CAPÍTULO 4

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Hymn For The Weekend — Coldplay

Camila's POV

Caminé más rápido para atravesar el jardín de casa, que como el trasero estaba rodeado por césped, aquél camino de piedra pizarra hasta llegar a los escalones. La puerta estaba lacada en blanca con la cerradura plateada. A los lados había grandes cristaleras con las juntas del mismo color que la puerta, dando una sensación de luminosidad al jardín en esos días de lluvia.

Saqué las llaves del bolsillo delantero de mi mochila y encajé esta en la cerradura, entrando en casa. Olía al asado de mi madre y las voces se escuchaban en la cocina.

—¡Estoy en casa! —Alcé la voz dejando la mochila con todos mis libros en la entrada y me apresuré a entrar en la cocina.

Allí mi padre con la camisa remangada hasta los codos, mi hermana con el pijama ya puesto y mi madre servía la carne con el delantal puesto.

—Son las once y media de la noche, ya creía que estabas en la cafetería. No sé cómo has llegado. —Me dijo él mientras yo tomaba asiento en la mesa.

—Siempre me las ingenio para llegar. —Sonreí cortando el primer trozo de carne para llevármelo luego a la boca.

—¿Qué tal las clases? ¿Tienes que estudiar mucho? —Decía mi madre mientras bebía algo de aquél vino que siempre tomaban mi padre y ella por las noches.

—Bien... Tengo que estudiarme tres temas de bioestadística para mañana, así que... —Hice una mueca removiendo las verduras de mi plato.

—Te hemos dicho muchas veces que no tienes que ir a trabajar. —Suspiré ante las palabras de mi padre. Me habían dicho 'ricachona' en el colegio durante tanto tiempo que ahora ya no quería que la gente me viese así.

Mi padre tenía una empresa de distribución de pescado y mi madre trabajaba como gestora en una empresa de logística. Mis fiestas de cumpleaños eran siempre multitudinarias, había un castillo gigante, payasos, princesas que pintaban a los niños, dos tartas y muchas chuches. Todo el mundo quería ser mi amigo y eso no cambió conforme me fui haciendo mayor.

A los dieciséis mi padre alquiló la azotea de uno de los edificios más altos de Toronto para celebrar mi cumpleaños, y a los 18 nos llevó a mí y a mis amigas a Ámsterdam.

Ah, también me compró un coche.

—Ya lo sé, papá. Pero quiero trabajar, no voy a estar detrás de ti toda la vida, ¿no? Ya no tendré que pedirte dinero si quiero algo. —Fruncí el ceño mientras me tragaba aquél maravilloso trozo de carne glaseado que mi madre había preparado al horno.

—Y no sabes lo orgulloso que me hace eso. ¿Tienes que irte después de cenar? —Asentí paladeando el puré de patatas, mirando a mi hermana con los ojos entrecerrados.

—Sí, de hecho ya estoy llegando tarde. —Dije con la comida aún en la boca, el plato casi vacío y un trozo de pan en la mano que iba mordisqueando. —Os quiero, hasta mañana.

Subí corriendo a mi habitación y me cambié lo más rápido que pude, poniéndome el polo blanco y los vaqueros, además de mis converse blancas y el delantal que metí en la mochila. Luego corrí hacia el coche con las llaves en la mano y presioné el botón que lo abría instantáneamente.

Me senté en mi coche y arranqué, observando cómo se elevaba la puerta del garaje y dejaba ver la acera de enfrente donde los setos de la casa de mi vecino Marcus escondían el jardín.

Las calles de la urbanización estaban vacías, y es que por las noches nadie solía salir de casa. Había árboles de hoja caduca plantados uno cada diez metros, altos y frondosos que coloreaban el paisaje.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now