18. Proposición.

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Se miran atentamente sin moverse. Estaban en el sofá de la casa del peli-naranja apoyando sus cabezas en el respaldo, se sentían algo cansados así que también se encontraban en silencio. Era como si estuviesen perdidos en los ojos del otro.

Y es que Jimin se sentía así, para él Jungkook era toda una revelación, alguien que dio vuelta su mundo en 180 grados. Su corazón latía rápido cada vez que pensaba en él o cuando se tomaban de las manos al caminar, para el ojinegro esto era algo nuevo y muy grato, se sentía totalmente en paz cada vez que Jeon estaba a su lado.

Estos sentimientos también le causaban miedo a Jimin. No quería que Jungkook le rompiese el corazón porque estaba tan embobado por el menor que de seguro se sentiría como en el mismísimo infierno si las cosas resultasen mal. Así que trataba con todas sus fuerzas alejar estos pensamientos de su mente. Jimin le tenía miedo a un montón de cosas, entre ellas las películas de terror, los fantasmas, los cambios drásticos, que lo separen de Yun y hasta a las polillas; No quería agregarle a esa lista el miedo de estar con Jungkook, porque aunque le rompiese el corazón de la forma más cruel él daría lo que fuese para que el menor siguiera regalándole esas sonrisas grandes solamente a él.

Jungkook era un caso aparte. Quería a Jimin lo suficiente como para cambiar y ser la mejor persona del mundo a su lado. Le encantaba su risa, sus ojos, sus labios, sus dedos, su ceño fruncido, en fin... todo. Si alguien le hubiese dicho que llegaría una persona a su vida que le haría cambiar su forma de ver el amor de seguro el castaño se hubiese carcajeado en su cara.

Pero el destino le entrego a Jimin y él no quería dejarlo ir.

Estaba jodido, muy jodido. Jungkook lo sabía, lo tenía claro desde que Jimin lo besó el día que le presento a Yun. Estaba jodido porque le estaba entregando su corazón en bandeja de plata al chico más gruñón que había conocido, ¿y que creen?, no le importaba ni un poco.

Jimin y Jungkook eran dos chicos perdidos en el mundo. Uno no le importaba pasar por encima de los demás para conseguir lo que quisiese sin preocuparse por nadie más que el mismo. El otro se había dejado absorber por sus responsabilidades, dejando de disfrutar de su propia vida. El destino es muy sabio cuando decide que dos personas deben conocerse, ambos se necesitaban de alguna u otra forma y de a poco lo fueron notando.

Simplemente se estaban enamorando pero ninguno lo admitía.

Aquella tarde Jungkook había acompañado a Jimin a ver a Yun. El peli-naranja quedo en shock al ver que su hermana hablaba con el menor tan fluidamente y que le tenía un apodo cariñoso, "Jungkookie". Se dedicaron a jugar durante toda su visita, los tres corrían de un lado a otro mientras jugaban distintos juegos propuestos por Yun. A decir verdad los hermanos Park siempre habían sido ellos dos, apoyándose mutuamente y sacándole sonrisas al otro, era extraño ver que alguien más formase parte del núcleo familiar, pero a Jimin le encantaba pensar que Jungkook pudiese ser parte.

Después de despedirse de Yun el mayor invito al castaño al departamento para que cenasen juntos, tomaron el autobús y se sentaron en los últimos asientos. Jimin comenzó a jugar con los dedos de Jungkook como se le había hecho costumbre, Jeon no le decía nada porque creía que era lo más tierno que podían hacerle. De a poco el mayor se acurruco en el hombro de su acompañante, su altura baja lo favorecía en este minuto ya que quedaba muy cómodo en la posición en que estaba. Jungkook beso su frente mientras entrelazaba sus manos para seguir su camino a casa.

Al llegar cocinaron juntos y comieron mientras veían televisión, Jungkook hacía reír a Jimin y Jimin le hacía mimos a Jungkook. De a poco las palabras dejaron de surgir para llegar a donde habíamos quedado, con la guerra de miradas que tenían esos dos, tratando de decir cosas que con las palabras no se podían expresar.

Café para dos ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora