-14

10.2K 657 65
                                    

Pasen por Obsesión :) seguro les gusta :*

Uno, dos. Uno, dos. Ese era el ritmo de los latidos de mi corazón. Uno, dos. Uno, dos.

—¿Te ha quedado claro?― Rahim levanto de nuevo su mano y la descargó con toda su fuerza contra mi culo.

No le respondí. Jamás le daría el gusto de nuevo. Me había rebajado varias veces ya y esta vez no pensaba dar mi brazo a torcer.

―espero que te pudras en el infierno―mascullé con todo el odio que podía poner en las palabras.

― ya te lo he dicho, Eumur. Tú te iras conmigo. ―Cerré los ojos con fuerza cuando de nuevo golpeó mi trasero. No grité, no chillé por el dolor. Sólo porque no quería darle el gusto de verme sufrir. ―¿Quieres que me detenga?

―quiero que te mueras, solo eso― medio susurré. La voz se me había quedado ronca luego de la manera brusca en la que él me había tratado el día anterior.

―¿En serio vas a desearle la muerte a tu esposo, saghir?

Sabía que odiar estaba mal. Mi religión me decía que aceptara al prójimo, con sus defectos y virtudes y que potenciara su bondad, pero Rahim estaba vacío de ese gesto. Él era un maldito bastardo que sólo servía para hacerme sentir como la mierda.

―no vas a hacerme sentir mal por odiarte, Rahim.

Y no mentía. Tenía tantos sentimientos negativos por él, que nada de lo que dijera o hiciera podía hacerme sentir mal.

―es una lástima― sentí la burla en su voz.

Rahim aflojó las piernas y caí de boca al suelo. Mi cuerpo a duras penas resistía otra ronda de golpes. Mi cara seguía hinchada y ni hablar de mi trasero. Era la segunda zurra que me daba en menos de una semana y los moretones eran evidentes. Tenía miedo de mirarme en un espejo. Los evitaba a toda costa.

―¿Te vas a quedar en el suelo, Eumur? ¿O harás algo productivo? ― Rahim se paró.

Hice un esfuerzo, ocultando el gesto de dolor de mi cara y me levanté. Tenía que mostrarme indiferente a sus golpes, pero eso me podía llevar a dos consecuencias: él dejándome en paz, al ver que sus golpes no servían o él pensando que era demasiado blando conmigo y que sus palizas aumentaran.

En tan sólo días, mi vida había dado un giro de trescientos sesenta grados, para volver a lo mismo. Golpes, abusos. Sólo que esta vez, no era mi padre quien me pegaba, era mi esposo.

―ve a preparar algo para comer― me ordenó.

―no pienso cocinarte― me planté frente a él. Era ridícula la diferencia de altura y contextura. La hormiga enfrentando al elefante― no soy tu sirvienta.

Rahim no tardó en empujar mi cuerpo al suyo para tirar de mi pelo hacia abajo, obligando a sí a que mi cara mirara a la suya.

―eres mi esposa, Eumur. Está entre tus tareas el tener que cocinarme.

―no soy...― empecé a refutar nuevamente, pero Rahim golpeó mi mejilla ya lastimada.

Esa vez, no pude contener el chillido de dolor.

―¡ME IMPORTA UNA MIERDA LO QUE CREAS SER O NO, SAGHIR! ― se acercó de nuevo (el golpe me había movido un poco de lugar) y agarró mi cara con fuerza, poniendo empeño en las zonas que él sabía que me dolían― si te digo algo lo haces― sonrió socarronamente pero mantuvo los dientes apretados― ¿Te ha quedado claro, esposa?

―si― musité rendida.

―rebelde sin causa― Rahim musitó algo más para luego aflojar su agarre y abrazarme― yo te intento tratar bien, Eumur, pero no me lo dejas fácil.

Saghir, amor árabeWhere stories live. Discover now