8. Dos semanas

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Pasaron dos semanas, en las que tanto Lexa como Clarke se sumergieron en sus respectivos trabajos. No se han vuelto a ver. No han vuelto a hablar. Pero ni por un segundo han dejado de pensar la una en la otra y en todo lo que ha pasado entre ellas.

Cada noche Lexa se ha ido con una chica diferente, como ha hecho siempre, queriendo dejar de sentir lo que siente. Quiere olvidarse de Clarke por todos los medios posibles. Necesita olvidarse de su cuerpo, del suave tacto de su piel, de sus besos y de sus labios que tanto la enloquecen, pero sobre todo, debe olvidarse de sus profundos ojos azules, de esa mirada que no puede sacarse de la cabeza.

Clarke a su vez sigue con su día a día en la comisaría, donde a veces está acompañada por Bellamy, que la sigue con la excusa de documentarse para sus libros. Clarke aún recuerda el día en el que se conocieron, lo idiota que le pareció entonces, aunque ella ya le admiraba de antes por sus libros, y como en poco tiempo, todo cambió. Se enamoró de él, ambos se dieron cuenta de lo que sentían y empezaron una relación. Sin complicaciones, sin preocupaciones, siendo sinceros el uno con el otro...Hasta ahora. Clarke sabe que de alguna manera u otra Bellamy se acabará enterando de lo que ha pasado entre Lexa y ella. Pero no, ella no puede contárselo. No puede decirle que se ha acostado con su hermana...aunque vaya en contra de sus principios mentirle ¿Y si le pregunta si solo fue un polvo? ¿Y si le pregunta por qué? O peor aún... ¿Y si le pregunta si siente algo por Lexa? No, no y no. Bellamy no debe enterarse nunca. Ella está bien con él, tienen una relación estable, se quieren y sabe que él daría la vida por ella. No puede joderlo todo por un arranque de pasión. Y entonces...¿Por qué lo hizo? Se pregunta a sí misma, sin siquiera saber la respuesta, con los codos apoyados en su mesa de la comisaría. Recuerda los ojos verdes de Lexa mirándola. Como sonríe de lado cuando algo le hace gracia. Recuerda de nuevo sus caricias y sus besos, nota un escalofrío recorrer su cuerpo y observa cómo se le pone la piel de gallina al recordarlo. Dos semanas han pasado. Dos semanas sin verla, sin oír esa sensual voz que estremece cada parte de su ser. Y aun sabiendo que no debe, como si de una adictiva droga se tratara, se muere por volverla a ver.

— Griffin, ¿estás ahí? — pregunta Lincoln, su compañero, su amigo, un chico con la piel del color del chocolate y y unos profundos ojos negros, ex militar, y que nunca jamás le ha fallado. Ni en el trabajo, ni fuera de él.

Clarke sale de su ensoñación y le mira.

— Sí, sí, perdona — se tira para atrás apoyándose en el respaldo de su silla, intentando sonreír sin que parezca muy forzado.

— Llevas dos semanas rarísima, Clarke. ¿Qué ocurre? ¿Es por que no hay ningún caso nuevo? ¿O te ha hecho algo el chico escritor?

Clarke se ríe, sabe que así llama Octavia a Bellamy, ella misma les presentó con la intención de liarlos y ahora su relación va viento en popa, no puede sentirse más feliz por los dos.

— No, tranquilo, estoy bien. Solo pensaba en mis cosas — suspira desviando la mirada.

— Quizá deberías salir por ahí. O. me ha dicho que hace días que no os veis. Llámala y quedad, os irá bien a ambas — dice tocando su hombro, regalándole una afable sonrisa.

Clarke sopesa la idea y le sonríe. De repente recuerda unas palabras que Lexa le dijo y una bombilla se enciende en su mente. Desde el principio sabe que será una mala idea, pero la posibilidad de volverla a ver la ciega por completo. Rápidamente llama a su amiga Octavia y en menos de una hora tienen planeada una noche de chicas. Las cinco están libres esa noche y lo van a aprovechar.

Llama a Bellamy y le explica que esa noche no van a verse como tenían planeado porque sale a divertirse con las chicas. El escritor se alegra por su novia, aunque ella esta vez evita decirle a qué local van a ir.

Adicción ProhibidaWhere stories live. Discover now