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ACLARO: Hattah es la pronunciación árabe del velo que las mujeres musulmanas llevan en la cabeza (algunos hombres también, pero es diferente) en español creo que se la conoce como Hiyab. DEJO FOTO EN MULTIMEDIA

Eumur.

―Ya terminé ― le dije a Rahim, dejando el plato al costado de mi pierna.

―¿No vas a comer más? ― el hombre miró mi plato, con la comida que había dejado― no has terminado.

―es que no tengo más hambre― me expliqué― no me entra nada más al estómago, Rahim.

―¿Sabes que debes comer, no?

―yo como― me defendí.

―lo haces ahora. Unos días atrás, estuviste casi una semana sin ingerir bocado, Eumur.

―pero ahora estoy comiendo, así que no me molestes― insistí.

―mira, Eumur, yo no te molesto, yo te cuido.

No pude evitarlo, me reí.

―¿Cuidarme? ¿Sabes que mentir te hará ir al infierno?

―¿Y sabes tú que querer perder tu embarazo, ponerte en contra de tu esposo e insultarlo te harán ir al V.I.P del infierno?

Me quedé callada. En cierta forma, él tenía razón, pero no pensaba admitírselo.

―¿Puedes dejarme en paz, Rahim?

―¡Lo ves! No me respondes porque sabes que tengo razón― él me sonrió socarronamente y se acomodó mejor en la cama luego de sacar los platos y dejarlos en el suelo, al lado. Se acostó como para dormir y yo me quedé mirándolo como una boba― ven ― Rahim me acomodó como si fuera un peluche y me acostó a su lado.

―Rahim, déjame en paz, ya has hecho suficiente.

―mira, saghir, he dormido como la misma mierda luego de tu ataque de llanto a las tres de la madrugada. Así que hazme el favor de quedarte callada y cerrar tus lindos ojitos para que yo pueda descansar como es debido.

―¿Y para qué me necesitas a mi aquí? ― intenté salir de la cama, pero me frenó― si quieres dormir hazlo, yo me iré.

―primero, necesitas dormir tú también. Estás demacrada, saghir― me miró detenidamente los ojos y un poco más abajo, en las ojeras― necesitas dormir tanto o más que yo― volvió a posicionarme como él quería― además de que no tienes permitido salir de la cama, ¿Lo recuerdas?

―ya estoy bien― argumenté.

―eso crees tú, pero Abdel no ha dicho lo mismo ― Rahim cerró los ojos y suspiró― hagamos un trato. Tú te duermes y cuando despertemos te dejaré salir de la cama e ir por alrededor de la casa.

Lo medité.

―bien.

―duérmete― me apretó la cadera con su mano enorme y me alejé― ¿Ahora qué te pasa? ― habló con tono cansino.

―no necesitas tocarme para poder dormirte, Rahim.

―no, pero duermo más cómodo.

Me resigné, suspirando y me acomodé de espalda a su pecho. Si no lo veía, era menos probable que me incomodara su cercanía. Aunque era difícil ignorar su presencia, sobre todo porque el hombre tenía una mezcla de perfume y shampoo que dejaba un rastro de esencia por donde pasara.

Cuando volví a abrir los ojos, Rahim se había apoderado de mi cuerpo y me utilizaba como almohada, dejando su cabeza en mi estómago. De no ser porque lo odiaba y porque era un hombre al que aborrecía por completo, la imagen podría ser considerada como tierna.

Él seguía dormido y su respiración era calma y relajada. Yo necesitaba ir al baño. A una parte incoherente de mi le dio pena el tener que despertarlo, pero a la Eumur racional le daba gracia y satisfacción.

―Rahim― pasé mi mano por su pelo, tratando de despertarlo. Él gruñó y se apretó más contra mí ― Rahim, despiértate.

―¿Qué quieres, saghir? ― habló con voz ronca.

―necesito ir al baño y tú estás impidiéndolo ― se movió con un suspiro exagerado y finalmente pude abandonar la cama para ir a hacer mis necesidades.

Cuando terminé, volví a la habitación y me quedé observando al hombre que dormía ajeno al resto. Me acerqué, levanté los platos con los restos de comida de hacía unas horas y caminé a la puerta para salir. Rahim no podría decirme nada por salir de la habitación, ya que ese había sido nuestro trato en primer lugar. Yo dormía con él, él me dejaba ir por la casa.

Caminé hasta la cocina, rogando porque no hubiera otra persona en la casa― debido a que sólo vestía con una camiseta de mi esposo― y me serví un vaso con agua. Lo bebí rápidamente, dejé los platos sucios en el lavavajillas y observé el pasillo por el que había entrado al lugar.

Tendría que regresar por ropa, puesto que no podía andar por la vida usando ropa de mi esposo y mostrando algo que no fueran mis manos. Volví a la odiada habitación y agarré el único vestido que Rahim había dejado a la vista. No tenía idea de en dónde estaba el resto de mi ropa.

―¿Qué estás haciendo, Eumur? ― Rahim se incorporó de la cama.

―vistiéndome para salir.

Rahim se rio.

―¿Disculpa? ― habló incrédulo― ¿Salir a dónde, Eumur?

Crucé mis brazos, completamente indignada. ¡Maldito traidor!

―me has dicho que si me quedaba en la cama contigo podría salir de la maldita habitación.

―no te he dicho que lo harías sola.

―¡Rahim!

Él se rio.

―no puedes jugar un juego del que no sabes las reglas, saghir. Ya deberías saberlo― Rahim se levantó y saqué mi vista de su pecho sin playera ― ten― caminó al armario donde sabía que estaba su ropa y sacó un vestido para mí― ponte esto.

Era un vestido sin mangas, pero largo, por debajo de las rodillas.

―¿Ahí está mi ropa?

―no, no he traído tu ropa, sólo están algunas prendas.

―¿Y cuándo podré ir a buscarla?

Rahim me miró.

―¿Realmente quieres ir a tu casa, donde están tu padre y tu hermano?

Pasé saliva.

―son mi familia― traté de afirmar.

―yo soy tu familia. Nuestro hijo será tu familia. Ellos ya no lo son.

Intenté cambiar de tema:

―¿Puedo irme ya? ― agarré el vestido que él tenía en la mano y me metí al baño para ponérmelo. Probablemente también debía buscar la hattah, pero como estaría dentro de la casa no podían penalizarme por incumplimiento.

―vamos― Rahim me habló cunado ya salí del baño.

Caminé detrás de él por el pasillo, atravesando la cocina hasta llegar a la puerta que daba al patio trasero― enorme parque lleno de árboles y guardias, por lo que recordaba ― en donde Rahim se detuvo antes de abrirla.

―estoy poniendo un poco de confianza en ti, saghir, intenta no defraudarme.

Le sonreí. Tal vez estaba un poco agradecida por el esfuerzo que él también estaba poniendo en tratarme mejor.

―haré el esfuerzo.

Rahim me hizo una mueca y abrió la puerta. En el casi mes que llevaba con Rahim, eso fue lo más libre que habría podido estar.

Llené mis pulmones del aire fresco y cerré los ojos, disfrutando de la sensación de libertad momentánea que estaba teniendo.

/���)�in

Saghir, amor árabeΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα