Capítulo 34.

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Miro el techo de mi habitación analizando las palabras que me había dicho mi mamá en la cocina: "— Cariño, ¿acaso una madre no puede estar contenta porque su hija encontró al amor? Y con un buen chico debo decir. No le des más vueltas al asunto, ¿de acuerdo? "

Me había quedado con la boca abierta de la sorpresa. Luego de eso mamá se acercó a mí y con gesto divertido me cerró la boca para luego decirme que saldría con Robert y salió de la casa dejándome sola. Mi madre no era una madre normal, eso está seguro. ¿Qué clase de madre reaccionaba así? Pues la mía. De todas formas sentía como que ella tramara algo, cómo si supiera algo que yo no.

El dolor de allí abajo se había ido ya hace rato. Zachariah me había enviado un mensaje preguntándome como me encontraba y allí me di cuenta de que ya no sentía nada. Al recordar lo que hicimos la noche anterior el calor se instalara en mis mejillas y se extendiera por todo mi cuello. Estaba completamente avergonzada. Pero me había gustado, y mucho. 

Mi teléfono suena en mi bolsillo. Lo saco de allí y miro la pantalla. Es una llamada de Nicolas. Atiendo. 

—¿Hola?

—Que tal, desaparecida— escucho su voz divertida desde el parlante. 

—¿Desaparecida? Yo no estoy desaparecida. 

Se ríe. — Dado por el hecho de que no has contestado mis mensajes estos últimos días yo pienso que sí. 

Me callo. Tiene razón, ignoré sus mensajes un par de días... Pero es que, o estaba ocupada, o mis pensamientos eran demasiado fuertes y no tenía ánimos para nada ni siquiera de dar explicaciones de por qué me encontraba así. Me dije que los respondería más tarde pero se ve que no lo hice. 

—Lo siento— me disculpo.

—Oh, está bien, no pasa nada.

—¿Quieres ir a algún lado?— pregunto intentando remediar mi comportamiento como mala amiga. Él no estará preguntándome que hice anoche, no cómo otra que yo conozco. 

—No puedo salir de casa, tengo que cuidar a Mel y sus amigas— suelta un bufido. 

—¡Qué divertido!— ironizo. —Puedo ir para allá si quieres, te aburrirás menos conmigo.

Lo piensa por unos segundos y luego acepta.

—En cinco estoy allí— digo antes de cortar y meter el teléfono en mi bolsillo. 

Me levanto de la cama y me peino el cabello con los dedos. Me había bañado y todavía lo tenía mojado. Tomé mis sandalias y salí de mi habitación y de mi casa.

Nicolas vivía sólo a tres manzanas de la mía. Llegué rápido. 

—Wow, llegas rápido— dijo él fingiendo sorpresa mientras abría la puerta y me dejaba pasar en su casa.

—Cómo si viviera tan lejos— río.

Su hermanita Mel, (ya mejorada de la torcedura de su pie) estaba con sus amigas hablando sobre qué color de uñas se pintarían ahora, sobre qué película verían, sobre...

—¡¿Nicolas nos haces palomitas?!— gritó Mel levantándose de su sitio en el suelo de la sala y acercándose a nosotros. 

Me da un abrazo como saludo. —Yo te los hago pequeña diabla— le digo y le doy un beso en la frente. Sale corriendo de nuevo con sus amigas. Me volteo hacia Nicolas y le murmuro: —¿Tienes para hacer palomitas?

—No.

—¿De verdad?— pregunto pensando que le diré a Mel, se volverá loca.

—No. Sí, tengo.

¿Y si te robo un beso?On viuen les histories. Descobreix ara