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Algo apretó mi cara por ambos lados. Mi ceño se frunció y una risa de hombre inunda mis oídos. Es ahí cuando abrí los ojos para encontrarme con los ojos verde olivo de quien pretendía ser mi marido.

—tienes el sueño pesado, saghir— me habló con burla.

Nunca me había despertado con tal grado de mal humor. Me percaté de que— en realidad— era ese hombre quien me hacía poner de tal forma.

Rahim salió de la cama y me observó ahí de pie. Yo me senté en la cama y pensé qué hacer. ¿Salir corriendo o rendirme y carme con él?

Intenté ponerme de pie y cuando lo hice, solté un chillido de dolor. Miré mi pie y me percaté de la inflamación de mi tobillo. Éste estaba morado e hinchado a más no poder.

—déjame ver— Rahim bordeó la cama e intentó agarrar mi pie cuando se puso en cuclillas frente a mí.

—Está bien, sólo necesito un poco de hielo— traté de restarle importancia— no es grave—insistí.

Sabía de sobra que era grave, en realidad. Mi pie estaba violeta, pero no quería que él me tocara.

—te traeré una venda y algunas pomadas para...

—te he dicho que solo necesito hielo— separé mi pie de su tacto porque había empezado a sentir calor en la zona donde él había puesto sus dedos.

—¿Y tú crees que me importa lo que digas?— Rahim se paró y se alejó, dejándome un poco de aire— te traeré esas cosas, para cuando vuelva te quiero ver con el vestido puesto.

—¿Qué?— me sobresalté— no pienso casarme y lo sabes— de nuevo, rebatí, al igual que la noche anterior.

—¿Debo repetirte lo poco que me importa lo que digas?— Rahim ni siquiera se giró al decir eso— ponte el vestido y péinate un poco, no quiero que mi esposa...— esta vez, se giró y me recorrió con una mirada que denotaba el asco por mí— se parezca a ti.

—¿Y qué crees? No puedo ser otra persona.

Me miró burlonamente.

—Inténtalo.

Rahim salió de la habitación y caminé despacio hacia el armario donde él me había dicho que estaba el vestido. Caminé cojeando, debido al dolor del pie, así que fue una caminata lenta. Para cuando llegué al vestidor, Rahim ya estaba volviendo. ¿Qué quería? El pie me dolía y la habitación era muy grande.

—te dije que estuvieras lista, Eumur.

Cruce mis brazos.

—me duele el pie, camino lento, ¿Qué esperas?

—¿Así que ahora eres una silihafa?

—no, no soy una tortuga. Sólo me duele el pie— me excusé.

Rahim se acercó a la cama y dejó unos frascos sobre ésta.

—ven, te pondré primero esto y luego te pondrás el vestido.

Lancé un suspiro de frustración.

—ya estoy aquí. Sal y deja que me vista.

—no.

—tengo que caminar el doble— dije, tratando de razonar.

—bueno, eso se soluciona fácilmente— se acercó, puso su brazo alrededor de mi espalda y...

Saghir, amor árabeWhere stories live. Discover now