-13

10.5K 689 30
                                    

Eumur.

No puedo más. No lo resisto. Si se lo digo, pierdo, pero si no lo hago...

―¡BASTA! ― finalmente grité.

no te he oído, saghir― Rahim se rio detrás de mi sin dejar de moverse― ¿Qué has dicho?

―maldito hijo de...

―voy a llenarte esa boquita con algo para que la mantengas ocupada si no te callas, Eumur― me interrumpió.

―por favor, detente― él no me hizo caso y siguió golpeando su cadera contra la mía, en embestidas bruscas― por favor― le pedí de nuevo.

―cierra la boca, Eumur― como había hecho ya varias veces, mordió mi cara, dejando sus dientes marcados― mierda, ¿Por qué estás tan apretada?

Apoyé mi cabeza en el suelo, ya resignada.

Luego de haberme despertado a los gritos y sacudones, Rahim se había dedicado a violarme y ultrajar mi cuerpo de todas las formas posibles. Su excusa era que: uno, era su esposa y dos, tenía que castigarme por haber intentado escapar. Cualquier persona con dos dedos de frente intentaría escapar si tu esposo te maltrata psicológica y físicamente.

―vas a darme un hijo, saghir― negué― sí, claro que lo harás― su voz estaba ya acelerada, pronto volvería a correrse dentro de mí.

―Rahim por favor, me duele mucho― las lágrimas siguieron saliendo de mis ojos, pero él no les tomó cuidado.

―te lo mereces, Eumur― sacudí mi cabeza― ¡Si, sí que lo haces! Por zorra, por querer escaparte de nuevo.

Se movió con mayor rapidez dentro de mi cuerpo y no pude evitar gritar por el dolor. Sentía como si me estuvieran desgarrando. Finalmente, un líquido espeso me llenó. Rahim me soltó, dejando caer mi cuerpo al suelo y se subió los pantalones.

Acurruqué mi cuerpo contra la pared mientras él abrochaba su ropa. No sabía dónde estaba la mía. Desde que había despertado luego del incidente del patio, Rahim me había mantenido desnuda.

―ten― con violencia Rahim tiró un pedazo de tela sobre mí― báñate y póntelo― me ordenó.

―no puedo moverme.

―¡Me importa una mierda! ― Rahim se agachó a mi lado y tiró de mi pelo para que lo mirase― si te digo que vayas a bañarte, lo haces, ¿Entiendes? ― sin esperar respuesta, me soltó bruscamente y golpeé mi cabeza contra la pared― vendré a buscarte en quince minutos. Te quiero lista, saghir y pobre de ti si no lo estás.

Cuando él salió de la habitación, hice mi mejor esfuerzo por pararme. Rahim me había lastimado y cada vez eran más los hematomas que estaban dispersos por mi cuerpo. La cara, la cadera― por sus manos― el pie, de haberme tirado por la ventana. No quería eso. No esperaba una vida así.

A paso de muerto me metí al baño y cerré con seguro con la vaga esperanza de detener a Rahim de intentar hacerme algo de nuevo, pero sabía que no había nada que lo detuviera.

¿Por qué Rahim de repente quería un hijo? ¿Por qué se había casado conmigo en primero lugar? ¿Sería ese su motivo de haberse precipitado a un matrimonio con una mujer que no conocía, es decir, yo?

Templé el agua de la ducha mientras todas esas dudas vagaban en mi cabeza. No me demoré mucho bajo el agua. Sólo lo justo para poder sacar los restos de semen de mis piernas y la transpiración de mi cuerpo, además del aroma que Rahim había dejado en mí.

Saghir, amor árabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora