(19)

916 132 57
                                    

Al llegar al negocio y siendo sostenido del brazo con fuerza por aquellos dedos largos de su prometida, cuál hasta ahora le daba asco decir aquella palabra, tuvo que abrir la puerta para dejar que pasará primero, cómo ella había dejado en claro minutos antes.

Cuando el entró, se encontró a Jonathan y Magnus charlando del otro lado del mostrador, una molestia se instalo en el pecho del ojiazul mientras dejaba que Lidya caminara hasta los dos chicos, Alec se dedicó a caminar detrás de ella, con sus manos atrás de su espalda, viendo como los ojos gatunos le miraban. No tenían una pizca de estar ofendido, si no preocupado.

—Preséntame— ordenó Lidya.

Alec asintió viendo como Jonathan le miraba divertido, se acercó hasta a lado de Lidya y tratando de que su voz tuviera un tono normal hablo.

—Ella es Lidya, mi prometida— dijo casi dolido— Lidya el es Jonathan, hermano de Clarissa, y él es Magnus Bane.

Los dos chicos asintieron como forma de saludo y ella solo se dio vuelta para mirar a Alec y rebajar a los muchachos.

—Te quiero en casa a la hora de comida.

Para desaparecer del lugar a pasos largos, cuando Alec no la vio más frente a su vista suspiró y se llevó sus manos a su cabeza, no podía aguantar a esa mujer.

Todos para hacer feliz a sus padres.

Cuando era pequeño sus padres eran buenos, felices, siempre estaban demostrando y dando los mejores regalos, las mañas que se les ocurría, siempre dedicando a hacer sonreír y producir felicidad en su casa, recibía halagos por ellos, había crecido bien, a pesar de todo bien.

Sus padres ya tenían ese comportamiento, al parecer les tomo en sorpresa que sus tres hijos aparecieran en la adolescencia y no supieran soportar una rebeldía. Ellos habían añorado unos hijos criados a sus reglas y solo recibió desilusiones.

Pero estaba él, fielmente a la merced de sus padres, no con los ideales que ellos querían haberle implementado, pero estaba para cumplir los que ellos pidieran, aunque eso costará su vida.

—Alexander.

Quería saber que sucedía con ellos, porque habían sido aquello, que sucedió en sus vidas, cuál fue la razón de sus ideales.

—Alexander.

Pudo volver en sí, y observó a Magnus, no sabía cuándo había comenzado a tocarlo, pero sentía la mejillas arder por el roce de las manos del moreno, sus ojos gatunos le miraban esperando ver una reacción.

—M-Magnus.

El chico sonrió aliviado, y Alec se separó cuando supo que Jonathan aún seguía en el lugar. Dejó que su vista fuera al piso mientras trataba de calmar sus impulsos, no era bueno cuando se ponía así, si no...

Entonces sintió como su cuerpo cambiaba y sentía que se había transformado en su figura animal, las manos de Magnus alzaron su cuerpo y lo llevó cerca de su pecho haciendo que Alec cerrará los ojos, tratando que el dolor que le dejaba sin aliento disminuyera. Odiaba cuando le sucedía esas situaciones, haces años que había dejado de pasarle, lo único que recordaba era como su visión llegaba a molestar hasta que su cabeza parecía explorar y su audición, que estaba bien desarrollada, llegaba a tal punto que a veces le obligaba a dejar escapar un maullido lastimero para demostrar su dolor.

—Calma minino, todo estará bien.

La mano del muchacho acariciaron su pelaje y Alec pudo tranquilizarse, disfrutar la caricia y buscando la mano del moreno esperando que no dejará de acariciar. Pero cuando notó la risa de Jonathan, se separó, aún sin abrir los ojos, el dolor era insoportable.

—Minino— se burló.

Escuchó como Magnus chequeaba la lengua y después comenzaba a moverse, el aire cambio, su pelaje recibió la presencia de un cambio de ambiente y escuchó como una puerta se cerraba.

—Alexander, estoy ofendido por lo de anoche, pero si debo quedarme aquí para que todo en ti mejore, lo haré.

Como si su voz fuera el arma secreta que podía calmar su tensión, Alec dejó escapar ronroneos agradables a ver qué su dolor de cabeza no molestaba.

—O debería dejarte descansar un rato—agregó.

Sintió como era separado, y dejó escapar un lastimero maullido, tratando de acercarse cada vez más al moreno, este se rindió y lo volvió a acercar a él.

—Está bien, está bien.

La mano volvió a pasar por su pelaje y Alec se alegro por ello.

—Mi padre siempre me decía algo cuando estaba en malos momentos— dijo Magnus—Si el problema no tiene solución ¿Para qué te preocupas? Y si no la tiene ¿Para que la enfrentas solo?

Quería decirle a Magnus todo lo sucedido, de porque está en ese estado, de porque hacia todo lo que hacía y porque siempre dejaba que su felicidad fuera menor a todos, pero no tenía palabra para describir aquello.

—Yo estoy aquí para ti, no estarás solo desde ahora.

Alec dejó escapar un ronroneo a respuesta de ello, estaba feliz de tener a alguien con quien se sentía cómodo, de poder sentirse acompañado sin meter a sus hermanos en su problemas, estaba feliz de tener a Magnus.

Destinado. •Malec•Where stories live. Discover now