Epílogo.

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Algunos años, muchas discusiones y reconciliaciones después.

―¡Eumur! ― Rahim me gritó desde la cocina― ¿Farah ya se ha vestido?

―estoy en eso― le respondí, también alzando la voz― es una niña muy inquieta.

Intenté nuevamente ponerle la ropa a mi hija― ¡Farah, por Alá! ― me frustré― hija, necesito que te cambies y que me ayudes, por favor― la miré.

La niña se quedó quieta, aún seria y sin colaborar, pero al menos ya no se movía.

―mami, ¿Por qué Badr tendrá regalos y yo no?

Sonreí. La niñita de la casa estaba celosa.

―porque es su cumpleaños, cariño― terminé de abrocharle los pantaloncitos― cuando sea el tuyo te daremos regalos a ti.

―¿Y Badr va a casarse pronto?

―¿Por qué piensas eso? ― le cuestioné curiosa.

―porque lo he visto hablar con una niña de su edad.

―¡Él aún no puede casarse, es demasiado chico para eso!

Farah caminó a la cocina y cuando vio a Rahim se tiró sobre sus brazos. Obviamente, él la agarró y como siempre la hizo girar.

―¿Cómo está la princesa de la casa? ―Farah se rio divertida ― ¿Vas a invitar a Fátima a jugar, nena?

Rahim la dejó en el suelo.

―ella me dijo que vendría a las cinco, papi― le habló mi hija― pero no sé qué hora es.

―son cuatro y cincuenta.

―¡Ella ya va a llegar! ― Farah corrió a la puerta y se sentó a esperar a su amiga. Sería inútil intentar sacarla de ahí.

―¿Crees que dormirá hoy a la noche? ― Rahim me miró desesperado― ¿De dónde saca tanta energía esa niña?

Las cosas habían cambiado bastante. Nuestra familia había crecido y no por fanfarronear, pero cada vez estábamos mejor.

―eso espero― le dije mientras buscaba mi bolso y agarraba la lista con las cosas que todavía faltaba comprar para el cumpleaños de mi hijo más grande― anoche se ha despertado dos veces― dije un poco cansada― ¿Es normal? Badr fue mucho más tranquilo a su edad.

―todavía es una niña, tiene cinco años, saghir.

―y Badr está cumpliendo dieciséis― dije un poco conmocionada― mi niño ya ha crecido demasiado.

―¡Mamá! ― Badr gritó desde el patio― ¿Podrías decirle a Farah que no se meta en mi habitación?

Miré a la puerta, en donde se suponía que estaba la niña.

―¡Farah! ― Rahim caminó al patio en donde la niña estaba con alguna cosa que le había robado, seguramente, a su hermano mayor ― ¿Qué te dije sobre sacarle cosas a tu hermano?

Rápidamente la niñita tornó sus ojos angelicales a su padre.

―lo siento, papi― dijo con inocencia― pero Badr ya no quiere jugar conmigo.

―tal vez porque eres una enana molesta― le chilló el hombrecito.

Rahim quiso aguantarse la risa, pero no puso. Desde el interior de la casa, yo tampoco. La verdad, es que como padres no servíamos mucho.

―Badr, ¿Irías conmigo al supermercado? ― le hablé― así eliges bien lo que quieres y Rahim pasa un poco de tiempo con Farah― le propuse.

Saghir, amor árabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora