Escena 2- Rahim mientras Eumur estaba en el Ref.

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Rahim cuando Eumur se fue.

Dos malditos meses.

Sesenta y un días.

Mil cuatrocientas sesenta y cuatro horas.

Ochenta y siete mil ochocientos cuarenta minutos.

Y demasiados segundos. Agónicos segundos.

¿Por qué la había cagado de esa forma? No debí tocarla, no debí ponerle un dedo encima al menos hasta que el bebé naciera. Los tiempos condicionales ya no me servían de nada. Ellos no harían que Eumur volviera.

―¿Por qué? ― inútilmente me pregunté a mí mismo.

La noche anterior, Abdel,Yasim y Taf habían llegado con la noticia de que encontraron ropa de hospital tirada en la ruta. Me habían pedido si tenía alguna cosa de Eumur como para sacar alguna cosa de su ADN y verificar si esa bata le pertenecía.

Hoy me lo dirían.

Dijeron que también había sangre. Que era de la bata y que claramente podría haber sido de Eumur. Sin duda, podría ser de ella. en especial desde que mi lado borracho de hijo de puta había salido.

Esa noche... cada puto segundo estaba grabado a fuego en mi cabeza y todas las putas noches, cada vez que intentaba cerrar los ojos y dormir, sus gritos y súplicas venían a mí.

Le harás daño al bebé.

Si le haces algo a mi hijo, te prometo que no nos verás nunca más.

¡Rahim, basta! ¡Basta! Detente, Rahim...

―¡basta! ― en vano, volví a correr por la casa buscándola. Con la esperanza de que ella se hubiera quedado dormida en la biblioteca, leyendo algún libro que no tuviera permitido―¿Por qué, joder, por qué?

No tuve mucha conciencia en lo que hice, en ese momento. Algo muy malo me poseyó y empecé a tirar todo en mi habitación, nuestra habitación. Cada mueble, objeto y cosa que tenía enfrente fue rota por mi furia.

Y por primera vez, en mucho tiempo, lloré.

Lloré porque había dejado ir a la mujer que podría haber amado.

Cinco meses.

¿Podía uno enamorarse de alguien que cada vez tenía más lejos? ¿O que no estaba seguro de tener?

Ella no había vuelto, aún. Tampoco estaba en mí la certeza de que lo hiciera. Lo único que tenía en mi cabeza en ese momento, era que mi intuición fuera buena, aunque a este punto no sé si es intuición o una estúpida esperanza.

La necesitaba. Necesitaba encontrarla. Sentía como si cada centímetro que el tiempo ponía entre nosotros, estuviera tirando de mí en su dirección. Debo encontrarla, ella está viva.

Ella tenía que estarlo.

Toda la ciudad sabía quién era Eumur Zidan. Había monopolizado las noticias del país pidiendo su rescate, captura, recuperación o la palabra que fuera necesaria para que encontraran a mi esposa. Todavía ninguna persona lo había hecho.

Había hablado con su padre cuando Eumur había desaparecido, mucho antes. Él se alegró y me dijo que desistiera, que buscarla no es una buena inversión. Corté la llamada y romí mi teléfono contra la pared. Luego empecé a golpearla con mis puños, buscando sacar esa mierda de adentro.

―ella no es una inversión, ella es mi esposa, ¡Mierda! ― grité al yeso frente a mí― ella es mi esposa, lo es ― intenté convencerme― y la quiero, la quiero.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2017 ⏰

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Saghir, amor árabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora