122. Ya me voy (Final P.3)

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Camilo pone el auto en marcha.

«Ya me voy». Sigue diciendo mi cabeza.

Es tan difícil asimilarlo.

―De acuerdo, te contaré ―dice mi tatuado mientras gira el volante hacia la izquierda, así que noto como nos movemos y subimos a la autopista.

―Te escucho.

Suspira.

―Como sabes, vivo con mi abuela. Mi padre falleció hace algunos años, estaba enfermo y necesitaba un medicamento especial, pero era casi imposible conseguirlo aquí.

―¿Y por eso viajaste a la frontera? ¿Allí conociste a Tiffany?

―La conocía de antes, pero no sabía que hacía esas cosas, hasta que le comenté mi problema.

―¿Te arrestaron por eso?

―No. ―Se ríe―. Si hubiera sido así, ni pensaría en ayudarte a cruzarla.

―Igual estamos haciendo algo ilegal. ―Ruedo los ojos.

―Lo sé, pero no es por eso que me arrestaron.

―¿Y por qué?

―Me robé los medicamentos, eran demasiado caros y estaba desesperado por la salud de mi padre. Ya había perdido a mi madre, no quería perderlo a él también. ―Veo sus ojos tristes aunque está concentrado en el camino.

―¿Y los tatuajes qué tienen que ver? ―Intento entender para no preguntar más, pero no se me ocurre.

―Es la mejor parte ―exclama con ironía―. Hubo un cortocircuito y el lugar se incendió, quedé atrapado en el fuego, perdí los medicamentos, la libertad, la vida de mi padre en el proceso y de paso la piel. Tardó un montón en cicatrizarse, las heridas me recordaban el tiempo que perdí en la celda, que pude haber pasado con él.

Bajo mi vista.

―Debió ser doloroso.

―Lo fue, pero Tiffany es una buena amiga y me presentó a su tatuador personal, su novio. ―Sonríe y vuelvo a mirarlo.

―¡¿Tiene novio?! ―Me sorprendo.

―¡Claro! Somos amigos ¿O pensabas otra cosa? ―Me observa un instante y vuelve su visión a la ruta.

―Na... Nada que ver. ―Me sonrojo.

Bueno, sí, lo pensé, pero no se lo voy a decir.

Se ríe.

―Lo que tú digas.

―¡¿No me crees?! ―Me enojo.

―Siempre que está ella tu sonrisa falsa aparece, no creas que no lo noté.

―Ni pienses que estaba celosa. ―Me cruzo de brazos.

―Yo no lo dije, lo dijiste tú. ―Sonríe.

―¡Detén el auto! ―grito y él lo estaciona en el pasto.

Me bajo.

―¿A dónde vas? ―Se sorprende.

―Me voy sola, adiós. ―Comienzo a caminar.

―Carina, espera ahí. ―Baja y me sigue.

Pues que me siga ¡¿Qué me importa?!

Aunque en realidad sí me importa, pero hace tiempo que no lo quiero admitir.

Estoy embarazada ¡¿De quién?! #2Where stories live. Discover now