14

18.6K 1.5K 768
                                    

—Señoritas, coged los bisturíes y acercaros a las camillas.

No podía creerme aquello, estaba delante de un brazo mutilado, totalmente real, de la masacre que habían causado ese grupo de rusos radicales. El olor a formol impactó contra mis fosas nasales, y eché la cabeza hacia atrás para evitar ponerme a toser.

—Ahora, practicad una incisión de diez centímetros en la mitad de cada brazo de forma horizontal. —Decía aquella mujer más mayor, Shelley, que impartía las directrices de aquellas prácticas.

—¿Necesitas ayuda? —Escuché una voz al otro lado de mi camilla, y levanté la mirada con una débil sonrisa.

—No, pero gracias. —Agradecí en voz baja, dejando el bisturí al lado del brazo, mientras las demás seguían intentando hundir con precisión la hoja en la piel.

—Vaya, lo haces muy bien. —Señaló el corte. —Me llamo Vero.

—Yo soy Camila.

—Ahora, coged hilo y aguja y haced una sutura continua. —Levanté la cabeza a Shelley que se acercó a mi camilla, frunciendo el ceño. —Vamos, coge el hilo y la aguja.

Me apresuré a cogerlo, porque aquella mujer me imponía de sobremanera, bajando la cabeza hasta el brazo. Aquello me parecía absolutamente asqueroso, porque el brazo estaba muerto, embadurnado en formol para que no se descompusiera, sin soltar una gota de sangre.

Comencé a coser la sutura, bajo la mirada de Vero, que parecía estar muy atenta a lo que yo hacía. Mientras que las demás enfermeras ayudaban a las novatas, yo seguía cosiendo, sin que Vero me dijese una palabra, porque yo no la necesitaba. Según decía Lauren, se me daba de maravilla hacer aquello.

—Wow, no es la primera vez que haces eso, ¿verdad? —Comentó la chica, y solté una suave risa para reír, negando un poco.

—Pero, ¿qué tenemos aquí? —Shelley me apartó las manos y se quitó las gafas, acercando la mirada al brazo con el ceño fruncido. —¿Quién eres tú?

—Soy Camila. —Pero la mujer ni siquiera me miró, simplemente asintió y se dirigió a otras mesas que necesitaban más su atención.

—Hey, ¿quieres venir con nosotras luego? —Me quité aquellos guantes de látex, tirándolos a un cubo de basura que había en una de las esquinas.

—¿Ir con vosotras? ¿A dónde? —Vero rodeó la camilla para ponerse a mi lado con las manos en la cintura y una gran sonrisa en su rostro.

—Al patio. —¿Patio? ¿Aquél sitio donde aún no había tenido tiempo de ir? Mi rostro debió mostrar algo de confusión porque Vero siguió explicando. —Tenemos un patio, canchas de baloncesto, jardines... Esto no es una prisión, aquí vive gente. —Puso su mano en mi hombro, intentando alentarme, e hizo un gesto con la cabeza para que la acompañase. —¿Cómo sabes hacer una sutura así?

—Soy... Una especie de enfermera, por así decirlo. —Solté una suave risa caminando bajo su brazo hasta la salida de la enfermería, donde las demás enfermeras se reunían en corrillo, y he de decir que aquello me imponía un poco.

—Chicas, esta es Camila, la nueva enfermera en prácticas. —Ellas se quedaron mirándome, y yo me cohibí un poco, porque ninguna contestó. Era una intrusa allí.

—¿Es una novata? —Comentó una de ellas.

—Sí, sí. Pero sólo tiene que hacer el examen, ella ya es enfermera. —Hizo un gesto con la mano, y reparé en que una de las chicas se estaba fijando en mí demasiado.

cielos de ceniza; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora