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¿Adivinen quién tuvo tiempo y se puso a escribir...?

Rahim se sentó a mi lado en el suelo y pasó su brazo por alrededor de mis hombros.

―ya está, saghir. Ellos ya se fueron.

En un acto casi desesperado buscando consuelo, me aferré a su cuerpo y me apreté contra su torso. Durante varios minutos me quedé así, con mi esposo, abrazándolo, llorando como una débil.

―lo siento― cuando logré recomponerme, separé mi cuerpo del suyo y sequé mi cara, tratando de arreglar el desastre que mostraba― fue un momento de...― 'debilidad' completé en mi mente, pero no quise decírselo.

―no se lo diremos a nadie, ¿De acuerdo? ― Rahim me sonrió e intenté devolverle el gesto, por muy feo que quedara acompañado por mi cara roja y los ojos hinchados.

―está bien.

―¿Ya estás mejor? ― me miró de cabeza a pies, examinándome.

―si, ya estoy bien― intenté pararme, pero mi cuerpo estaba bastante entumecido. Intenté disimular el dolor que me produjo moverme, pero Rahim, como siempre, notó que algo me pasaba.

―¿Qué va mal?

―me duele el cuerpo, no es nada― le resté importancia.

Rahim me levantó sin esfuerzo alguno, a pesar de que me quejara sobre poder hacerlo yo solita.

―te dejaré en la cama― me dijo mientras que me bajaba sobre la suave superficie en donde dormíamos.

―gracias― murmuré.

―no hay de qué, cariño― me sonrió y por un segundo deseé que todo se congelara en ese momento en el que estábamos bien. Él se había portado excelentemente conmigo y había echado de la casa a la única persona que me podía hacer daño, aparte de él.

Por su lado, Rahim no había vuelto a levantarme la mano. Esperaba que siguiera con su promesa de no hacerlo mientras cargara a su hijo dentro de mí. También deseaba― muy en lo profundo― que ese pacto durara posteriori al nacimiento de nuestro hijo.

―creo que me dormiré― dije, como para cortar un poco el silencio que se había formado.

―bien, yo me pondré a hacer algunas cosas que me quedaron pendientes― Rahim se alejó de la cama y agarró su portátil del escritorio cerca de la ventana― me quedaré por aquí ― se sentó del otro lado de la cama y lo encendió, frunciendo el ceño― pensé que lo había cargado― volvió a pararse y trajo el cargador, conectándolo a un enchufe cerca de la cama.

Al cabo de un rato― en el que me dediqué a mirar el techo de la habitación, alternando a la pared luego de haberme puesto mi pijama― Rahim se detuvo, se frotó los ojos y me miró.

―¿Tengo algo en la cara? ― le pregunté medio en broma al ver que no dejaba de mirarme.

―¿Quieres mirar una película?

Alerta. Alerta. Alerta de esposo simpático.

―no puedo ver películas, Rahim, ¿Lo olvidas? Al menos no la misma clase de películas que puedes ver tú.

―como te dije respecto a los libros, Eumur; no estás rompiendo una regla si nadie lo sabe ―Rahim me miró con una sonrisa pícara y acomodó el portátil en sus piernas de manera que ambos pudiéramos ver la pantalla― ¿Cinema paradiso está bien para ti?

―no sé de qué va― le respondí sincera.

―te gustará, lo prometo ―Rahim la buscó en una página para ver películas en la que parecía estar registrado y cargó la película en menos de cinco minutos ― no vayas a dormirte― me codeó despacio, en chiste y lo miré.

―no prometo nada.

Me acomodé mejor y descansé mi cabeza en el respaldo de la cama. Rahim hizo lo mismo y apoyó parte de la portátil en mi pierna, de manera que la vista fuera mejor para ambos.

Le dio al botón de play y un teléfono empezó a sonar. La película parecía ambientada en la postguerra y me atrapó en las dos primeras líneas.

En sí, la película fue tranquila. La que no estaba tranquila, era yo. Rahim se acercó cada vez más hasta que nuestros brazos se rozaron por completo y un chispazo de energía saltó entre nuestros cuerpos. No hice comentario alguno sobre eso y seguimos mirando la pantalla, cada uno ensimismado.

Saqué mi brazo de entre medio de los dos y lo puse sobre mi estómago, agarrándome la otra mano. Rahim me miró por un segundo, frunciendo el ceño, pero de nuevo se quedó sin decir nada.

Todo estaba yendo bastante bien hasta que no tuve mejor idea que empezar a dormirme. Para cuando fui consiente, mi cabeza estaba apoyada sobre el hombro de mi esposo y él me había rodeado con un brazo. No me dormí, simplemente descansé mi cuerpo contra el de él y seguí mirando la película sin despegarme. Estaba cómoda, para qué negarlo. Además, tenía que aprovechar los momentos en los que no nos queríamos tirar de los pelos y podíamos ser civilizados.

―¿Te dormiste, saghir? ― Rahim torció un poco la cara en mi dirección, para ver si tenía los ojos abiertos.

―no― murmuré con la voz ronca por no haber usado la garganta por más de dos horas. La película había durado más de ese tiempo y cuando miré el reloj en la pared frente a mí, ya marcaba las once de la noche.

―será mejor que lo hagas, así mañana no estás toda de mal humor por haber dormido poco― me dijo, todavía sin sacar el aparato de nuestras piernas.

―¿Mañana tengo que ir de nuevo contigo?

Rahim se mantuvo callado por varios minutos.

―tal vez no, veremos cómo te sientes por la mañana y si no te quedas aquí con alguien...

Mi corazón se disparó con miedo al pensar en que tal vez sugiriera a mi padre o Alí para acompañarme durante el día.

―puedo estar bien por mi cuenta, Rahim.

―eso lo sé, pero no quiero que te pase nada― se incorporó un poco, dejando el aparato en el suelo, al lado de la cama y volvió a acomodarse en la cama― duérmete― apagó la luz de la habitación y cerré mis ojos, intentando dormirme.

Sentí el ruido de la ropa de Rahim siendo sacada y luego su cuerpo de nuevo en la cama. Pasó su brazo alrededor de mí y me tensé, pensando que mi racha de buena suerte se había acabado. Para mi sorpresa, sólo dejó un beso en mi mejilla y se acurrucó contra mi espalda.

―que descanse, Eumur.

No fui capaz de responderle nada.

ƶ\,

Saghir, amor árabeWhere stories live. Discover now