Capítulo 37. Final.

21.7K 1.1K 123
                                    

La mamá de Zacha se había quedado inmóvil sentada en el sofá de la sala, mirando un punto fijo en la pared. Yo me había quedado de pie en mi sitio luego de que él se fuera. Ya habían pasado diez minutos. Suspiré, debía ayudar en algo. Me acerqué a su madre.

—¿Necesita algo?— pregunto con educación. 

Ella deja de mirar la pared y sale de sus pensamientos dándose cuenta de que estoy allí. —Oh, querida, no, gracias. 

Asiento. Nos miramos fijamente a los ojos, tiene unos hermosos ojos grises y amables. Me aclaro la garganta y aparto la vista. —¿Señora...? — ¿Cómo debería llamarla? Pierson de seguro no.

—Elizabeth, llámame Elizabeth— aclaró mis dudas con una amable sonrisa. 

—Elizabeth— sonreí. —¿Quiere que le prepare té?

—Sí, gracias. La cocina está por ahí, si no encuentras algo dime— dijo señalándome la puerta por detrás de mi espalda. No la llamaría, parecía cansada. 

Me di media vuelta y caminé por la puerta que me dijo Elizabeth. Elizabeth, que bonito nombre. La cocina era cómo todo lo demás. Valiosa y acogedora. Espaciosa, bastante. Apuesto a que a mi mamá le encantaría cocinar aquí. 

Rebusco en los cajones y repisas hasta con dar con las tasas y los saquitos de té. La pava estaba encima de la cocina. Le eché agua y la puse a hervir. Minutos después ésta chiflaba y la apagué. Me fijé en la caja que había encontrado de tés. Había de varios sabores. Tomé el de vainilla y caramelo, debía ser rico. Preparé ambas tasas del mismo sabor y busqué el azúcar. Puse dos cucharadas a cada tasa y volví a la sala. Elizabeth no se había movido.

Me senté a su lado y le ofrecí una tasa. La tomó y murmuró un "Gracias".

Tomó un sorbo. Sonrió levemente. —Vainilla y caramelo, mi favorito.

Llevé la tasa a mis labios y lo probé. —Es rico. 

Asintió. 

—¿Sabes? Cuando conocí a George, tenía veinte años —comenzó. Supuse que George sería el papá de Zacha. —Fue amor a primera vista. Ninguno podía estar lejos del otro. — Sonrió ante el recuerdo. —Él ya manejaba su empresa. Yo trabajaba en un bar. George me sacó de allí, no le gustaba como me trataban en el trabajo. Así fue cómo me metí en los asuntos empresariales. Nos casamos jóvenes. Lo buscamos mucho a Zachariah. No podía quedarme embarazada— confesó. Sus ojos se llenaron de lágrimas recordando algo. —Esa fue la primera vez. 

—¿Él la... engañó?— pregunto sorprendida.

Suspiró. —Así es. Yo en ese entonces tenía treinta y tres años. Hace trece años que estábamos juntos. Diez de casados. Y hace siete años que intentaba quedarme embarazada y no podía. Y él, mientras yo lloraba por las noches por no poder quedar embarazada me engañaba con otra mujer. Hace poco había comenzado un tratamiento que ayudara a mi cuerpo a quedar embarazada. Y lo había logrado, cuando lo descubrí. Cómo muchas veces, un bebé salva el matrimonio y así lo hizo. — Hizo una pausa y tomó un sorbo de su té. — Zachariah fue una alegría para nuestras vidas. Tan hermoso y chiquito, lleno de felicidad.

Me imaginé a un Zachariah bebé. Con sus mismos cabellos y sus ojos verdes. Y sus facciones pero en pequeñito. —Debió ser adorable.

 —Lo fue, y lo es. —Sonrió recordando a su hijo. Luego su rostro se volvió serio. —Cuando Zachariah tenía doce años encontré a George en su oficina con la secretaria. Me suplicó perdón y me dijo que me amaba. Y lo perdoné. Yo también lo amaba y le creí. ¿Pero lo de esta última vez? —Negó con la cabeza. —No me lo esperaba. Digo, somos grandes. ¿Es necesario el engaño? Y ahora va a tener otro hijo, bueno, hija. Y así de fácil. Cuando yo estuve siete años buscando a Zachariah. —Se quedó callada un momento. —Y lo peor de todo es que aún le quiero. 

¿Y si te robo un beso?Where stories live. Discover now