CAPÍTULO 21

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Lauren's POV

Me miré las manos agrietadas por el agua. Había vuelto a ser friegaplatos cuando el camarero que estaba de baja volvió. 'Lo has hecho bien, Lauren. Cuando necesite a alguien en el cáterin te llamaré', me dijo Gregor. Había pasado un mes más o menos desahogado, pero, ahora volvía a estar en ese zulo rodeada de platos, con las manos metidas en agua y quemaduras en los brazos por el vapor que soltaban los lavaplatos. Volvía a ser el último mono, aunque bueno, a Michael le iba bien, le habían nombrado primer pinche de cocina, y Ashley quedaba por detrás de él; me alegraba por mi amigo.

Había encontrado un trabajo en uno de los supermercados de la ciudad, sólo debía descargar cajas, pero aquello me estaba desgarrando mucho más de lo que creía.

—Descarga esas cajas de latas y las pones en los estantes, vamos. —Ordenaba el encargado de mala gana.

Cogí la caja aunque ni siquiera podía, no sabía de dónde sacaba las fuerzas para llevar aquellos 18 kilos de punta a punta del supermercado. Apreté los dedos por las esquinas de las cajas que me resquebrajaban la piel, las rozaduras eran constantes y mis brazos comenzaban a doler una caja tras otra. Pero yo no me quejaba, aunque incluso me hice sangre en una de mis manos, yo nunca dije nada. La espalda me dolía, la zona lumbar era un auténtico desastre. Pero tenía que llevar algo de dinero a casa, ya que a mi padre lo habían echado del trabajo porque 'el encargado le tenía manía'.

Después de eso tenía que salir corriendo hasta el restaurante, allí me esperaban tres horas fregando platos sin parar, tres horas de pie, tres hora escuchando los gritos de la cocina, el calor que hacía en ese antro, y tres horas de cansancio. Llegaba un momento en que pensaba que me iba a desmayar entre el cansancio y el calor, pensé que, no podía más; pero pude.

Al salir ni siquiera me quedé más tarde, como solía hacer para estar un tiempo a solas. No. Ese día ni siquiera me cambié, salí de la cocina, cogí mi maleta y caminé arrastrando los pies hasta la estación de metro. Entonces pasé por la acera de enfrente de la cafetería en la que trabajaba Camila. Miré su interior, y ella estaba allí, en el mostrador, con la cabeza gacha y los brazos en el cristal.

Abrí la puerta y ella me miró, esbozando media sonrisa.

—Hey. —Saludé. Sabía que debía irme a casa, estaba derrotada y mis músculos casi no me sostenían de pie.

—¿Quieres un café? —Preguntó señalando la máquina a su espalda, y yo negué. Lo único que yo quería era arreglarle el corazón, pero no sabía cómo.

—¿Cómo te ha ido el día? —Camila soltó una débil risa escondiendo su cara durante unos segundos, hasta que volvió a destapar su cara de entre sus manos y me miró.

—Bien. —Se encogió de hombros levemente. —¿Y a ti? —Prefería no contarle aquellas cosas a Camila. No, tenía suficientes problemas emocionales como para acarrear con los míos.

—Bien. —Respondí asintiendo con una pequeña sonrisa.

—El otro día en la piscina te dejaste una camiseta. Creo que era tuya.

—Ya decía yo que faltaba algo. —Reí mirándola a los ojos, estirando la mano para acariciarle la mejilla levemente. —¿Puedo preguntarte algo? —Bajé la mano haciendo que me mirase a los ojos. Parecía estar al borde de las lágrimas con los ojos húmedos.

—Lo que tú quieras. —Apreté los labios antes de contestar, y es que esa pregunta me la llevaba haciendo bastante tiempo.

—¿Por qué estás triste, si no sentías nada por él? —Tragué saliva tras decirlo, porque igual aquella pregunta le molestaba.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now