CAPÍTULO 1

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Cough Syrup — Young The Giant

Camila's POV

Toc.

El reloj que estaba fijado en la pared marcó la una de la madrugada. Por las ventanas, la lluvia caía formando una manta de agua, seguida de un rayo al que continuaba un gran trueno que casi me hacía temblar.

La cafetería estaba vacía, las mesas limpias y los expositores de comida encendidos, aunque poca gente entraba a esa hora en los días que llevaba trabajando como para comprarlos.

Los días eran fríos y lluviosos, pero las noches eran aún peores. Eran lúgubres, oscuras, húmedas y frías. Las noches en Toronto eran eternas, casi como si se parase el tiempo. En cierto modo lo odiaba, pero lo amaba a la vez. El ambiente cambiaba en la noche, quizás las almas florecían como realmente eran. Quizás en la noche la gente era más valiente para dar un beso, mandar un mensaje, hacer una llamada, o tomar decisiones que a la luz del día. A la luz del día todos quedábamos al descubierto.

El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos, y rápidamente me levanté del pequeño taburete que tenía tras el mostrador. Era una chica de piel pálida y pelo negro, no lograba distinguir el color de sus ojos en la distancia; pero estaba totalmente empapada.

—¿Podría usar el baño? —Preguntó educadamente, y al principio no reaccioné. Era lo que tenía ser prácticamente nueva en eso.

—Sí, claro, al fondo a la derecha. —Asentí con una sonrisa intentando ser amable. Pero la chica ni siquiera me sonrió de vuelta y se encaminó hacia el baño. Llevaba unos pantalones negros de pinza que se pegaban a sus piernas, unas zapatillas deportivas de running blancas aunque parecían rotas en la punta. En la parte superior, una chaqueta de chándal gris, y una bolsa de deporte en el hombro, tampoco pude fijarme en mucho más.

Era la tercera persona que entraba en mitad de la noche, y aunque ya había aprendido a manejar la caja registradora, aún me ponía un poco nerviosa a la hora de cobrar. Quizás porque las primeras quince veces que intentaron enseñarme la caja se quedó atascada; temí que me despidieran sin siquiera haberme contratado.

A los diez minutos aquella chica salió del baño con unos jeans rotos por las rodillas y bastante ajustados, una camisa de cuadros azules y una chaqueta blanca encima. Se había recogido el pelo que aún estaba mojado. Se acercó al mostrador, entonces pude ver que sus ojos eran verdes, y que en su oreja tenía dos pequeñas perlas plateadas.

—Buenas, ¿vas a tomar algo? —Pregunté sonriente, y ella asintió sacando la cartera del bolsillo de su chaqueta. Sus manos tenían las venas marcadas y algún que otro anillo de plata.

—Un café solo. —Respondió sin más mirándome a los ojos.

—¿Grande, mediano o pequeño? —Suspiró, pasándose la lengua por el labio inferior con los ojos cerrados. Parecía estar harta de escucharme, o de escuchar tonterías.

—Pequeño.

—¿Cómo te llamas? —Pregunté cogiendo el rotulador, mirando a la chica esperando a que me dijese su nombre.

—Lauren.

Giré sobre mis talones y cogí uno de los vasos pequeños, escribiendo su nombre en él.

Había algo que me llamaba la atención de esa chica, pero como me dijo mi jefe 'no debes mantener ningún tipo de contacto con los clientes'. Me parecía algo frío, una sonrisa nunca le amargaba el día a nadie, y menos a alguien que acababa de entrar empapada por la lluvia.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now