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Por la claridad que iba tomando el cielo, eran algo menos de las siete de la mañana y el pequeño que Lauren y yo habíamos encontrado en el bosque había mejorado bastante. Ya no tenía esa fiebre alta, era algo más como una calentura, y como hice con ella, no paré de cambiarle las compresas de agua fría de su frente. Él se movía apretando los puños, y gracias a Beeck que también estaba de guardia aquella noche dentro de la Sede, pude conseguir un poco de leche caliente para poder dársela.

La figura de Lauren, ya sin abrigo y sin armas, sólo con aquella camisa azul marino algo arrugada después de pasar toda la noche con ella apareció por la enfermería.

—¿Está bien? —Me preguntó poniéndose de cuclillas a mi lado, mirando al pequeño que dormía ya sin más llantos.

—Sí, está bien. —Respondí con un bostezo al final, apoyando la mano en el reposabrazos de la silla. Lauren pasó la mano por la cabeza del pequeño, suavemente, quedándose mirándolo un momento.

—Nunca había visto a un bebé. —Iba a replicar a eso, pero Lauren se giró hacia mí con las cejas gachas. —Ve a dormir. —Justo cuando fui a responderle, las enfermeras aparecieron por el pasillo de la enfermería, frunciendo el ceño al vernos, pero yo respiré un poco, estaba bastante cansada.

Les expliqué qué le había pasado y qué había hecho, así ellas podrían seguir cuidando de él de la forma en que yo lo había hecho... Probablemente mejor. Cuando terminé, Lauren me esperaba en la puerta de la enfermería con su chaqueta en la mano, que había recuperado después de que buscase algo mejor que eso.

—Debería irme, va a amanecer y los soldados sospecharán de dónde vengo si me ven salir a esta hora de aquí. —Sonreí un poco, fijando mi mirada en sus ojos que no perdían cuenta de los míos.

—Podrías quedarte aquí. —Ofreció Lauren, aquella oferta me tentaba demasiado, pero tenía que volver a casa.

—No, pero gracias, Lauren.

* * *

Maddox estaba parado frente a mí en la puerta de mi casa, mientras yo esperaba que dijese algo, pero parecía que se había quedado totalmente mudo.

—¿Madx? —Alcé las cejas, con la mano en el pomo de la puerta.

—Lo siento. Yo... Venía a... Invitarte a una fiesta en una de las Galerías. —El chico jugaba con sus manos, y aunque lo había rechazado varias veces, él no desistía en sus intentos. Mi madre me decía que saliese, y Maddox, antes que nada, era mi amigo. Además, nunca había estado en una fiesta.

—No tengo vestidos. —Él sacudió la cabeza ante mi respuesta, soltando una suave risa.

—No, no. Tu ropa está bien, nadie... Nadie tiene vestidos ni esas cosas. Sólo vamos a pasarlo bien un rato.

—Está bien. —Sonreí un poco al escucharle, abriendo un poco la puerta para que entrase a esperar. —Siéntate en el sofá si quieres o... —El sofá casi se caía a pedazos, así que arrugué la nariz negando, y señalé la mesa casi mugrienta de la cocina. —Mejor ahí.

En cuanto Maddox se sentó en la cocina, yo subí las escaleras hacia mi habitación. No tenía armario porque apenas tenía ropa que guardar ahí, sólo tenía un par de cajones para guardar mis cosas.

Me enfundé la ropa que Lauren me dio, era lo más decente que tenía, y además me mantendría caliente en mitad del frío otoñal, aunque más bien era un frío glacial.

Abroché la cremallera de la chaqueta y metí las manos en los bolsillos, y entonces noté allí un trozo de papel. Lo saqué y abrí, era la letra de Lauren.

cielos de ceniza; camrenWhere stories live. Discover now