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Lauren's POV

Las enfermeras se acumulaban a la entrada del Aula Magna, donde se ofrecían charlas y conferencias militares, pero en estos casos se utilizaba para hacer los exámenes de los novatos. Aquí se hacían todos, los de enfermería, nuevos soldados, —que había pocos— e incluso los de nuevos informáticos para el sistema.

Camila jugaba con sus manos mirando al suelo, con el pelo recogido y algunos mechones cayendo por su cuello, estilizándola. Llevaba puesta una chaqueta polar gris, unos vaqueros y unas zapatillas deportivas. Lejos quedaba ya esa imagen de enfermera que utilizaba cuando estaba en las prácticas, y esperaba que aprobase. Primero porque no quería perderla, eso era esencial, segundo porque me gustaba verla en aquél uniforme.

—Hey. —Puse mi mano en la parte baja de su espalda, y ella se dio la vuelta alzando la mirada hacia mí. Por fin, sonrió un poco. —¿Nerviosa?

—Demasiado. —Solté una pequeña risa negando, mirando por encima a todos los novatos que querían entrar en la sala, pero estaba cerrado.

—¿Te lo pasaste bien el otro día? —Me refería a aquella fiesta en la galería, en la que por lo visto todo el mundo se lo pasó genial. Yo volví a las siete de la mañana calada de agua hasta las cejas después de hacer la ronda de noche, porque la tormenta que había sobre el Bosque aquellos días se salía de lo normal.

—Sí, la verdad es que estuvo genial. —Miró a los lados y luego me miró a mí. —Deberías haber venido.

—No me gustan las fiestas. —Acuñé, y ella comenzó a reírse sin entender muy bien por qué, así que fruncí un poco el ceño.

—Me lo imaginaba. Tengo que... Tengo que irme. —Señaló la puerta que ya se había abierto, y asentí con una débil sonrisa.

—Suerte. —Le di un suave apretón en el hombro, y Camila desapareció.

* * *

—Maggie, no tenemos todo el día. —Le dije a la mujer, que colocaba cuidadosamente la ropa en mi bolsa para que me la llevase limpia.

—Cálmate, estás muy tensa últimamente. —Miré mis manos apretadas al borde de la mesa con los nudillos blancos, sin razón aparente. Los solté. Tomé aire, la miré. Demasiadas cosas corrían por mi cabeza al mismo tiempo, muchísimas cosas estaban sucediendo y yo no podía controlarlas todas.

—Es lo que tiene ser soldado en un ejército. —Apreté la mandíbula metiendo la ropa sobrante en mi bolsa casi de mala gana, pero Maggie puso su mano en mi antebrazo. Me paró.

—¿Estás bien? —Estiró las manos hasta dejarlas en mis mejillas, apretándolas un poco. Maggie olía a jabón de coco, a esa madre que todos querían en aquél antro de disciplina. Sus manos estaban repletas de arrugas, unas manos ajadas, hastiadas y trabajadas. No sé cuántos años llevaría trabajando aquí, pero era la madre de todos nosotros. Ella estaba ahí cuando las cosas iban mal, ella nos daba consejos de vida sobre todos los temas, porque a su edad ya casi lo había vivido todo.

—Sólo... —Negué rascándome la frente con una leve risa. Era una tontería. Todo era una tontería.

—El otro día estuve hablando con Camila. —Dijo soltando mi brazo, casi hice una mueca pero lo evité, dejando mi rostro neutral ante sus palabras. —Quizás deberías apegarte más a ella, ¿no crees? —La cremallera de la bolsa se atascó cuando intenté cerrarla mientras la escuchaba; tragué saliva. ¿Eso creía? Eso era lo que creía. Yo no sabía qué sentía por Camila, simplemente quería estar cerca de ella, nada más. Quería protegerla a toda costa, quería... Quería abrazarla como la noche en el bosque, quería besarla, quería tantas cosas con ella que no podía vocalizarlas. —Esa chica te aprecia de verdad...

cielos de ceniza; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora