Capítulo 27. Es cierto.

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Un par de lágrimas cayeron de mis ojos, pero no permití que más lo hicieran. No iba a llorar por esto, no lo haría. Sequé esas lágrimas con mis manos y miré a mí alrededor. Había parado de correr luego de pasar un par de cuadras de distancia. Mi corazón dolía en mi pecho. Tomé mi teléfono y marqué el número de la única persona que quería ver ahora.

—¿Lia? ¿Está todo bien?— preguntó Nicolas del otro lado. 

—¿Puedes venir por mí?— dije con voz estrangulada por el nudo en la garganta que tenía.

—¿Lia estás bien? ¿Dónde estás?— preguntó con preocupación.

Miré hacia los lados buscando la dirección de la calle y se la dije. Me contestó que vendría por mí y colgamos. Minutos después Nicolas apareció con el auto de mi tía. Me abrió la puerta del copiloto. 

—Sube.

Me subí y al segundo Nicolas me tenía entre sus brazos. —¿Qué pasó? —susurró contra mi pelo. Negué con la cabeza, no quería hablar ahora. —¿Quieres ir a algún lugar en especial?

—Me da lo mismo — murmuré.

Nicolas asintió y se separó de mí para volver a poner en marcha el auto. No sé por cuánto tiempo condujo, estaba hundida en mis pensamientos mirando por la ventana así que no me di cuenta que habíamos frenado hasta que Nicolas me tocó el brazo.

Miré hacia fuera, solo veía pasto. —¿Dónde estamos?— pregunté girándome hacia él.

—Mira bien... ¿estás segura que no sabes dónde estamos?— contestó él sonriendo.

Miré devuelta hacia afuera y abrí la puerta del auto saliendo de él. Girando en mí me di cuenta en dónde estábamos. Reconocí el parque en dónde estábamos.

—¿En serio estamos aquí? —pregunté girándome hacia él sonriendo. —No he estado aquí en años.

Nicolas asintió. —Creí que te haría bien recordar buenos momentos.

Sonreí. —Eso espero.

Estábamos en el parque "Los colores". Síp, se llamaba así. Era el parque al que veníamos de niños. Todos los juegos para niños aquí estaban pintado de todos los colores posibles y de todos los colores más llamativos que pueda haber. He aquí su nombre.

Este parque, servía para que los niños puedan reconocer los colores más fácilmente y se diviertan aprendiendo.

Estaba tal y como lo recordaba, los toboganes por un lado, las hamacas por otro, el carrusel...

—¡Mira! Está el carrusel... —exclamé mirando hacia Nicolas.

Nicolas sonrió e hizo el saludo militar. —Sí, mi capitana Lia.

Reí. En el carrusel había un barquito en el que nos subíamos de niños y yo como una nena mandona siempre era la capitana y él mi marinero.

Miré hacia los pocos niños que había allí jugando. Sonreí, eso me trajo muchos recuerdos de nuestra infancia. Nicolas tomó mi mano y me llevó hacia un lugar vacío en el césped.

—Quédate aquí, iré a por comida— dijo dándose la vuelta y caminando hacia un carrito. Me senté en el suelo.

Minutos después Nicolas volvió con unas manzanas acarameladas y con palomitas arriba. Sonreí y sin darle tiempo a que se sentara le arrebaté una. Me encantaban.

Se sentó a mi lado y dio un mordisco a su manzana. Luego de masticar unos segundos, tragó y me miró. —¿Qué ha pasado?

Miré mi manzana y di otro mordisco ignorándolo. 

¿Y si te robo un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora