-6 (explicito)

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CAPITULO CON CONTENIDO ERÓTICO. LEER BAJO TU PROPIA RESPONSABILIDAD.

Rahim.

La mujer se había quedado dormida con la cabeza en la ventana, algunas horas después de haber emprendido el camino. Su cara parecía relajada y era muy diferente a cuando estaba consciente.

Encendí la radio porque me estaba aburriendo. Esperaba que este viaje fuera entretenido con Eumur gritando y maldiciendo, pero ella parecía estar muy cansada. Cuando la vi por primera vez, sus ojos también tenían unas marcadas ojeras pero no me parecieron feas. De hecho, el morado debajo de sus ojos hacía resaltar esos ojos desafiantes que tanto llamaban mi atención.

Tarareé algunas canciones— que duraron hasta el cambio de ruta— y giré a la colectora que me dejaría en mi casa.

Ésta era realmente mi casa, no la que había sido lugar de mi boda. Ahí solo me encargaba de negocios— como mi boda— y de llevar gente a la que todavía no le tenía mucha confianza, como el padre de Eumur, Quâder.

No tardé mucho en estacionar el auto en la entrada. Mi casa era perfecta— grande, prolija, de lujo— como debía ser para una persona como yo.

Había amasado mi fortuna a base de inteligencia y saber jugar limpio. Saber ganar. La gente pensaba que era una persona sin corazón, muerto por dentro, que no amaba ni respetaba. Yo prefería auto declararme como un hombre de negocio, como lo era.

Estacioné el auto y Ahmed, uno de mis asistentes, se acercó a abrirme la puerta.

—Señor, bienvenido a casa.

—Muchas gracias— acomodé mi traje— ¿Puedes estacionar el auto, por favor?— caminé hacia el otro lado del vehículo y abrí la puerta. Eumur seguía dormida, ajena a lo que pasaba a su alrededor— tengo que llevarme a la novia antes, sin embargo.

Ahmed se rio por mi chiste malo y levanté por las axilas a mi mujer, cargándola como una recién casada.

Otro hombre— creo que su nombre era Abdul—cerró la puerta cunado acomodé el cuerpo de Eumur entre mis brazos. Caminé con ella hasta la puerta del frente, donde Abdul— suponiendo que se llamara así— me abrió para poder pasar sin despertar a la mujer.

—gracias.

—que tenga un buen día, señor— él sonrió y cerró la puerta, dejándome dentro de la casa con mi mujer en brazos.

Avancé hasta el sofá colocado en una de las esquinas y dejé el flácido cuerpo de Eumur ahí. Ella sí que tenía el sueño pesado, sin embargo, se movió hasta abrir los ojos y mirar todo a su alrededor.

—¿Per qué...?

—calmate, saghir— la interrumpí al ver que empezaba a alterarse— estás en mi casa, anda más.

—debiste despertarme— ella se incorporó en el sofá y se sentó.

—quise ver qué se sentía ser rebelde— me senté junto a ella.

Eumur se alejó todo lo que el amplio sofá le permitía. Volví a acercarme. Ella se acorraló contra la esquina del sofá y antes de que pudiera pararse, ya estaba arrojándome sobre ella.

—Déjame en paz, ¡Por Alá!— ella me empujó son lograr que me moviera.

—no quiero y no debo, saghir— acomodé su cuerpo debajo del mío, impidiendo así que se moviera— eres mi esposa ahora, puedo hacer lo que quiera contigo y tú no podrás evitarlo.

De nuevo, forcejeó.

—¿Para qué quieres estar con una persona que no te ama, Rahim?

No le respondí. No tenía por qué hacerlo. Ella era una mujer; podía preguntar, pero yo era el hombre y podía meterme su pregunta por donde quisiera y no responderle.

Saghir, amor árabeWhere stories live. Discover now