Capítulo 3. ¿Su primo?

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Cuando llegué a mi casa, lo único que hice fue murmurar un "adiós" a mi mamá e irme a mi habitación. No podía dormir. Tenía muchas cosas en la cabeza. Como por ejemplo... ¿Por qué demonios bailé con Zachariah? Si me lo pensara dos veces, no bailaría con alguien que había estado follándose a otra mujer ratos antes. No entiendo por qué lo hice. Ni tampoco entiendo por qué quise besarlo. Apenas lo conocía. Dios, él es frustrante, odioso y definitivamente engreído. Obediente me dijo, OBEDIENTE.

Después de estar dando vueltas en la cama, odiando a Zachariah, al fin pude caer rendida en un muy pesado sueño.

Mamá me despertó al otro día entrando mi habitación y besándome fuertemente en la mejilla como había estado haciendo los últimos dos años. Todavía tenía miedo de lo ocurrido tres años atrás. Pero eso ya no iba a pasar. Ya me recuperé. De todas maneras no importaba lo que le diga, ella iba a seguir haciéndolo igual.

Me levanté y fui directa al baño. Eran las 3:00 pm. Y hoy iría a la casa de Nare, tenía que hablar con ella.

Después de una ducha de agua caliente, me puse un short de jean y una simple remera negra sin estampado acompañada por mis únicas Converse negras. Mi familia no era de tener mucho dinero y las había pedido para navidad. Mamá con ayuda de mi tía Elena pudieron comprármelas y regalármelas. Até mi pelo en una cola de caballo y despidiéndome de mi mamá me fui a la casa de Nare.

Ella no vivía muy lejos así que en pocos minutos de caminata llegué a su media lujosa casa. Digo media lujosa porque su casa era normal, pero tenía sus lujos... Como el césped bien cortado y su tono bien verde, o... los muebles modernos de caoba, etc. Pero lo que tenía su casa... era que era muy grande.

Al llegar llamé al portero automático.

—¿Quién es?— preguntó la voz de una niña al otro lado.

—Soy Lia, Giuli, ¿está Nare en casa?— le contesté a Giuliana, la hermanita menor de Nare.

—Mmmm, no. En realidad, sí, pero ella se está bañando y sabes que tarda.

—Lo sé, pero ¿puedo pasar igual?

—De acuerdo— respondió con un suspiro mientras me abría la puerta de la reja.

Pasé por el pequeño camino entre el césped hacia la puerta principal y golpeé. Me abrió Dario, el padre de Nare, con su típico gesto serio.

—Buenas tardes, Lia.

—Buenas tardes, señor— le respondí con un "señor" porque deduje, que por su tono, no estaba de muy buen humor. Dario era un hombre de unos cincuenta años, medio canoso y bigote. Su ceño siempre estaba fruncido, y muy pocas veces lo vi sonreír. Él en su época fue guardaespaldas, y desde hace años, maneja una empresa de seguridad muy conocida de donde venía todo su dinero.

—Lia, que bueno verte— saludó alegremente Silvina, la mamá de Nare.

Pasé a la casa y la saludé.

—¿Nare?— pregunté.

—Oh, ella se está terminando de bañar— respondió sonriendo. A sus cuanrenta y seis años, su sonrisa era impecable. Con su pelo lacio y de color caramelo era toda una mujer guapa.

—Bueno... si no hay problema la espero en su habitación.

—Sube, no hay ningún problema.

La escalera se encontraba justo en frente de la puerta principal así que no tarde mucho en llegar allí. De todas formas, conocía esta casa como la palma de mi mano (demasiadas tardes pasé aquí), y si estaba en otro lugar, no me perdería.

¿Y si te robo un beso?Where stories live. Discover now