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Sentía sus ojos picar, sus labios temblar, quería gritarle a Magnus, pedirle una explicación ¿Por qué estaba haciendo lo que hacía? ¿Por qué de tener tan poco tiempo de conocerse venía y se comportaba como un amigo a buscar explicación de todo lo que sucedía? No quería eso, lo hacía sentir mal, tener a un único amigo que solo le hacía preocupar por sus problemas.

Y no era solo un amigo, era una persona especial, no quería que estuviera pasando por esto, venir a hablar de sus problemas.

—Alexander, si crees que estoy preguntando algo que no quieres contestar, me lo dices— susurró Magnus— pero, por favor se sincero conmigo, solo quiero ayudarte.

El ojiazul asintió, dejó que sus manos se movieran inquietas, se sentía atrapado, acorralado por su compañero, y muy dentro de él exigía echar al muchacho por si alguien se dignaba a venir a su habitación.

— ¿Quién es Lidya?

El nombre que no debía nombrarse parecía un veneno cuando salió de los labios de Magnus, y Alec odio eso. Una persona debía ser amable, a pesar de tener una vida llena de dinero, de comodidades, de ser una mimada, tenía que tener un poco de amabilidad y razonamiento dentro de ella.

—Es la chica que han elegido mis padres para que me case.

Una chica con malos comportamientos, irrespetuosa, nada parecida a él.

— ¿La amas?

Claro que no ¿Cómo podría amar a alguien con un corazón tan negro? Que era capaz de lastimar con su palabra, que sus ojos estaban tapados sin ver a las persona a su alrededor, que era malvada.

—No— respondió Alec— no me gusta, no me gusta ella, no me gusta nada de nada.

"Me gustas tú."

Miraba sus ojos gatunos, les fascinaba, de un color amarillos verdosos que lo hacía suspirar, era el principal de sus sueños; sus labios carnosos y finos de un color rosados que sonreían para invitarlo a hablar, y un poco a provocar, le gustaba el, en su sentido extraño, pero le atraía.

— ¿Por qué no haces que te cambien de chica, una que sea mejor?

"Porque me gustan los hombres."

Sentía confianza con Magnus para contarle lo que sucedía, no podría enamorarse de ninguna chica, no podría estar tranquilo de su destino cuando sabía que sus gustos eran diferentes, no le gustaban las chicas.

—No puedo— susurró.

Haciendo que Magnus tirará sus manos hacia él, que tocará sus manos e hiciera recorrer un escalofrío por todo su cuerpo ¿Así se sentía estar enamorado?

—Si puedes— alentó Magnus— ¿Por qué no podrías?

Alec remojó sus labios y bajó la mirada, pero fue levantada por Magnus para así mirarse a los ojos.

—Dime, puedes confiar en mí.

—Me gustan los hombres.

Miró esperando una reacción en su compañero, algo de asombro, o que le dijera que necesitaba espacio. Pero...

— ¿Desde cuándo?

Comenzó a temblar, que podría decirle, le gustaban desde poca edad, pero nunca había demostrado aquello, lo tenía oculto de sus padres, de la sociedad.

—Desde niño.

— ¿Y yo te gusto?

Alec abrió los ojos asombrado, era la pregunta más indebida que le habían hecho, aunque no era tan indebida que digamos.

—Y-Yo...

La mano de Magnus subió por su brazo y Alec comenzó a perder la razón.

—Dime— susurró Magnus.

—Eres lindo, agradable— balbuceo Alec— y guapo.

Magnus dejó escapar una risa y sonrió acercándose más, Alec comenzó a sentirse transpirar.

— ¿Y te gustaría besarme?

No sabía que técnica estaba haciendo el moreno, pero lo tenía hechizado.

—S-si.

—Entonces hazlo— ánimo Magnus.

Juntando sus caras, pudiendo sentir como las dos respiraciones chocaban y Alec comenzaba a agitarse, Magnus era hermoso y provocativo ¿Hasta donde quería llegar? Alzó su mano y la llevó nervioso al cuello de Magnus, nunca había besado a nadie, pero tenerlo ahí sentía la seguridad para hacerlo.

—Alexander.

Con esa súplica el ojiazul perdió la razón, se tiró a esos labios delgados, el culpable de las provocaciones había sido Magnus, él no tenía la culpa, no se estaba sobrepasando porque su compañero le había suplicado por un beso. Sus labios comenzaron a tocarse, moviendo con rapidez, besos torpes por Alexander pero Magnus no le importó, le dirigió haciendo que sus besos fueran a otro nivel, sus lenguas jugando entre sí, recorriendo cada pared bucal, el moreno comenzó a hacerse hacia atrás para caer de espalda a la cama haciendo que Alec, nervioso pero sin sentido de razón se subiera encima, le siguiera besando con el mismo ritmo, y comenzará mover sus caderas para sacar esa cosquillas​ que se había implantado en su bajo vientre, los jadeos de Magnus llegaron a su oído.

¿Cómo podía sentirse tan excitado estando así?

Eso le daba un poco de paz, de libertad, estar besando los labios de ese muchacho, de estar en esa postura, de sentir aquella sensación a estar en un momento tan íntimo con Magnus.

Entonces la puerta se abrió y el momento se cortó, Alec asustado miró a la puerta viendo la cabeza de Simón y Merliot viéndolos asombrados y preocupados.

—Señor Alexander, Lidya viene a su habitación. — avisó Merliot.

La puerta se cerró y Alec se paró seguido de Magnus, el ojiazul se sentía nervioso, avergonzado por el momento, su seguridad se había acabado.

—Alexander.

Este no contesto, movió sus manos tratando de hacerlo callar, aunque dentro de él quería tirarse encima y besarlo hasta no poder más.

— ¿Me tiré muy rápido o no?

El ojiazul negó, se acercó hasta el moreno y le dejo un casto beso en sus labios.

—Debes irte, iré a hablarte, por favor— susurró Alec.

Miró la puerta que estaba siendo golpeada.

—Te esperaré.

Magnus se convirtió en su gato interno y se alejó, dejando una sensación de vacío en Alexander. La charla había sido bien particular.

Destinado. •Malec•Where stories live. Discover now