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Rahim

―necesito que la encuentren.

―señor, hemos encontrado sangre al costado de la ruta a las afueras de la ciudad― me dice Abdel― pertenece a una mujer, es probable que...

―¡No! ― le grito― sigan buscando ― él me mira, como diciéndome que es una búsqueda sin sentido― ella no está muerta.

Ella no puede estar muerta.

Me desperté sobresaltado. Había tenido la misma pesadilla desde el día en el que Abdel me había comunicado que Eumur estaba muerta, aunque no era un hecho, si no la más grande de las opciones.

Eumur se movió cuando yo suspiré bruscamente, pero no se despertó. Me quedé mirándola por unos minutos, mientras repasaba sus rasgos, ya más cambiados. Claramente ella había crecido en estos meses. Luego pasé mi vista al bebé.

Tengo un hijo.

Badr estaba despierto, al igual que yo. Parecía mirar todo con desconcierto y curiosidad al mismo tiempo.

―¿Tú tampoco puedes dormir? ― le pregunté mientras me incorporaba de la cama, intentando no hacer mucho ruido o movimientos bruscos, para no despertar a mamá oso.

Eumur se había comportado como tal en el poco tiempo que llevaba de regreso. Había cambiado mucho. Y yo también. Supongo que por eso no reaccioné como lo hubiera hecho antes.

Cargué a Badr a upa dejando a Eumur en la habitación. Subí las escaleras hasta la biblioteca y me senté en el sofá que estaba pegado a la ventana― que daba al fondo de la casa―, mirando a través de ella con el bebé.

Todavía no podía creerlo. Soy padre. Claramente no lo esperaba. Como que había asumido que no tendría un hijo, ni creía que recuperaría a mi esposa. Realmente la había extrañado― a mi manera, pero lo había hecho― durante estos meses.

―tú debes de tener hambre― miré al bebé.

Badr se rio. Yo sonreí.

Se sintió un ruido en la planta baja y con el ceño fruncido abrí la puerta de la habitación para poder ver. Eumur estaba parada en la escalera, mirando todo con desesperación y lágrimas en los ojos.

―¿Estás bien, qué te pasa? ― empecé a caminar hacia ella.

Saghir levantó la vista y vio que tenía a Badr a upa.

―no vuelvas a llevártelo así, ¿Me oíste? ― se acercó rápidamente― no vuelvas a alejarlo de mí.

―Eumur, me he despertado y él ya estaba despierto también― me defendí― solo lo saqué de la cama para que pudieras dormir tranquila.

Ella se secó las lágrimas y miró a Badr, que estaba con los ojos abiertos, observando a su madre.

―¿No le has hecho nada? ― ella se acercó más e inspeccionó al bebé.

―no le haría daño a mi hijo ― dije ya un poco enojado y ofendido― nunca, Eumur.

Ella me miró.

―bien mejor que así sea ―De nuevo se secó los ojos y suspiró ― dámelo, debe tener hambre. Por eso se despertó― comentó.

Sin ganas le pasé a Badr y ella caminó de nuevo a la biblioteca. Se sentó en el mismo lugar que me había sentado yo con anterioridad y bajó la parte delantera del camisón.

―¿Le vamos a dar un biberón, cierto? ― ella me miró desconcertada― porque no voy a dejar que muestres tus pechos en la calle.

Ella sonrió.

―así que voy a salir― dijo.

Quise golpear al Rahim de hacía tres segundos.

―no, no saldrás, pero se aplica a que no lo harás delante de otra persona que no sea yo― dije.

Eumur me miró con odio y luego suspiró.

―tú no vas a impedirme hacer nada.

―¿Quieres apostar? ― la miré enojado― porque ya sabemos quién saldrá perdiendo.

La mujer apretó los labios, contrariada.

―¿Por qué no te vas a dormir, mejor?

―porque estoy esperando a que termines de darle de comer al bebé― señalé lo obvio.

Badr se había soltado del pecho de Eumur― dejándolo rosado y resaltado― y me miraba con curiosidad. Me enfoqué en sus pequeños ojitos oscuros, bastante similares a los míos, que estaban fijos en mí.

―pues por lo visto ya se llenó― dijo Eumur. Acomodó al bebé de frente a ella y lo apoyó contra su hombro, poniéndose de espaldas a mí y dándole golpecitos en la espalda.

―ya lo hago yo― me acerqué, quedando bastante cerca de ella ― dámelo.

―No sabes hacerlo― ella dio un paso hacia atrás.

―pues no sabré hacerlo nunca si no me dejas― le rebatí, intentando coger al niño nuevamente.

―no...

―no voy a matarlo, joder, no le voy a hacer daño― solté, sabiendo que eso era lo que rondaba por su cabeza.

―Rahim...― empezó. Sabía que iba a poner excusas y peros.

―no, Rahim nada― la corté― estoy intentando cambiar, Eumur― le dije, siendo sincero― estoy intentándolo, por él y por ti, porque no quiero que volvamos a...― suspiré, sin saber bien cómo podía seguir― no quiero que Badr tenga una infancia de mierda, ¿Vale? No quiero, y creo que tú tampoco, que él repita tu historia― la piqué.

En serio quería cambiar. Realmente quería darle una buena vida a Badr. Él no tenía la culpa de nuestros pasados o inseguridades. Él no merecía cargar con la responsabilidad de nuestros errores.

―va-vale― Eumur pareció dudar, pero accedió a darme al bebé.

―¿Me puedes explicar cómo debo hacerlo?

Ya un poco más relajada, me dijo que debía apoyarlo contra mi hombro y darle golpecitos en la espalda para que no se ahogara.

Sabía que ella no me creía y que debía hacer un esfuerzo enorme para volver a ganarme su confianza― o siquiera ganarla, no estaba seguro de haberla tenido en algún momento―, pero valía la pena. No quería que Badr creciera con unos padres que no lo quisieran o que creciera en un ambiente hostil. Quiero lo mejor para él, para nosotros.

―son las cinco de la mañana― miré el reloj que ajustaba mi muñeca― creo que se nos ha pasado el rato.

―lo sé― Eumur bostezó― y este niño tiene pila para rato― por encima de mi hombro le tocó la cara al bebé que seguía despierto― van a ser unos largos meses hasta que duerma de corrido.

Sonreí. Si, van a ser unos largos meses, pero era el tiempo que me llevaría arreglar nuestra situación.

No podía estar más agradecido por la llegada de Badr.

://Sy

Saghir, amor árabeWhere stories live. Discover now