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Esmeralda tomó el teléfono, suspiró y se lo llevó al oído, no estaba segura de querer conversar con Leo en ese momento

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Esmeralda tomó el teléfono, suspiró y se lo llevó al oído, no estaba segura de querer conversar con Leo en ese momento.

—Hola —saludó.

—Esme... perdón, sé que te sientes mal y molesta, sé que no te gusta que me comporte de esa manera, pero... ¿Podemos hablar? —inquirió.

—¿No lo estamos haciendo? —preguntó Esme.

—En persona, estoy frente a la casa de Tefi. ¿Puedes bajar?

—¿Estás loco? ¡Es tarde, Leo! ¿Por qué no lo dejamos así, mejor? Ha sido un día complicado.

—No me iré hasta que no bajes, si quieres puedo pasar la noche aquí —añadió Leo.

—Ufff... eres imposible —respondió Esme algo molesta.

—Imposible y terco, aquí espero lo que tenga que esperar —zanjó y cortó la llamada.

Esme esperó a que Tefi saliera del baño para comentarle lo que Leo le había dicho y preguntarle si creía que podía bajar sin que nadie la sintiera, no quería darle problemas a su amiga. Tefi le dijo que sí y la llevó por la salida trasera de la casa para evitar el sonido que la puerta delantera solía hacer al abrirse. Esme salió a la calle y buscó hacia ambos lados con la mirada, Leo estaba recostado por un pilar fumando un cigarrillo, ella caminó hacia él y el chico apagó el cigarrillo.

—Odio que fumes —dijo Esme acercándose y abrazándose a sí misma, estaba fresco y había dejado su campera en la habitación de Tefi.

—Yo odio muchas cosas —respondió Leo algo distante.

—Te hace daño, ya te lo dije, un día lo lamentarás —añadió la muchacha.

—¿Quién es el tal Adrián? —preguntó Leo para ir directo al grano. Esme suspiró y él negó con la cabeza—. Sabía que no era cualquier chico...

—Es un amigo de la infancia —explicó Esme—, nos criamos juntos, los tres: Tefi, Bam Bam y yo... es un año mayor que nosotras así que no íbamos juntos a la escuela, pero compartíamos todo. Cuando llegó la adolescencia, Adrián comenzó a salir con algunas chicas, ninguna nos gustaba a Tefi y a mí, así que se alejó un poco, hasta que un día sus padres le dijeron que deberían mudarse de país. Ellos consiguieron un buen trabajo y no le dieron opción, se lo avisaron seis meses antes.

—Ajá... sigue —dijo Leo ante el silencio repentino de la muchacha.

—Esos seis meses fueron muy intensos, cuando se enteró de aquello vino a contárnoslo y a pedirnos perdón por haberse alejado, compartimos mucho en ese tiempo... y cuando se tuvo que ir, él... me besó.

—¿Así como así? —preguntó Leo.

—Él me gustaba, Leo, pero era mi mejor amigo y yo no creí que él me viera de otra forma, sin embargo, ese día me demostró lo contrario. Pero me dejó confundida, porque se fue y no nos contactó nunca más. Pensé que se había arrepentido, que aquello había sido solo un adiós... intenté olvidarlo... Y entonces...

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora