad. Me dolía, tenía la cara ardiendo, la sangre salía a borbotones de mi nariz, pero no se quedó a gusto hasta que su bota impactó contra mi boca, rompiéndome el labio inferior que derramó un charco de sangre de mi barbilla hasta mi cuello y mi camisa azul de aquél ejército que intentaba honrar.

—Traed el agua. —Me tambaleaba sobre mis rodillas sin apenas ver. Mis ojos estaban cerrados por el hinchazón de los puñetazos, sólo veía algo de luz y la silueta del capitán delante de mí.

Tomó mi cabeza y la metió dentro de un cubo de agua helada, comencé a patalear porque me estaba ahogando, las heridas de mi rostro dolían, mis muñecas se resquebrajaban al chocar contra las esposas, estaba tirando, retorciéndome. Sacó mi cabeza y sólo me dio tiempo a respirar una vez, al segundo siguiente ya tenía la cabeza en un cubo de agua casi hirviendo. Con el contraste de agua helada, aún quemaba más. Gritaba en el agua, pero fui lo suficientemente fuerte como para sacar la cabeza a pesar de su fuerza.

—Preparadla. —Dos soldados me cogieron de las manos, para entonces yo ya no veía nada. Ataron mis muñecas a dos cuerdas que bajaban del techo, y me arrancaron la camiseta. Por lo poco que vislumbraba a ver, debajo de mí había un charco de sangre.

El primer latigazo hizo que gritase desde lo más profundo de mi garganta, que mis puños se cerrasen y mis brazos se apretaran los más fuerte posible. Pero no paraban, eran uno detrás de otro, latigazo tras latigazo me desgarraban la espalda, y también mi garganta. Intenté alzarme pero uno de los soldados pateó mis piernas, haciéndome caer al suelo de nuevo.

cielos de ceniza; camrenWhere stories live. Discover now