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Leo esperaba a Esme entre sus rosas, siempre ingresaba al jardín saltándose la verja de atrás, así no necesitaba pasar por el frente y saludar a sus padres, sobre todo a su madre a quien sabía no le caía demasiado bien

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Leo esperaba a Esme entre sus rosas, siempre ingresaba al jardín saltándose la verja de atrás, así no necesitaba pasar por el frente y saludar a sus padres, sobre todo a su madre a quien sabía no le caía demasiado bien.

—Hola —saludó Esme viéndolo sentado en la banca donde solían conversar y cantar.

—Hola —respondió poniéndose de pie al verla, y regalándole una sonrisa. Esme se acercó y entonces quedaron frente a frente, Leo levantó con suavidad su mano para acariciar la mejilla de la chica—. Perdóname por el beso que te di hace un rato, no debí haberte besado de esa manera, pero me desesperé al ver que te marchabas —añadió.

—Está bien, creo que ambos tenemos que disculparnos por nuestra forma de actuar —respondió ella y el muchacho asintió.

—No tengas miedo, no de mí, Esme. No quiero hacerte daño, lo digo en serio... —añadió viéndola a los ojos ella asintió—. Esme... ¿quieres ser mi novia? —preguntó Leo algo nervioso—. ¿Sabes? Nunca se lo pregunté a una chica... es la primera vez que lo hago —admitió y la muchacha sonrió sintiendo que flotaba.

—Sí, quiero —afirmó con timidez, Leo la abrazó y recostó su cabeza en la cabeza de ella absorbiendo ese aroma suyo que tanto le agradaba, Esme recostó su cabeza en el pecho de Leo y escuchó su corazón tamborilear con fuerza en su interior, eso la hizo sentir halagada—. ¿De verdad terminaste con tu novia, Leo? ¿Te parece bien que iniciemos esto así, tan rápido?

—Terminé con ella, lo juro... no te volveré a mentir, lo prometo —admitió—. Y no me parece rápido, llevamos mucho tiempo juntos y esto se ha ido desarrollando paulatinamente, ¿no lo crees?

—Puede que tengas razón —dijo ella separándose un poco para mirarlo.

—¿Ahora puedo besarte? —preguntó el muchacho y ella sonrió.

—¿Ahora que somos novios lo preguntas? —bromeó.

Leo se acercó entonces a ella de manera muy lenta, como queriendo respirar el aire que ella respiraba, Esme cerró los ojos y sintió a las mariposas estallar en su interior, el chico juntó entonces sus labios con los de ella y la magia comenzó.

Se perdieron en ese beso por un buen rato, no era el primero, pero era especial y diferente, era como si se entregaran el uno al otro en ese gesto.

Se separaron lentamente y él sonrió acariciando con su pulgar los sonrojados labios de la muchacha, su piel era tan blanca que ante cualquier cosa quedaba más rosada de lo normal y eso a él le encantaba.

—Besas exquisito —dijo Leo y ella negó.

—Estás loco, Leo... soy muy inexperta en todo lo que respecta a estas cosas y lo sabes —afirmó algo tímida.

—Yo también —murmuró y ella lo miró levantando las cejas con ironía.

—Claro —susurró.

—Oye... es en serio, Esme. Te dije que nunca le había pedido a una chica que fuera mi novia, nunca antes he besado a alguien con tanta dedicación... ¿Sabes?, no sé cómo explicarlo, eres tan especial para mí, que cuando te beso, lo que quiero es que tú lo sientas, quiero expresarte en ese beso todo lo que me haces sentir, por eso quiero que sea fantástico —explicó, la muchacha sonrió—. Y nunca fue así antes, nunca me importó alguien de esta manera...

—¿Y tu exnovia? —preguntó Esme un poco insegura, pero necesitaba saber un poco más de aquello.

—Te contaré de ella... Se llama Victoria, le dicen Vicky, tiene nuestra edad y una historia un poco complicada. Sus padres no están nunca en casa, además tienen problemas... fingen tener una relación que en realidad no tienen y viven una mentira. Ellos se han criado solos, Vicky y su hermano eran como un binomio difícil de separar, pero la muerte los separó ahora. Ella ha transitado todos los caminos equivocados, cosas que tú no conoces, que no tienes ni idea que pasan en el mundo, desenfreno, fiestas, alcohol... drogas. —Leo bajó la vista avergonzado—. Cosas que yo también probé cuando sentí que mi vida ya no tenía sentido.

—Lo entiendo —dijo Esme y lo tomó de la mano mientras ambos se sentaban en el banco de nuevo.

—La conocí en la escuela, éramos del mismo grupo, y pronto comenzamos a salir. No hubo una declaración, no hubo sentimientos tan profundos ni ganas de hacerla sentir bien, Esme... La quise, no lo niego, y ella, a su manera, fue de gran ayuda en mis momentos difíciles... pero es distinto... era como si estando juntos el mundo se nos hiciera menos pesado, era como si a su lado me sintiera menos solo, ¿lo entiendes? Nos entendíamos, y... nos dejábamos llevar —dijo y Esme entendió aquella última frase, bajó la mirada algo cohibida, sintiendo que ella no podría igualar esa parte.

—La relación conmigo puede... ser muy aburrida, ¿lo sabes? —preguntó la chica y él sonrió.

—Nada aburrida, Esme, no digas eso... Además, no quiero que te compares con nadie, sé que dentro de ti lo haces, sé que te preguntas qué me gusta de ti o qué veo en ti y que tienes miedo de que no me agrade todo lo que eres —dijo y miró su cuerpo, él la conocía. Esme se encogió de hombros sin decir nada, él levantó su mentón con su dedo para que lo mirase—. Me gustas, toda tú, tal y como eres. No cambiaría nada en ti. —Afirmó y ella sonrió, le agradaba oírlo decir eso, aunque le costase creerlo. Leo acarició su cabello suave y escondió un mechón detrás de su oreja derecha, se acercó entonces para darle otro beso y esta vez fue Esme la que enredó sus brazos por el cuello del muchacho dejándose llevar por ese beso entre tierno y dulce que estaban compartiendo. Un sonido proveniente de la parte delantera de la casa los alertó.

—Es mamá, seguro ya llegó —dijo Esme—. Debo regresar... ¿Me llamas luego? —preguntó y él asintió.

—Mándame un mensaje cuando estés libre y te llamo.

Ella asintió y él se puso de pie, estaban de la mano y antes de dejarla ir, él le dio un tierno beso en la mejilla.

—Te quiero, Esme. —Le susurró al oído.

—Y yo a ti —respondió la muchacha. 

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Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora