5. La misión a las Vegas, otra vez

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Nos despedimos de todo el campamento nada más terminar el desayuno, y fuimos a escoger los camarotes y a colocar las cosas en el Argo II.

Era muy distinto de lo que yo me acordaba. La cubierta era de madera de roble oscura, oscura. Las velas eran blancas con el símbolo del campamento en el centro, y el nombre debajo. Todos al subir recordamos viejos tiempos...

La noche que pasamos Annabeth y yo solos en los establos (no ocurrió nada de nada), el fantasma que se apoderó de Leo y casi quema la Nueva Roma, los juegos tontos que hacíamos, las tiradas, las pantallas holográficas que había en el comedor..

Nos lo pasamos genial, aunque también tuvimos grandes problemas. Gaia, los gigantes, los dioses en nuestra contra, Hércules y otros héroes...

Bajamos todos a ver los camarotes. Creo que eso no se podía considerar un camarote. Leo se había superado. Había hecho dormitorios independientes, cada uno personalizado para cada semidiós. Cada dormitorio contaba con una cama de 2 metros, una mesa-escritorio, y un armario para guardar la ropa.

Seguimos bajando. En vez de establos como la otra vez, Leo había diseñado una sala de entrenamiento para que mientras nos aburrimos, diésemos un par de golpes. Todo el mundo sabía, que eso iba a ser complicado.
Cuando fuimos hace dos de misión contra Gaia, aprovechamos el tiempo para dormir y reponer fuerzas, o para hablar de los siguientes pasos a seguir.

Pero el esfuerzo de Leo había sido muy chulo. Máquinas de hacer biceps, cuadroceps, pectorales... Máquinas de correr, pesas...
Bajamos más a la sala de máquinas. Estaba todo mucho más organizado que la otra vez. Las máquinas por un lado, los cables necesarios por otro, como se notaba que Calipso habia metido un poco la mano en la decoración y en la colocación.

Y por último los establos. La que nos hicieron pasar a Annabeth y a mi por dormir una sola noche juntos allí abajo. No hicimos nada raro, os lo juro por los dioses. Pero los demás no lo creyeron.
Subimos de todas formas a la sala de reuniones y nos pusimos a debatir a donde debíamos de ir para encontrar la lanza de Ares.

- Bueno chicos, el genial y sexy Leo cómo sabía que teníamos que buscar cosas, puso localizador de objetos. Este es especial, solo busca los objetos mágicos.

- Genial, busca la lanza de Ares por favor- le dijo Jason.

- Claro que sí, wuapi.

Lo buscó enseguida y apareció. Cualquier lugar menos ese, después de la experiencia no quería volver.

Las Vegas

No teníamos muchas ganas de ir, pero nos tocó apechugar y fuimos.
A mi me tocó un camarote que estaba enfrente del de Annabeth, al lado del de Tyson y al otro lado Jason. Mi habitación era genial. Leo me conocía más de lo que yo pensaba.

El suelo era azul entero y con olas de mar pintadas por las paredes. El techo era un holograma del cielo estrellado con unas estrellas que me recordaron a Bob y pequeño Bob. Bob, dió nuestra vida por Annabeth y por mí en el Tártaro para salvar a la humanidad de Gaia y los gigantes. Pobre Bob... Era tan bueno, majo, alegre... ¿¡Por qué!?
Se me cayeron un par de lágrimas, y creo que Annabeth se dió cuenta porque me puso la mano en el hombro.

- Yo también les echo mucho de menos, pensar que Bob nunca pudo volver a saludar a las estrellas... Y si te das cuenta, se les ve muy felices. Hasta parece que están hablando con Zoe nuestra amiga la cazadora.- lo dijo sonriendo, pero tenía los ojos enteros enrojecidos y con ganas de llorar.
Se apoyó en mi hombro, y se le cayó una lágrima. Cerré la puerta para que no la viesen llorar, y se derrumbó al instante.

- Dió su vida por nosotros, casi la cagamos y no nos hemos acordado de llorar su perdida. Percy, esa experiencia en el Tártaro nos hizo querernos más, pero también fue muy dolorosa. Casi mueres en mis brazos dos veces, no podíamos respirar bien, y Bob nos acogió en su casa, nos dió de comer, un lugar para descansar y nosotros se lo pagamos dejándole tirado luchando luchando contra el dios Tártaro sin posibilidades de sobrevivir. Te amo, Percy y siempre te amaré, pero es un agujero muy hondo el que tengo en el pecho por culpa de la mierda de la misión al Tártaro.

- Yo también te amo Annabeth. Y se el dolor que llevas, yo también lo llevo. Compartiremos ese dolor y lo superaremos juntos. ¿Me lo prometes?

Y antes de contestar me besó.

- Te prometo que siempre estaré a tu lado y cuidaremos de los dos.

Nos dimos un gran abrazo, nos secamos las lágrimas y nos fuimos con los demás.

Nos dirigimos al comedor. Estaba mucho más mejorado que el anterior.

- Chicos empecemos ya el viaje. Tardaremos unos dos o tres días. Que vallan un grupo a descansar y el resto nos quedaremos.- dijo Leo.

- Yo me quedo con Piper, Hazel, Frank, Leo y Calipso.- dijo Jason.

- Annabeth, Tyson, Grover, Enebro, Will, Nico y yo nos iremos a dormir, nos despertaremos a primera hora y os daremos el relevo.

Nos despedimos y nos fuimos a acostar. Me despedí de Annabeth con un beso y nos fuimos cada uno a su dormitorio.

No había hecho nada durante todo el día y me encontraba fatigado y cansado. Me puse mi pijama limpio y me metí en la cama.
No podía conciliar el sueño. Me quedé mirando el cielo estrellado que tenía por cielo. No me podía imaginar a la cantidad de gente que habíamos perdido por el camino. Zoe, Bianca, Bob...

Di vueltas y vueltas. Alguien llamó a la puerta muy suavemente, lo suficiente para que lo pudiese oír. Se abrió la puerta y apareció Annabeth.

- ¿Puedo dormir contigo, Sesos de Alga?

- Claro que sí, Listilla.
Se metió conmigo en la cama, se acurrucó y la abracé.

- ¿Que te pasa?

- No podía pegar ojo. Y por lo visto tu tampoco.

- He estado pensando. Solo eso. Ahora iba a dormir.

- Te quiero, Sesos de Alga.- me lo dijo y me dió un beso. No fue un beso cualquiera. Fue profundo y muy dulce. Nos fundimos en uno. Nos dimos varios abrazos, y más besos. Nos queríamos mucho. Ella me quitó la camiseta. Me besó el pecho y yo la besé a ella con más fuerza. Se puso sobre mí.

- Te amo mucho más que a cualquier persona en el mundo, Listilla.-le dije.

No me contestó. Me siguió besando hasta que bajó a la altura de los pantalones.

-¿Seguimos un poco más, Sesos de Alga?

- Como tú quieras, Listilla.

Se acercó a mí, yo la puse debajo mío. La empecé a quitar la parte de arriba del pijama.

- Creo que un poquito más no nos va ha hacer ningún daño, ¿no?- le dije.
Y ella en lugar de contestarme, me desabrochó el botón del pantalón.

Fue nuestra gran noche. Nunca la olvidaré, y creo que ella tampoco. Lo hicimos por primera vez los dos juntos y eso no se olvida.

Percy Jackson y la búsqueda de la lanza de Ares [COMPLETA]Where stories live. Discover now