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Lauren's POV

Las muletas chocaban contra el suelo, provocando que el ruido hiciese eco en todo el pasillo antes de llegar a la enfermería. Una de las bombillas parpadeaba hasta que se quedó encendida, quizás una metáfora de mi vida, de que casi pierdo la vida pero saqué fuerzas para volver.

Abrí la puerta apartándola con la muleta, y caminé entre las camas, entre los heridos de aquella guerra de la que acabábamos de volver. No había muchos porque si caías herido en la guerra probablemente morirías; yo tuve suerte. La mujer a la que rescaté pudo sacarme la bala con un machete y la esterilizó con alcohol de algas marinas. Sí, aquella cosa existía.

—¿Estás libre? —Paré de mover las muletas detrás de la camilla, observando a la chica de espaldas. Dinah se dio la vuelta, abrió los ojos y miró a su alrededor mirándose a ella misma.

—¿Yo? —Asentí alzando las cejas. Dinah movió la cabeza para afirmar y solté las muletas sentándome en la camilla.

—Tengo que curarme la herida todos los días, ¿sabes? —Subí con cuidado la pierna a la camilla con un quejido al final, y miré a la rubia que se quedó plasmada con los ojos abiertos.

—¿Estás segura de que quieres que te lo cure yo? —La miré sin mover ni un músculo, ¿qué estaba diciendo?

—Claro que sí. —Me subí el pantalón con cuidado, dejando ver la venda que rodeaba mi gemelo y miré a Dinah mientras apoyada la espalda en la camilla.

La rubia se puso los guantes en las manos y miró a su alrededor; parecía un novato en plena guerra sin saber qué hacer.

—¿Puedes...? —Carraspeó sin terminar la pregunta, señalándome la pierna. —¿Puedes darte la vuelta?

—Oh, claro. —Con un movimiento de brazos me puse boca abajo en la camilla, con la cara pegada a aquél papel blanco que se deslizaba bajo mi cuerpo.

Desde abajo la miraba, parecía nerviosa al quitar la venda de mi pierna, pero no sabía por qué. Era una enfermera, ¿no? Se suponía que para eso había estudiado y para eso había entrado aquí.

—Tranquila, a estas alturas hay pocas cosas que me hagan daño de verdad. —Ella sonrió y acabó soltando una risa, pasando el algodón con cleptum por encima de mi gemelo, que comenzaba a escocer bastante. El ungüento se colaba por los puntos de sutura que se agarraban a mi piel y casi me estaba desgarrando; pero yo no grité. Me quedé en silencio mirándola.

Tapó de nuevo mi pierna con vendas nuevas, estirándolas un poco pero no mucho, lo suficiente como para que sujetase sin presionar.

—No lo haces mal. —Dije al incorporarme, sentándome al borde de la camilla con las manos cruzadas. Mientras, Dinah se quitaba los guantes encogiéndose de hombros.

—Sólo te he echado un ungüento. Creo que tampoco es para tanto. —Esbozó una pequeña sonrisa quedándose delante de mí con las manos tras la espalda.

No era como Camila, en absoluto. Dinah tenía las piernas gruesas y firmes, con curvas y —para qué mentirnos— bastantes más pechos que ella. Además, en el tiempo en el que yo había estado fuera, se había cortado el pelo y le quedaba bastante bien.

—Camila me habló de ti. —Arrugué las cejas y me crucé de brazos mirándola.

—¿De mí? —Se señaló jugando con sus manos, algo nerviosa.

—Sí, sí. Me dijo que la habías cuidado muy bien estos casi dos meses y que... Eres una muy buena enfermera.

—¿De verdad te dijo eso? —Preguntó escapándosele una sonrisita entre los labios, pasándose un mechón de pelo tras la oreja.

cielos de ceniza; camrenWhere stories live. Discover now