Capítulo 33.

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Me observo bien el cuello para estar de segura de lo que tengo allí. Síp, definitivamente esa mancha que tengo allí es un chupón. Lo iba a matar. ¡¿Cómo se atreve a hacerme un chupón?!

Suelto mi cabello de la cola de caballo y trato de tapar la marca con él.  No la cubría por completo pero algo la escondía. Resoplé. Ahora entendía porque su madre me había mirado con diversión. Yo sin saberlo me até el pelo dejando a la vista todo mi cuello y aquella mancha. Lo mataría.

Agarré el celular de mi bolsillo y marqué el número de mamá. Contestó al segundo tono.

—¿Lia?

—Hola mamá.

—¿Cómo estás de tu dolor de estómago, cariño?— preguntó.

¿Dolor de estómago? A aquella extraña pregunta le veía una sola respuesta: Nare. ¿No se le podría ocurrir otra cosa? —Me encuentro mucho mejor.

—Oh, bueno, me alegro. Nare llamó diciendo que te encontrabas muy mal cómo para moverte y más aún hablar, y que te quedarías en su casa. ¿Cuándo vuelves?

—Luego de comer— contesté.

—De acuerdo,  come liviano y cuidate. Te quiero.

—Te quiero también— respondí y colgué.

Unos golpes en la puerta me sobresaltaron. Guardé el teléfono en mi bolsillo y giré hacia ella abriéndola. Zachariah estaba del otro lado. Lo estaba empujando para salir pero él entró y cerró la puerta. 

—¿Qué haces?— pregunté.

Zachariah empezó a acorralándome contra la pared. Ahora su rostro estaba a centímetros del mío. —Vine a ver por qué tardabas tanto. 

—Creí que dijiste que podía tomarme el tiempo que quisiera— susurré casi en sus labios por la proximidad de nuestros rostros.

Sonrió. —Sí, pero te extrañaba, tardas mucho— murmuró en mis labios y me besó. 

Pasé mis manos por su cintura abrazándolo y Zachariah dejó mis labios para comenzar a besar mi mandíbula. Cuando sus labios tocaron mi cuello recordé la marca que había visto y lo separé de mí con un pequeño empujón. 

—¿Qué sucede?— preguntó frunciendo el ceño. 

Le señalé la mancha en mi cuello. —¿Qué es esto?— dije enojada.

Se acercó a mí y tocó la marca con su pulgar. Su toque era suave y me hizo estremecer. Aparté su mano tratando de mostrarme enojada. 

—Me gusta mi marca en ti— contestó simplemente dejando caer su mano. 

—¡¿Qué te gusta tu marca en mí?!— grité y luego bajé la voz recordándome que no estábamos solos. Su madre estaba en la sala. Podría escucharnos. Alcé mi dedo índice y le di un golpecito en el pecho señalándolo. —No te pongas todo el Zachariah engreído conmigo.

—¿Engreído? ¿Yo? No, nunca— dijo con fingida extrañez. Me crucé de brazos y lo miré desafiante. Esto no era un chiste. Cambió se expresión a una seria y sensual y se acercó a mí amenazadoramente. —Me gusta esa marca en ti porque te reclama como mía. ¿No te gusta que te reclame como mía?— y susurró en mi oído con voz grave. —¿Eres mía?

Me estremecí.

—Soy tuya— contesté sabiendo que era verdad. Quizás aún no lo amaba, pero lo quería completamente. Quizás no estaba enamorada de él, pero estaba camino a ello. Tenía miedo de sufrir otra vez. No quería hacerlo. Y por eso tenía miedo. ¿Debía confiar en él y dejarme ser? Confío en él, pero tengo miedo y eso me tira para atrás. Obligué a mi mente a apartar esos pensamientos de mi cabeza y volví a prestar atención al tema en cuestión.

¿Y si te robo un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora