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Una semana después estaba estacionando su auto en un salón que sus padres habían alquilado para la fiesta de compromiso, Alec había aprovechado el pedido de Lidya de que no se vieran y él había huido de su casa por todo el día.

Fiesta de compromiso, donde un anillo se colocaría en su dedo mostrándole su poco tiempo de que no sería más alguien soltero, si no estaría atado a una loca.

Todo el día estuvo viajando de aquí para allá, mirando tienda, comienzo solo, mirando las parejas y las familias caminar frente a él, algunos tenían rasgos de sus animales otros eran como él, o no se veía. Algunos podían hasta estar en la misma situación que él.

Caminó hasta la entrada del salón, había mucha gente que no conocía, no le gustaba estar rodeado de gente y estaba comenzando a incomodar. Lo que le había sorprendido es que todos llevaban máscaras y una vestimenta formal, no había hablado de eso con Lidya, aunque no esperaba que le dijera de cambios.

—Señor, tomé, su prometida se lo envía.

Era una máscara negra, con los contornos azules, miró su vestimenta, la que Lidya le había mandado a comprar para que sus vestimentas combinaran, los dos compartían paletas de colores. Agarró la máscara y se la colocó, no haría molestar a sus padres ni a Lidya esta noche, iba a lamentarse de su dolor con algunas copas.

En su vista encontró a sus hermanos charlando entre sí, Isabelle tenía su pelo, ahora ondulado, cayendo a su espalda, su vestido estaba apretado de un color borravino, Jace en cambio llevaba una vestimenta menos formal, una chaqueta y un pantalón apretado, nunca le había gustado la vestimenta formales y nadie podría hacerle cambiar.

— ¿Dónde estabas?— preguntó Izzy— hay alguien buscándote.

También llevaban una máscara y tenían una sonrisa radiante, como si acabarán de ver algo grandioso.

— ¿Lidya?— preguntó Alec— quiero escapar lo que más pueda de ella, hasta que me encuentren y deba encontrarme sí o sí con ella.

Izzy volvió a sonreír y se acercó hasta su oído.

—Vez la puerta amarilla.

Alec miró el salón, no era un monoambiente, si no estaba dividido, la gente estaba parada en cada lado, unas en el bar, otras en los sillones y otras sola paradas hablando de sus asuntos. En la pared izquierda había una puerta amarilla, en la frontal las puertas de los baños.

—Sí.

Asintió sin dejar de mirar aquellos.

—Esa va a la terraza, es magnífica— comento su hermana— ahora ve, yo diré que andas en algún sitio.

Alec se alejó mirando confundido a su hermana que sonreía y asentía como si quisiera convencer, miró a su hermano, este hizo la misma acción que Isabelle, incentivando a que fuera, y como curioso lo hizo, fue a ver quién le buscaba.

Caminó hasta la puerta, la abrió sin antes mirar a cada lado para ver si no le veían, y a ver qué nadie se estaba fijando en el, entró y cerró la puerta detrás de él. Todo estaba oscuro, pero la curiosidad le estaba ganando, subió con cuidado.

Cuando llegó arriba, sonrió sabiendo que su curiosidad en el fondo había aceptado con su deseo, porque quién le esperaba ahí era Magnus Bane, cuando el moreno se percató de su presencia volteó y Alec sonrió, llevaba un traje formal, brillante, su pelo estaba peinado hacia atrás y llevaba una máscara que dejaba ver mejor el color de sus ojos con la luz de la luna y la lámpara que alumbraba un poco.

—Hola— saludo Alec.

No habían hablado desde aquel insistente, no sabía qué hacer y cómo hablarle porque no sabía si Magnus estaba molesto aún.

—Te estaba esperando— dijo Magnus— ven acércate.

Alec obedeció, caminó hasta él para quedar los dos mirando por el balcón, la calle, los autos, pero no había nada que pudiera ver más que la cara de Magnus, de hace días que el ojiazul no lo veía, y sin negarlo, quería decir que estaba bien guapo para su ojos.

— ¿Tú me diste aquella pijama?

Alec trató de fingir que no sabía nada, pero quería ser directo con Magnus, no mentirle más, ser honesto.

— ¿Cómo te diste cuenta?

Magnus sonrió.

—Un mago no revela sus trucos.

Alec dejó escapar una risa divertido, con Magnus había ido todo tan rápido, pero no podía negar que los dos habían logrado llegar hasta donde estaban, sintiendo una atracción mutua, donde Alexander podía decir que era un amor a primera vista, pero ahora no podía decirlo, porque estaban en una situación tensa.

—Tú sirviente y Raphael aparecieron en la tienda, con una historia que no creí— respondió Magnus— lo entendí a los minutos.

—Creí que te gustaría— susurró Alec.

Magnus se alejó de donde estaba y se adentro un poco hasta apoyarse en la pared, donde la gente de afuera no le viera, Alec le siguió quedando frente.

—Me gusto, pero no quiero tus disculpas materiales.

Alec comenzó a negar.

—Es mi regalo de cumpleaños, el regalo que nunca te di.

Magnus suspiró mientras bajaba la vista.

—No lo quiero— dijo Magnus— no quiero esto, soy un chico de historias de cuento, sueño con una pareja, alguien que me salve y no llegue a mi fin, quiero a alguien que me ame y yo pueda devolverle el sentimiento, tú me estás lastimando.

Alec se alejó un poco.

—Soy alguien que se ilusiona rápido, si lo has notado, creí que cuando te hablé y comenzamos a coquetear podríamos conocernos, salir, descubrir que podríamos encontrar una solución a esto, ponerle un fin al reloj de nuestros año— siguió Magnus— pero sólo eso es una historia de princesas y príncipes en mi cabeza, nada más, tú eres mi amigo, alguien que recién conozco, toda esta situación debería esfumarse y ser así, compañeros de trabajo.

Cada palabra un golpe en el pecho de Alec.

— ¿Por qué sigues con esto? Estas es tu fiesta de compromiso, baja y disfrútalo.

Alec negó, se acercó.

— ¡Porque eres algo por lo que quiero luchar!— gritó Alec— en tu cara veo libertad, mi libertad, veo cariño, aceptación, veo a alguien distinto a mi pero tan igual en algún sentido. Porqué tú me quieres desde que me viste y yo también lo hice.

Magnus suspiró, dejando escapar el aire que al parecer retenía.

—Pero mírame, soy un tonto, porque jugué con alguien que me quiere y estoy a lado de alguien con quien me han obligado a casarme, solo para hacer feliz a mis padres.

El moreno se acercó hasta el, los dos quedando a centímetros.

— ¿Es verdad, me quieres?

—Sí, te quiero.

N/A: Solo venía a decirles que gracias por leer, amo sus comentarios y estoy agradecido con ustedes. Les Quiero.

Destinado. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora