Cuando la luz siente dolor.

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Especial.
Parte 1/2

— Maestra¿no es blasfemia el querer lo ajeno?.

La pregunta de su discípulo le hizo dejar de leer el libro sobre teorías alternas de los mundos espirituales. Fijo su mirada en Amir que estaba observando sobre la esfera de nube a los humanos, al parecer su pupilo sentía cierta fascinación en los humanos.

— Se le considera un pecado, los humanos desean siempre lo que no tienen, envidian aquellos que si lo tienen, cuando lo tienen desean más, a eso le llamamos avaricia.

Amir asintió emocionado le vio anotar sus palabras en un pergamino. La puerta de la habitación se abría con fuerza dejando ver a un Aiden enojado.

— Vete –ordeno Aiden furioso–

— A que debo el honor de tu visita.

Retomo su lectura e ignoro la furia de su hijo, el libro le fuera arrebatado y lanzado lejos de ella.

— ¿Cuando pensabas decirme que mi padre es Abimalec? –la iris dorada de Aiden comenzó a brillar–

— Nunca –respondió sin amedrentase ante la actitud furiosa de su hijo– Altair te lo dijo.

— ¿Lo sabias?

Observo a su hijo, no tenía nada que admitir ni explicar.

— Tus preguntas carecen de respuesta y poca interrogación –le respondió–

La risa burda y sin emoción que soltó Aiden le indico que no estaba feliz con su respuesta, su hijo tenía poco control sobre las emociones, que actuaba de acuerdo a ellas.

— olvídate de Abimalec.

— oh claro, seguir como que el Espíritu Santo te haya fecundado, eres una hipócrita.

— Es un tema pasado, controla tus emociones.

— prefiero ser así que una hipócrita, te crees mejor que los demás pero no lo eres –gruño Aiden– ¿que te costaba decirlo? ¿porqué tanto misterio?

— Aiden –riño a su hijo– basta, no voy hablar de eso contigo ni con nadie.

— claro... Nadie es digno de su santidad –se burlo Aiden– eres igual a todos, no eres mejor que los demonios.

— Cállate, no sabes lo que dice –logró decir con la voz más firme que pudo– tu no sabes nada.

— Lo sabría si dejarás de ocultarte.

— Vete –ordeno– si tanto me odios vete.

— No sabes cuánto le eh pensado –Aiden río amargamente– pero siempre te puse delante de todo, antes de Klaus, antes del consejo, de los demás ángeles, pero veo que no vale la pena.

Desecha vio como su hijo salía de la habitación, las piernas se le doblaron sin fuerzas cayó al suelo, sus alas tocaron el suelo, se extendieron caídas, el dolor era tan pertubador...

Sentía todo en carne viva, no sabía que estaba llorando hasta que sintió algo cálido caer en su mano.

Comenzó a llorar, se tapó el rostro no importaba si la veían, sus hijos la odiaban por ser una mala madre... Ella no sabía como expresar sus sentimientos, ella sólo quería lo mejor para ellos pero quizás Bataista tenía razón, nadie podía querer a un ser como ella, fría, erudita, veraz, nada femenina.

El dolor aumentaba a conformé ella dejaba salir las emociones, estaba dejándose llevar y no debía, sus poderes se descontrolaban.

Respiro hondo, y Amir entro.

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