Capítulo 8. Confundida.

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—Lia, ¿tú que pedirás?— me pregunta Nare.

—Nada— respondo mirando sin mirar hacia el frente.

—¿Cómo que nada?— grita mirándome enojada—. Tú comerás. Y ahora.

—Nare, no me siento bien. Quiero irme— le digo con voz débil. Me mira y frunce el ceño.

—Está bien. Pediremos para llevar.

Hace el pedido y paga. Desde que se fue Zachariah no paré de pensar en él. Vino con su moto así que se llevó a las chicas en ella. Debieron estar abrazadas a él. Suspiré. Me dolía la cabeza ya de tanto pensar. Y el dolor de cabeza me producía dolor de estómago.

—Listo. ¿Te vienes a casa?— pregunta Nare observándome. Si Zachariah se llevó a esas chicas, seguro se las llevó a la casa y no creo que se las haya llevado para charlar.

—No. No quiero ir a molestar si tu primo está… ya tu sabes con… esas.

Nare saca su teléfono y mira la hora.

—No lo creo, mamá y papá ya deben estar en casa.

—Oh, igual, no. Le digo a mamá que me venga a buscar.

Saco mi teléfono y veo que tengo cinco llamadas perdidas de mamá. La llamo, preocupada.

—¿Lia?— contesta con voz preocupada— ¿Estás bien? No atendiste el teléfono.

—Sí, estoy bien. Lo siento, no lo escuché.

Suspira de alivio.

—De acuerdo, creí que te había pasado algo. Te llamaba para decirte que no estoy en casa, ¿podrías quedarte en lo de Nare?

Maldigo en voz baja.

—Mamá, ya estoy mayor, puedo quedarme en casa sola— le pido.

—No, de eso ni hablar— suspira de frustración— Mira Lia, ya hablamos de esto…

—Está bien— la corto.

—Bien cariño, no te enojes, pásala bien.

—Adiós.

Corto la llamada y me meto el teléfono en el bolsillo con furia.

—Hey, ¿Qué pasa?— pregunta Nare.

—Mi madre no está. Debo quedarme en tu casa. ¿No hay problema?

—No, no lo hay— se da vuelta para dirigirse a Franco— ¿Te vas? Lia y yo iremos en un taxi.

—De acuerdo, bebé— responde él y se despiden con un beso tierno— Te llamaré.

Nare asiente y llama un taxi. A los minutos llega y nos subimos.

—Oye… y ¿tú estás bien?— pregunta Nare después de unos minutos de silencio. Dejo de mirar por la ventana y la miro.

—Sí— suspiro—. Estoy bien.

Me examina con la mirada y luego asiente. No decimos nada más hasta que llegamos a la casa. Entramos y solo se escucha una leve música a lo lejos. No hay nadie en la casa.

—¿Y tus padres?

—Ni idea, mamá ya debería estar cocinando y Giuli debería andar por aquí— deja la comida en la cocina y sube las escaleras. La sigo.— ¡¿Zachy?!— grita pero nadie responde. Termina de subir las escaleras y se para en frente de la habitación de Zachariah. La música procede de allí. Aporrea la puerta.

—¡ZACHARIAH URIEL PIERSON, ABRE LA MALDITA PUERTA!— grita Nare sobresaltándome. De repente se para la música y Zachariah abre la puerta riendo y susurrando detrás de él antes de darse la vuelta y dirigirse a Nare.

¿Y si te robo un beso?Where stories live. Discover now