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Cuando Esme despertó y vio el mensaje de Leo, sonrió sintiendo que todas las mariposas revoloteaban en su interior

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Cuando Esme despertó y vio el mensaje de Leo, sonrió sintiendo que todas las mariposas revoloteaban en su interior. Se quedó en la cama por un rato sintiéndose enamorada como nunca. Mientras se levantaba y se arreglaba para el día, se puso a pensar en todo lo que había cambiado en su vida durante los últimos meses, habían sido cambios para mejor, y eso le agradaba.

Su madre le preparó el desayuno y se lo sirvió, le preguntó entonces cómo le había ido en el ensayo y ella le respondió que muy bien.

—¿Ya tienes una idea de qué es lo que te gustaría estudiar, Esme? —inquirió.

—No, aún no... ¿Crees que podría ir a la capital e ingresar a una de las universidades de allá? —preguntó la chica. La verdad era que no lo había pensado antes, sin embargo, últimamente sentía ganas de ver mucho más allá de lo que la vida le había mostrado hasta ese momento.

—No lo sé, Esme. No es mala idea, pero tú, sola, en la ciudad... Hoy en día los jóvenes están muy descocados, hija, no quiero que te pase nada malo —respondió.

—No me sucederá nada, mamá. Además, no es tan lejos —dijo la muchacha, Magalí no respondió. Por un lado, sabía que no había muy buenas opciones en la zona, pero dejarla ir sola tampoco le parecía demasiado agradable.

—Bueno, pues ya veremos, primero ve pensando qué es lo que quieres estudiar.

—¡Leo! ¡Leo! —La voz de la pequeña Coti resonó desde la entrada, Esme sintió su corazón latir con fuerza y entonces lo vio, de la mano de su hermanita y con una sonrisa en los labios.

—Leo... —murmuró sin saber qué más decir y reprimiendo las ganas de acercarse a él y besarle.

—Hola... Mi mamá me dijo que viniera a invitarlos a comer pizza esta noche en casa —dijo mirando a Magalí.

—Ah... Es buena idea —respondió la mujer esbozando una sonrisa—. Le diré a Paolo, ¿ya desayunaste, Leonardo? —preguntó.

—Sí, ya... —respondió el chico—. Pero acepto un café —agregó y miró a Esme reprimiéndose las ganas de acercarse a besarla.

Magalí asintió y fue a la cocina, Leo se acercó entonces a Esme y le dio un tierno beso en los labios.

—Shhh, ¡acá no! —dijo Esme empujándolo con ternura y el rostro sonrosado.

—¿Ya son novios de verdad? —preguntó Coti mirándolo con los brazos cruzados—. ¡Y no me mientan! Cuando fingían no se besaban.

—Sí, lo somos —dijo Leo acercándose a Coti y susurrándole en el oído. La niña empezó a dar saltitos y chillidos divertidos.

Magalí volvió con una taza con café que colocó frente a Leo. Él le agradeció.

—¿Tú ya tienes idea de lo que quieres estudiar, Leonardo? —preguntó la mujer.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora