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El profesor Aldo separó a las chicas y les dio indicaciones a cada una

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El profesor Aldo separó a las chicas y les dio indicaciones a cada una. A Esme, le dijo que se imaginara que era una persona famosa, una estrella adorada por los jóvenes de su edad, a Luli le dijo que se quitara el zapato y metió en el interior un pinche que había tomado de la pizarra de corcho que colgaba en el pasillo. Ante las quejas de la muchacha por no poder caminar así, el profesor solo sonrió y le dijo que se imaginara que quería ser una gran modelo.

En el interior del salón, los alumnos preparaban los asientos en un semicírculo. Aldo ingresó e informó que harían un juego de roles. Les dijo que imaginaran que la primera compañera que ingresaba al salón era aquella persona famosa que cada uno admiraba, un cantante, una actriz, quien fuera, y que le hablaran como si en realidad aquel famoso o famosa ingresara al salón de clases. Luego les indicó que la segunda persona que ingresaba era una chica que no podía caminar bien y que ellos debían burlarse de ella lo más que pudieran.

Emocionados y divertidos, los chicos se prepararon para el juego. Así, cuando Esme ingresó al salón todos la miraron con adoración, algunos se acercaron a hablarle y le dijeron que era la mejor, que la admiraban, que soñaban con conocerla. Un compañero le dio un papel y le pidió que le firmara un autógrafo. Esme sonreía incómoda, nunca había recibido tanta atención de sus compañeros, todos la miraban y la admiraban como si en realidad fuera alguien famosa. Leo y Tefi sonreían a distancia sin inmiscuirse demasiado en el juego.

El profesor Aldo les dijo que volvieran a sus lugares y entonces hizo ingresar a Luli, ella intentó caminar y desfilar torpemente por el medio del salón, odiaba sentirse ridícula, pero no le quedaba de otra, tenía que seguir las reglas del tonto juego. Sus compañeros empezaron a burlarse, a ponerle motes divertidos y a reírse señalándola. Ella sintió que los odiaba a todos y no encontró gracia en aquel juego. Lo cierto es que algunos chicos y chicas que no la soportaban, aprovecharon la oportunidad para decir lo que en verdad sentían y que solían callar por miedo a ser ridiculizados.

Cuando terminó el juego, el profesor les preguntó a las chicas qué sintieron. Esme dijo que se sintió bien, importante, que nunca la habían tratado así. Aquello hizo que la clase quedara en silencio, algunos parecieron percatarse de que en realidad ella siempre había sido el blanco de burlas. Luli se quejó con voz chillona, dijo que a nadie le importó que ella no pudiera caminar porque tenía un clavo en el talón, que nadie se preguntó por qué rengueaba y que odió sentirse humillada, aunque hubiera sido solo un juego.

El profesor Aldo las mandó a sentarse y luego sonrió mientras esperaba que el silencio regresara al salón.

—Luli dio la respuesta —dijo entonces—. Nadie se puso en su lugar —afirmó—. ¿Alguna vez se han puesto en el lugar de aquellas personas que provocan sus burlas ya sea aquí en el aula o en cualquier otro sitio? Yo creo que no, si lo hubieran hecho, no se burlarían —zanjó—. Cada persona es y actúa de una manera por algo, un algo que a veces no conocemos ni nos disponemos a conocer, solo a juzgar. Medimos por nuestra regla, por lo que nosotros haríamos en su lugar sin pensar en cuál sería la realidad de esa persona.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora