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Una semana había pasado y Leo no regresaba, Esme estaba preocupada por él, le parecía raro que se retrasara tanto, sin embargo, él le decía que todo estaba en orden y que simplemente no podía regresar aún

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Una semana había pasado y Leo no regresaba, Esme estaba preocupada por él, le parecía raro que se retrasara tanto, sin embargo, él le decía que todo estaba en orden y que simplemente no podía regresar aún. La verdad era que no sabía cómo hacerlo, quería cortar con Vicky antes de regresar, pero la notaba mal, desanimada y demasiado endeble como para hacerlo, ya le había dejado oír un par de veces que quería quitarse la vida y Leo no sabía qué hacer al respecto. Lo habló con Xavi —que parecía ser el más centrado del grupo— y este le pidió que no le hiciera daño a su amiga, que estaba muy susceptible por la pérdida.

Leo la acompañó esos días y aunque intentaba mostrarse un poco más distante, no le gustaba verla sufrir así, después de todo era una persona que había sido muy importante en su vida. Sin embargo, cada día que pasaba solo podía sentir lo lejos que ya estaba de ella, lo diferente que eran ahora. Vicky intentó instarlo a beber, a drogarse de nuevo, a olvidar las penas con sexo, él intentó hacerle recobrar la compostura, decirle que esa no era la manera, que lo único que lograría era hundirse más, le recomendó que buscara ayuda, que no se perdiera de esa manera, que no se dejara vencer, que había una vida afuera de todo eso y que a pesar de todo era muy divertido vivirla.

—Estás muy cambiado, Leo —dijo Vicky con tristeza uno de esos días—. ¿Ya no me amas?

—No es eso —respondió él sintiendo que no era momento de aceptar aquello—. Solo quiero que salgas adelante, tú me ayudaste cuando yo me hundí tras la muerte de papá, yo solo quiero hacer lo mismo.

—Por favor no me dejes, Leo, si lo haces todo mi mundo terminará por acabar... Ya no me quedará nadie por quien respirar —suspiró y sollozó—. Recuerda que vamos a irnos juntos a buscar ese mundo donde seremos felices.

Leo la abrazó al verla quebrarse y sintió lástima, por ella, por él, por lo que habían tenido y había acabado, sin embargo y aunque él ya no sentía nada por ella, entendió que no podría cortar hasta que se sintiera un poco mejor, no se perdonaría jamás que ella hiciera una locura y él debiera cargar con esa culpa.

—No te dejaré —prometió y aquello laceró su corazón.

Cuando regresó, Esme lo esperaba en la estación con una sonrisa inmensa. Cómo siempre, ella había olvidado sus diferencias, había dejado de lado su molestia y su enfado y estaba allí, para él, como todos esos días en los que le dio fuerza y aliento para apoyar a quien ella creía era un amigo.

Al verlo corrió a abrazarlo y Leo sintió calor y dolor, el calor de un abrazo que había extrañado y el dolor que le causaba estarle mintiendo.

—¿Estás bien? Sé que no es fácil lo que tuviste que vivir esta semana, pero por aquí no ha sido lo mismo sin ti. —Se animó a decirle ella.

Sabía que tenían mucho de qué hablar, el beso, por ejemplo, entre otras cosas, pero ante nada necesitaba que él se sintiera bien y que la tristeza que traía impregnada en la mirada se diluyera, Esme pensaba que aquel episodio recién vivido había removido todos sus recuerdos con respecto a la muerte de su padre.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora