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Dejé el quinto vaso de Whisky, frustrado. ¡Esa mujer me estaba volviendo loco! Completamente loco. Apagué el puro que había estado fumando los últimos minutos y suspiré antes de frotarme la cara.

No podía dejar que las hormonas de Eumur me dominaran. No podía permitir que la mujer me manejara a su antojo. ¿Ella quería que volviera a ser el hombre frío que tanto odiaba al principio? Bien, eso sería. Ya no más preocupaciones, no más consideración, no más nada. Si la quería tener debajo de mí, gimiendo mi nombre, lo haría. Ya no me preocuparía por nada relacionado con Eumur.

¿Y tu hijo, Rahim?, la voz en mi cabeza sonaba muy parecida a la de Eumur, ¿También lo lastimarás a él?

Tendría que encontrar la manera de hacer cambiar de parecer a Eumur o lastimarla sin hacerle daño a mi hijo, ¿Pero cómo? Además, estaba disfrutando de la Eumur de ese momento. La no gritona, la Eumur con la que no tenía que discutir y a la que no tenía que atar a la cama para evitar que se escapara.

¡Y ahora ella quería venir a cambiarlo todo!

Caminé a mi habitación, intentando no hacer ruido para no despertar a mi esposa y me saqué la ropa, dispuesto a meterme de una vez por todas en la cama. Eran ya cerca de las cuatro de la mañana.

Eumur se movió un poco cuando me acosté al lado de ella, pero no la desperté. Era lo último que necesitaba, en realidad. Me quedé mirándola unos minutos. Su rostro con gesto pacifico, sin tensión; sus mejillas más rellenas, sus brazos, su abdomen, ya un poco más relleno y redondeado. Mi hijo.

Realmente estaba empezando a sentirme emocionado por el hecho de ser padre. No es algo que rondaba por mi cabeza antes de casarme con Eumur, porque no era un plan, pero todo eso cambió cunado Eumur terminó en mi cama.

De nuevo, Eumur se giró en la cama y suspiró.

―deja de mirarme, joder― ella abrió los ojos― me siento acosada, que sepas.

Se acomoda, quedándose sentada y me mira.

―vuelve a dormirte― le ordené.

―¿Acabas de acostarte, no?

―te dije que te durmieras― repetí, sin querer indagar en cuánto hacía que estaba en la cama― duérmete, Eumur, joder.

―no me has respondido.

―tú te estás buscando una bronca, ¿Es eso?

―no, sólo...

―te estoy diciendo que cierres la puta boca, que te duermes y que dejes de molestarme, joder, ¿Es tan difícil? ― le grité, ya enojado.

―¿Puedes no gritarme? ― ella habló, un poco nerviosa― no te estoy diciendo nada, sólo te hice una pregunta. Olvídalo― Eumur se acomodó en la cama, dispuesta a dormirse.

―¡No! Si me estabas hablando, ahora lo dices― la agarré del brazo, incorporándola de nuevo―¡Te estoy hablando, Eumur! ― le grité al ver que ella no me respondía y trataba de ignorarme.

―me estás lastimando.

Me reí.

―¿Y no era eso lo que querías?

―no.

―¡Te jodes! ― le grité nuevamente, dejándola boca arriba mientras ella seguía con los intentos de soltarse― querías que me portara así contigo, pues lo haré. No más quejas, saghir, no más gritos. No vas a volver a abrir tu puta boca a menos de que te lo diga.

―me estás lastimando― volvió a decir.

¡Como si me importara!

―te dije que cerraras la puta boca, Eumur― dejé caer mi mano en su cara, golpeándola.

Ella me miró.

―¿Estás borracho?

Tal vez. Me había tomado unos cinco o seis vasos de Whisky así que tranquilamente podía estar un poco tomado.

―no― jamás se lo reconocería― y eso no tiene nada que ver, ¡Mierda!

De nuevo, Eumur forcejeó contra mí.

―me estás lastimando, Rahim. ¡Para! ― no la escuché y volví a recostarla, poniéndome sobre ella― ¿En serio? ― había falta de credibilidad en su voz― ¿Vas a violarme?

―no existe la violación mientras seas mi esposa― escupí.

―vas a hacerle daño al bebé y eso sí que no te lo perdonaré jamás, Rahim.

No la escuché. En ese momento, el bebé poco me importaba. Quería tener a Eumur debajo de mí, gritando, pidiéndome que parara y seguir poseyéndola como si fuera un objeto.

Ella es mía.

―no le voy a hacer daño a nadie, saghir― empecé a subir su camisón de dormir mientras ella pataleaba. No me hizo nada. Eumur casi no tenía fuerza en comparación con la que podía emplear yo en su contra― ¡Si sigues moviéndote me encargaré de que no puedas salir de la puta cama en una semana!

Ella no frenó. La escuché sollozar y gritar mientras seguía en mi tarea de sacarle la ropa. Tuve que volver a pegarle un par de veces, para calmarla, pero ella simplemente se movió con más fuerza, sin entender.

―si algo le llega a pasar a mi hijo, te juro Rahim, que voy a acabar con tu miserable vida― me dijo, ya sin moverse― te dije que con él no, Rahim. Te dije que si querías lastimarme a no iba a decir nada, ni iba a poner resistencia, pero no a mi hijo.

Terminé de sacarme la ropa, sin decirle nada. Me puse sobre ella, separé sus piernas.

―yo nunca le haría daño a mi hijo, Eumur. Nunca.

Entré en ella, sin darle mucha parsimonia. Eumur chilló de dolor, pero tampoco me importó. En ese momento, sólo me importaba llegar y tumbarme a dormir.

―ya lo estás haciendo― la escuché decir entre la neblina que se había formado en mi mente― ¡Me estás lastimando, para!

―cierra la puta boca― sin dejar de moverme, tiré de su pelo hacia atrás y la obligué a mirarme― si no quieres que te deje peor, cierra tu puta boca y deja de quejarte.

―me duele, Rahim― sin hacerme caso, Eumur puso su mano entre nosotros, intentando que saliera de ella.

―te voy a terminar rompiendo los brazos a ver si entiendes― sostuve sus manos entre nosotros, apretándola contra su estómago, sin medir la fuerza que usaba―¿Te vas a quedar calmadita, esposa?

―me estás lastimando― repitió.

―me importa una mierda― le dije― cierra tu puta boca, Eumur.

No tardé mucho más. Pronto ya estaba liberándome y dejando a Eumur en la cama mientras lloraba. No me percaté de nada mientras iba al baño y me enjuagaba la cara. No me percaté de nada hasta que volví y vi a la mujer hecha un ovillo en una de las esquinas de la cama, con sangre entre las piernas.

Saghir, amor árabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora