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Lauren's POV

El sonido de los golpes, el metal chocando y algunas voces sobresalientes en mitad del murmullo general que se sucedía en la gran gruta. Mientras, en la otra punta, casi al final, algunas personas se sentaban con sus hijos a comer, tomar medicación, o ponerse ropa limpia. Los niños tenían las caras manchadas de barro, delgados y pálidos, hacían cola frente al puesto para esperar su lata de estofado de judías caliente. En unos días podrían partir, en unos días, el gran norte les recibiría. Canadá les esperaba.

—Sargento. —Escuché a mi espalda. Me giré despacio sobre mis talones, y Camila estaba allí de brazos cruzados con el séquito de enfermeras. Llevaban una camiseta de manga corta verde militar, y unos pantalones verdes más oscuros. —Queremos pelear. —Terminó la frase Camila.

—No. —Respondí tajante, soltando los brazos que tenía cruzados. —Vais a ir todas a Canadá cuando esto empiece. Es una orden.

—Tú no tienes poder sobre nosotras. —Replicó Camila interponiéndose en mi camino, de brazos cruzados. Sonreí ante su respuesta, y me incliné hacia su rostro.

—No. —Respondí.

—Chicas. —Justo después de que dijese eso, recibí una patada en la entrepierna tan fuerte que caí de rodillas en las colchonetas con las manos entre las piernas. —Lauren, o te defiendes y nos enseñas a pelear, o te hacemos daño de verdad.

—¡Pero si ya me habéis hecho daño! —Grité incorporándome con una mueca. Me daba punzadas la entrepierna, dolía mucho.

—¿¡Pero cómo le habéis dado!? —Preguntó Camila abriendo los brazos. Daphne se encogió.

—No sabía que le dolería tanto. Es una chica. —La miré sin entender nada con la mandíbula apretada.

—¿¡Pero es que tú no entiendes que un golpe fuerte en una zona como esa duele mucho!? —De un salto me puse de pie, y salí de la colchoneta. —¿Quién quiere luchar conmigo primero? —Todas se quedaron en silencio. —Oh, Camilita, ¿tú ahora no quieres?

—Eres mi novia, Lauren, no voy a...

—Ahora no soy tu novia. ¿Y cómo me has llamado? —Entrecerré los ojos y me puse la mano en el oído, señalando la colchoneta. —Vamos.

—Estúpida... —Murmuró entre dientes, colocándose en el centro de la colchoneta con los brazos cruzados.

—No murmure, señorita Cabello. —Apretó los labios escondiendo su risa, la que yo tenía ganas de mostrarle. —Empieza.

—No sé cómo empezar. —Replicó encogiéndose de hombros.

—¿Y cómo ibais a retenerme haciéndome daño de verdad? —Me acerqué a ella y le retiré los brazos, poniéndolos a los lados de su cuerpo. Luego, le bajé la barbilla y me separé de ella. —Flexiona las rodillas.

—¿Qué? —Me agaché y se las flexioné yo misma.

—Los brazos, delante de tu cara en posición de ataque. —Hice el gesto poniéndomelos yo, y ella lo repitió. —Ve acercándote a su cuerpo, no tengas miedo. —Ella me miró y asintió. —Y cuando tengas a la vista su cuello, golpe directo a la garganta.

—¿A la garanta? —Preguntó Dinah, jugando con sus manos.

—El rival se queda sin respiración, y ahí aprovechas. —Miré de nuevo a Camila e hice el gesto de golpear su garganta con mi puño. —Le das, él comienza a buscar aire tosiendo. —Amagué con darle un puñetazo. —Le das un buen puñetazo que pille o su nariz, o su ojo, una patada en la entrepierna, —le hice un gesto a Camila para que se agachase— cogéis su cabeza y le aplastáis la cara con la rodilla. —Hice que su frente tocase mi rodilla y la terminé de tirar al suelo. —Si tenéis pistola, sacáis y disparáis. Si no, —la agarré de la mano y la coloqué de rodillas delante de mí— le rompéis el cuello. —Le hice un gesto con los dedos para que se levantase.

cielos de ceniza; camrenWhere stories live. Discover now