Precipicio

161 10 7
                                    

Cloe

–¿En serio se puede ser tan ciego cuando uno se enamora?– protesta Michelle lanzando palomitas de maíz al televisor.

–Que te puedo decir...– contesto mientras pienso en un modo más fácil de explicarle– es algo más que estar ciego, no sé, es como cuando vas por el centro comercial y ves un par de zapatos de tacones altos que te encantan a primera vista, pero no solo te encantan, más bien te enloquecen... pero es entonces que todo mejora cuando vas, te los pruebas y ves que te quedan justo a la medida, tal y como siempre soñaste que te quedarían– me encojo de hombros mientras me llevo una palomita a la boca procurando no mostrar mi incomodidad al hablar de eso.

–Pfff– se queja acomodándose en el sofá. –¿Tan estúpido se puede llegar a ser?– pregunta con la boca llena de comida.

–Mmmm, no sé, supongo. Ya sabes, al menos eso es lo que dicen en las películas.– me encojo de hombros de nuevo ignorando su gesto pícaro y me centro en la película.

–Como digas– susurra derrotada y se fija de nuevo hacia el televisor.

Michelle es mi compañera de yoga, nos conocimos ante un intento infructuoso de "saludo al sol", debo admitir que en los videos de Youtube se miraba tan fácil cada postura, que incluso pensé que esto sería pan comido. Por supuesto, grave error. Ambas somos de la misma edad, pero a diferencia de mi, ella tiene cero responsabilidades, cero obligaciones y su único enfoque es estudiar. Así que suele pasarse a comer por las tardes a mi casa cuando regreso del trabajo con Mia.

La verdad es que me anima tener a Michelle cerca, es de esas personas que suelen alegrar el ambiente del lugar no importando donde se encuentre.

–¿Cómo puede gustarte toda esta mierda Sam?– pregunta con el entrecejo fruncido y con los labios llenos de mantequilla. Aún resulta complicado acostumbrarme a mi nuevo nombre y me siento mal por no poder ser del todo sincera, así como ella lo es conmigo.

–Cuando era pequeña siempre quise tener un novio vampiro– admito encogiéndome de hombros, de nuevo. Ella me mira incrédula. –Ya sé, ya sé. No tienes porque verme así.– mascullo y me meto otro puñado de palomitas a la boca.

–¿Hace cuánto que no sales con un hombre? Un hombre de verdad, claro– se apresura a decir antes de que le mencione a Christian. Porque para ella, él no cuenta. Simplemente me quedo pensando. –Vaya–murmura al ver que no respondo. –Si no fuera por esa bebé, diría que eres virgen...– De pronto sus ojos se iluminan. –Y ¿si vamos a un club esta noche?– la miro horrorizada. –Por Dios Sam, es sábado, mañana no trabajas y a Mia la puede cuidar mi mamá– sugiere viéndome con ojos suplicantes. –No puedo Michelle y sabes por qué, Mia es aún muy pequeña...

–¿A dónde demonios me has traído?– hablo alzando la voz, la música está a tope y es difícil caminar con un vestido tan ajustado y corto, sobre todo cuando vas caminando con unos tacones tan altos por en medio de una gran multitud de adolescentes ebrios.

–¡Tranquila, nosotras vamos al área de VIP!– grita y me arrastra cada vez más lejos de este mar de gente mientras pasamos empujando a medio mundo. Llegamos hasta una enorme puerta de metal en la parte superior del club y un guardia bastante intimidante nos mira desde arriba.

–Fuera de aquí– ruge apartando su vista de nosotras tomando una postura dominante.

–OTTEHKOB– dice Michelle molesta pasando al lado del enorme gorila, él asiente con la cabeza y se hace a un lado abriéndonos la puerta para que entremos.

–¿Qué fue lo que le dijiste?– le pregunto cuando la puerta se cierra detrás nuestra y el bullicio desaparece.

–Es la contraseña para poder entrar, por así decirlo.– responde mientras pasamos por un estrecho pasillo y agita su mano restándole importancia.

Al Otro Lado De Mi Vida © ✔️Where stories live. Discover now