27. Never forget you

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Una semana y media, con sus diez larguísimos días, es lo que han separado a Clarke de poder ver a Lexa. Un maldito caso que incluía una trama política ha tenido tan ocupada a la rubia que no solo es que no haya podido ver a Lexa, es que apenas han podido hablar, y cuando ha tenido tiempo de poder enviarle un simple mensaje para saber si seguía viva, la camarera contestaba escuetamente, algo que tiene bastante preocupada a Clarke, ya que desde aquella mañana de pasión que compartieron en la que ella creyó que todo estaba arreglado, algo ha cambiado en Lexa y quiere saber el qué.

Pero ahora por fin han cerrado ese maldito caso, ese horrible caso que se ha empeñado en separarla de poder estar donde más desea, entre los brazos de esa mujer que la enloquece y enamora a partes iguales.

Decide llamarla, aún es pronto y quizá ni se ha levantado, pero esta tan ansiosa que le da igual, así que marca el número sin pensarlo dos veces y espera con una sonrisa la respuesta al otro lado de la línea, pero recibe algo que no espera, una voz robotizada de mujer le informa de que el teléfono se encuentra apagado o fuera de cobertura. Frunce el ceño extrañada y decide ir directamente a su casa y sorprenderla, la echa tanto de menos que no puede esperar para ver esos preciosos ojos verdes y besar esos carnosos labios que nunca dejan de tentarla.

Cuando por fin llega a la puerta de su apartamento, da tres toques en la puerta con su mano, algo que siempre hace y se ha convertido ya en una tradición. Espera demasiado ansiosa unos segundos, pero no recibe respuesta alguna, vuelve a llamar, y viendo que sigue sin responder, decide tocar el timbre. Una vez, dos y hasta tres veces repite el gesto, hasta que pierde la paciencia y aprieta el botón con fuerza sin soltarlo, pero nada, Lexa sigue sin abrirle la puerta.

Coge su móvil más nerviosa de lo que quisiera y vuelve a marcar su número, para volver a escuchar esa robotizada voz diciéndole que el móvil sigue apagado.

*****

Suena el despertador y Lexa lo apaga de un golpe, son las 7 y media de la mañana, hace siglos que la camarera no se despierta a esas horas, normalmente es la hora a la que suele irse a dormir. Se levanta rápidamente notando un agudo dolor en su cabeza, la falta de sueño, las horas entre lágrimas y despedidas le están pasando factura. Mientras se prepara el primer café del día, recuerda la semana y media que ha pasado, agradece a ese caso que ha mantenido tan ocupada a Clarke por no tener que enfrentarse a que la viera tal y como está, ya que seguro que le hubiera sido imposible disimular ante ella, aunque en su interior, le jode la idea de no poder verla una última vez antes de irse. Se bebe el café, con imágenes de los últimos días, la despedida con sus compañeros, la gran charla que tuvo con su madre entre lágrimas, en la que ella no dejó ni un segundo de decirle que estaba cometiendo el mayor error de su vida y que se arrepentiría, pero que era bastante mayorcita para hacer lo que quisiera, la imagen de Nathan, su jefe, orgulloso de que aceptara el puesto que tanto deseaba darle o el momento en el que escribió sin poder dejar de llorar la carta de despedida para Clarke que Anya se encargaría de entregarle.

Se viste rápidamente al ver la hora que es, y cogiendo sus maletas, sale por la puerta no sin echar una última mirada a su apartamento, al sofá azul, donde hace no tantos días, pasaba las horas abrazada al principal motivo de su huida.

Sale del portal con una lágrima recorriendo su mejilla, Anya ya está esperándola en la puerta en su coche. Su amiga la ayuda con las maletas y poco después se encaminan al aeropuerto, donde tomará el avión camino a su nueva vida lejos de Nueva York, lejos de todo, pero lo más importante, lejos de Clarke.

Resopla mirando el paisaje que pasa rápidamente por la ventanilla de aquel coche, dejando atrás esa ciudad que tanto le ha dado.

*****

Adicción ProhibidaWhere stories live. Discover now