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La mesa estaba en silencio, Alec llevaba un bocado detrás de otro tratando de espantar la tensión que le rodeaba, a su lado tenía a Lidya que parecía comer a bocados cortos, y al frente sus hermanos y su cuñada. En cada esquina estaban sus padres, mirando todo como dos águilas buscando una carnada.

—Jace— llamó Maryse.

El chico rubio y Alec miraron a la mujer, era la primera vez después de semanas que le dirigía la palabra.

— ¿De cuántos meses está esa chica?

Jace aclaró la voz y miró a su novia con una sonrisa.

—De tres meses, mamá.

La mujer asintió, volvió a dar un bocado para después buscar con la mirada a Lidya, esperando su opinión, pero esta no dijo nada aún, ya que no tenía problemas con ellos. Y si lo hacía Alec saltaría de voz defensiva de su hermano.

Los minutos pasaron, el hambre había disminuido pero aún seguía metiendo grandes bocados a su boca, se alejaba lo más que podía de esa muchacha.

—Isabelle.

Al parecer su madre quería hablar y pelear, Isabelle trataba de evitarla a toda costa, pero al parecer ella no se cansaba de buscarla. Alec a veces pensaba que Maryse encontraba algo en su hija que le recordaba su adolescencia y no le gustaba.

— ¿Si?

— ¿Acaso algún día vas a cambiar esa vestimenta? Deberías parecerte a Lidya, mira su ropa, toda una dama.

La risa de su hermana lleno la habitación, pudo escuchar el gruñido de parte de su madre y Lidya cuando está tapó su boca sin poder evitar parar aquello.

—Antes de parecerme a esa tipa, prefiero que me corten una teta— respondió Isabelle.

— ¡Esa boca!— gritó Maryse.

—Yo respondí a lo tu comentario, no hice nada malo.

Alec vio cómo su madre miraba a Lidya.

—Tienes todo el derecho a responder Lidya.

La chica limpió sus labios con la punta de una servilleta, se sentó derecha y sonrió.

—Nadie, que se vista de esa forma, puede venir a hablar de mi vestimenta— dijo Lidya— no me importa lo que digas, respetaré a tu madre que está aquí Isabelle, pero antes de opinar dejar de vestirte como una servidora de hombres.

Alec dejó que la comida pasará por su garganta y abrió sus labios para entrometerse.

—Si quieren armar un problemas, es mejor que se levanten de la mesa, vayan a la sala así aquí se pueda comer en paz.

Lo único que quería era deshacerse de Lidya, que se fuera lejos y dejará de estar pegada a su lado.

—Tú cállate— respondió Lidya— no puedo creer que mi marido esté trabajando en una librería sucia, con un chico con deformaciones y un cuervo que anda ahí adentro. Horroroso.

Sorprendido por haber sacado este tema, miró a sus padres que miraban todo con atención, esperando saber de lo que sucedía, sus hermanos estaban molesto por eso.

—Es mi trabajo y no quiero que hables así de mis compañeros— musitó Alec.

La chica trono sus dedos para después apretar sus labios en forma de molestia.

—Controla ese tono conmigo, no voy a permitir que mi esposo trabaje en una pocilga y se relacione con esa gente.

—Entonces haz el favor de irte de aquí, deja esto de casarte y sigue tu camino lejos de esta familia— dijo Izzy.

Su padre dio un golpe que sorprendió a todos.

—Listo, en esta mesa vamos a comer todo en silencio desde ahora— alzó la voz— y no quiero escucharte hablar Maryse, ni tu Lidya.

Todos le miraron sorprendió, su padre no era de reaccionar así, siempre a la sombra de su madre, pero hoy había sorprendido a todos.

—Robert tu no...

—Hablaremos después, ahora dediquemos a terminar esto.

Y así fue, todos obedecieron y Alec pudo sentirse bien a la situación. Después de la comida, Alec se dedicó a ir a su habitación y encerrarse ahí, no quería a alguien pegado a su lado o a su madre pidiendo explicaciones del lugar que estaba trabajando.

Sin darse cuenta, y como solía hacer todas las siestas, se dedicó a sacarse la remera y el pantalón para ir a dormir, iría a trabajar en unas horas, sabía que Joselyn y Luke lo matarían, pero entenderían cuando les contará de lo sucedido.

—Miau.

Estaba de espalda a la cama, pero a escuchar eso se dio vuelta sorprendido ¿Cuando había entrado Lidya y el no se había dado cuenta? Pero no era ella, en la cama mirándole estaba Magnus en su forma animal, Alec trató de colocar su ropa de nuevo, complicado ya que estaba bien nervioso.

—Me has asustado, cielos ¿Qué haces aquí?

Magnus volvió a su cuerpo humano guiñándole y quedándose sentado en la cama, una situación que hizo a Alec sonrojarse.

—Tú y yo hablaremos sobre tu relación— respondió Magnus— y deja de mirarme así, puedo sonrojarme.

Alec sacó la mirada y asintió, su necesidad de hombre, cual nunca se había encendido, había comenzado a aparecer ahora.

—No sé a qué te refieres, te miró porque me has sorprendido verte aquí, en mi habitación.

El moreno dejó escapar una pequeña carcajada, para sentarse bien.

—Podemos decir que hoy fuimos sorprendido los dos, ahora ven, hablaremos por lo que he venido.  

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora