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Los días que siguieron las cosas se mostraron normales, había días enteros en que no se dirigían la palabra y otros que conversaban un poco o hacían algún mandado juntos. Leo empezó a sentir que su tan acostumbrado malhumor disminuía, contrario a lo que había esperado, sin embargo, la relajada vida en ese sitio, su calma, la naturaleza, la gente nueva que no lo conocía y por tanto no esperaba nada de él, le habían dado un respiro.

Esmeralda aún le parecía una chica extraña, por momentos se mostraba algo sumisa y permisiva, era sumamente obediente, al punto de no plantearse si las reglas que seguía en su casa eran o no favorables para ella, si la madre o el padre le daban una orden, ella la cumplía aunque no tuviera ganas, no peleaba ni se quejaba, ni siquiera ponía mala cara y eso a Leo no le parecía normal, y menos a su edad. De hecho, si se hubiera tratado de él ya hubiera pegado algunos alaridos si lo hubieran tenido haciendo mandados y cosas de la casa todo el día como a ella. El tal Tony se aparecía de vez en cuando por la casa, venía una o dos veces por semana y ambos se quedaban conversando en el pórtico o en la sala. El chico le había tomado mucha confianza y lo saludaba como si fueran amigos de toda la vida y eso a Leo no le agradaba, sin embargo, a esas alturas había llegado a la conclusión de que en ese pueblo se trataban así, era obvio, eran pocos y se conocían casi todos.

Beatriz había estado muy ocupada ordenando lo de su nuevo empleo, las clases estaban por comenzar y ella debía preparar sus planificaciones y demás. Leo había intentado preguntarle por qué lo había inscrito en ese colegio, pero ella solo dijo que porque quedaba cerca y tenía buenas referencias de Magali. Un día su madre llegó con el uniforme de la escuela y a Leo casi le da un ataque de solo pensar que tendría que vestirse así todos los días, no estaba acostumbrado a ello pues en su colegio anterior no se estilaba el uso de uniformes.

—Quieren matar las individualidades —gruñó mientras observaba el pantalón de color azul y la camisa blanca tendidos en la cama.

—Ordena eso —dijo Beatriz sin darle importancia.

—Ya te pareces a tu amiga, siempre dando órdenes —zanjó Leo y Beatriz lo miró con reproche.

—Cuidadito, estamos en su casa, son sus reglas —añadió amenazante.

—¿Y cuándo nos vamos? —preguntó.

—Cuando me paguen el primer sueldo intentaremos buscar algo —dijo la mujer y el chico asintió. Su madre se veía cansada, agobiada, como si las cosas no estuvieran siendo fáciles para ella.

Para Esme la vida transcurría normal, la ansiedad y el malhumor empezaron a llegar a medida que los días de inicio de clases se acercaban. Tener que verle de nuevo la cara a los estúpidos que se burlaban de ella desde chica no le agradaba, pero era algo que sucedía cada año y ese al menos sería el último. Por otro lado, la idea de que Leo fuera su compañero tampoco le agradaba, estaba segura de que Matías y Jorge se apoderarían de él, un chico con el aspecto de Leo en su clan los haría poderosos. Y por supuesto, pronto estarían Camila, Luli y Nadia queriendo ligar con él, carne nueva, carne fresca... y, sobre todo, carne sexy. Esme se sorprendió a sí misma al pensar así de Leo.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora