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Caminó hasta su habitación y se sentó en la cama mientras sentía el temblor de su pierna derecha, como el tic que sabía aparecer siempre, debía relajarse, no todo salía bien cuando se hacían a las corridas. Es que tampoco podía conseguir una pareja así porque si, sus padres le habían dicho que era el orgullo de la familia, y como tal debía encontrar una persona que tuviera un animal parecido a la de él, como ellos eran.

—Señor Alexander.

El ojiazul alzó la mirada viendo como Merliot traía una taza de leche, se levantó de la cama y caminó hasta donde estaba el muchacho para tomarla, no podía a veces controlar sus mañas por los lácteos y todos lo sabían, miró al sirviente con un poco de curiosidad, tenía su pelo recogido en una trenza con reflejos azules resaltando en ella, en su piel morena, cerca de su mejilla, habían una pequeña marca de mariposa de color oscura, era la representación del animal que era el chico.

—Gracias Merliot, ya puedes irte.

El chico asintió y se alejó del lugar, Alec caminó de nuevo hacia adentro y le dio un sorbo a la taza para después pasar su lengua por sus labios, no quería preguntarle al sirviente por origen de esa marca que le identificaba su interior, le daba pena y además no tenía la misma confianza que tenía con sus hermanos.

No quería tener tanta confianza con el chico, ni ninguna amistad, temía que sus padres vieran algo que trataban de evitar desde años y se lo querían implicar a él, no quería perder el cariño, el orgullo que le tenían. Se acercó a la ventana y miró el paisaje, la casa solo tenía un piso, era larga, su habitación quedaba en las últimas instalaciones, donde la pieza de Izzy y Jace estaban cerca, había habitaciones que estaban vacías para futuras generaciones, pero ninguno de los tres quería seguir en esa casa por mucho tiempo.

Sus padres eran homofóbico y racistas con el punto de conseguir una pareja digna, los animales interiores debían ser iguales o si no serías un fracaso para la familia, toda tu vida, y ni hablar de llevarle a alguien de tu mismo sexo, podía ser mutilado. El ojiazul dio otro sorbo mientras miraba el patio, sentía ganas de ir al pasto y tirarse de espalda para dormir una siesta. La puerta fue golpeada aunque seguía abierta, volteó un poco su cabeza para mirar a Izzy que sonreía.

—El minino está tomando su leche— bromeó la muchacha.

Alec dejó escapar una risa para dejar la taza en una mesa de luz.

—Sabes que odio que me llames así.

La chica se sentó en la cama mientras se acomodaba el pelo y cruzaba sus piernas, digna de un animal majestuoso como ella.

—Odias tantos temas, pero no te quieres desahogar.

Alec caminó hasta donde estaba ella, se sentó a su lado, suspiró y acomodó su cabeza en su hombro mientras cerraba los ojos.

—Tienes que dejar de complacer a nuestros padres, te haces daños a ti mismo.

—No es así, yo le debo todos a ellos, tengo una casa, comenzaré a trabajar y todo lo que quiero ello lo consiguen, no puedo fallar el orgullo que tienen por mí.

Escuchó a la muchacha chequear la lengua.

— ¿Vas a dejar de ser feliz por ellos?

Alec la miró, con dudas, no quería dejar de ser feliz.

—Si—mintió.

—Sabes que ninguna pareja que haga sentir orgullosos a nuestros padres vas a poder encontrar amor, a ti te gustan los chicos y no puedes cambiarlo.

El ojiazul rodeó los ojos.

—Puede que con el tiempo me enamore de ella.

Izzy le agarró de los hombros y la miró molesta.

—Te queda un año Alexander, Jace y yo estamos preocupados, queremos ayudarte en esto y no nos apartes por qué somos tus hermanos.

Era a la única persona con cual no podía enojarse, tenía razón, pero no quería hacer eso, meterlos en sus asuntos.

—Tengo miedo—confesó Alec.

Haciendo que su hermana lo abrazara con fuerza.

—Tus hermanos están aquí para ti, buscaré a cualquier hombre que tenga un animal interno igual al tuyo, por lo menos en eso no te sentirás mal.

Alec sonrió mientras le regresaba el abrazo.

—Te quiero pequeña.

— ¿Momentos de hermanos sin mí? Eso es traición.

Los dos volvieron la mirada hacia Jace que venía a tirarse encima de ellos y caían a la cama riendo.

—Oh Jace córrete de encima, estás pesado.

El chico rubio salió de encima y acomodó su pelo mientras suspiraba.

—Papá y mamá quieren hablar con nosotros en la sala.

Los tres rodearon los ojos, se pararon de la cama para mirarse entre sí y dedicarse esa mirada que siempre solían darse cuando había una charla familiar, fuerza y suerte a quien iban los regaños. El primero en salir fue Alec siendo seguido por sus hermanos, esperaba que la charla solo fuera de algo que no hiciera humillar a ninguno, pero lo dudaba.

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora