Hoy estaba de muy mal humor. Y no era porque mi mamá había exagerado porque no me despertaba. Eso ya había ocurrido antes. Era porque me había dormido y ya llegaba terriblemente tarde. Odiaba que me pasara eso. Avisé a mi madre que hoy trabajaría hace días y ella lo recordó y me despertó. Pero una hora después. No tendría tiempo de aprender. Mamá, en el desayuno exprés que me hice hoy, me abordó hablándome de Nicolas, y yo la callé diciéndole que no estaba de humor para su romanticismo y volví a repetirle que éramos amigos.
Cuando llegué a la cafetería suspiré de alivio al ver a pocos clientes y me retoqué el pelo que se me había volado con el viento mientras venía en la bicicleta prestada de mi vecina.
En el mostrador una chica alta y delgada levantó la mirada de la caja registradora y acercándose a ella sonrió.
—¿Tú debes ser Lia, no?— preguntó alegremente. La observé. Su cara era redonda y su piel era rosada. Tenía pecas por ambas mejillas y en el puente de la nariz. Grandes ojos color miel me miraban desde lo alto a la espera de una respuesta. Era altísima y su pelo lacio caía por su espalda en una coleta.
—Sí, soy Lia— contesté al fin y extendí mi mano por cortesía.
La tomó y sonrió.—Pamela.
Asentí.—¿Llego muy tarde?— pregunté con precaución.
Ella negó la cabeza.—No, tranquila. Ven sígueme— dice y me hace señas para que la siga hasta al fondo del local.
Al lado de los baños están los vestidores para los empleados. Entramos y me mira de arriba abajo.
—Elegiste bien tu ropa hoy— sonríe.— Ese jean negro lo puedes usar aquí, solo tendrás que cambiarte la remera por ésta y ponte el delantal— dice y me entrega el uniforme.
—Vístete, cuando estés lista ven a verme.
Rápidamente me cambio y dejo mi ropa en una taquilla que me ha sido asignada. El uniforme se basa en unos pantalones negros, una remera color crema y el delantal de la cafetería que es rojo y negro con un dibujo de un café en el centro.
Vuelvo a reencontrarme con Pamela en el mostrador.
—Bien, lo primero es lo primero. Te quedarás aquí cobrando y me observarás trabajar hasta el mediodía. Luego de eso, empezarás tú.
Asiento y Pamela me muestra cómo funciona la caja registradora. El resto de la mañana me la paso cobrando y observando cómo Pamela trabaja, es sencillo. Cuando llega mi turno estoy nerviosa pero segura y los primeros cafés que sirvo me van bien. Una pareja entra en la cafetería y se sienta y rápidamente voy a atenderlos. Tomo su orden y vuelvo al mostrador para pasársela a los cocineros.
—Dos tostados y dos cafés cortados— digo sonriendo.
Peter, el cocinero, un hombre de no más de treinta años me sonríe devuelta y me pasa los tostados. Yo me encargo de los cafés. Tomo dos tazas, los sirvo y les hecho un chorrito de leche.
—¿Cómo te está yendo?— pregunta una voz híper conocida a mis espaldas que me hace sobresaltar.
—¡Nicolas!— le grito y salgo del mostrador para abrazarlo.— Bien, perfecto. ¿Y Mel? ¿Cómo está?
Me sonríe y señala detrás de él— Bien, con el tobillo enyesado. ¿Nos tomas la orden?
Asiento y le digo que espere un minuto antes de darles la orden a mis anteriores clientes. Voy a su mesa y veo a tía Elena, a Mel y a Nicolas sentados.
—¿Qué van a pedir?— digo en todo divertido y libreta en mano.
—No lo sé... tú dinos— me contesta Nicolas divertido.
VOUS LISEZ
¿Y si te robo un beso?
Roman d'amour"-¿Y si te robo un beso?- susurró él con voz ronca con los labios muy cerca de mi boca. -No...- fue lo único que pude decir antes de que él estampara su boca contra la mía." Lia le tiene miedo al amor. Lo que menos quiere es enamorarse. Su antigua r...