Capítulo setenta «sándwich»

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«♪»

El silencio se había instaurado con una desconfianza que abarcaba, incluso, los mismos alimentos que habían dejado de ser consumidos. TaeHyung miraba apacible al pálido frente a él que parecía estar ordenando todas las ideas que se enfrentaban en sus sienes. Comenzó a admirar el rostro del pálido con aquellas pequeñas marcas bajo sus ojos, el cabello desordenado —pues apenas se enteró de quién era él y tironeó su cabello con desesperación, se vio gracioso y lastimero al mismo tiempo—, lentamente miró la cajetilla semivacía en la mesa, raro, JiMin lo describía de una manera distinta, alguien más abierto, sonriente, tibio. El chico que se encontraba frente a él, si bien encajaba con la descripción física, parecía gris, frío, distante. Alguien que carecía de las emociones que a su primo tanto lo había fascinado. Lentamente estiró su mano hasta tomar una papa frita y comerla, el día comenzaba a pasar y él debía regresar, pues ni su madre ni su primo sabían que había viajado tanto para ir a ver al novio del último mencionado.

¿Cómo conociste a mi primo? —Preguntó rompiendo el hielo, ya había escuchado una versión, una que estaba llena de memorias exactas y tintes cálidos. Una que era tan calientita que sentía, podía escucharla con un té frío y la ventana abierta. Ahora, quería escuchar la versión del más pálido, quería saber cuál era su visión de todo lo que vivió.

Tae... —SeokJin suplicó, él sabía que no era un buen momento para YoonGi. Quizás JiMin recordaba todo con un amor sincero, simple, fácil, pero bien sabía que el mayor se podría torturar con recuerdos, con memorias exactas. Y lo que menos quería era ver a su amigo sufrir de aquella manera.

Quiero saberlo. —Refutó TaeHyung.

¿Cómo está? —YoonGi parecía haber ignorado todo.

¿Mh?

MinMi--... JiMin... ¿cómo está? —Preguntó nuevamente.

Oh, pues... bien, estaba un poco asustado cuando llegó. —Completó TaeHyung un poco extrañado.

Sus... muñecas. —Se acomodó mirando mejor al más joven de los presentes.

¿Qué? —TaeHyung tomó los hombros de YoonGi, SeokJin sonrió un poco porque aquella extrañeza de su primo seguía presente; ganar confianza demasiado rápido. Solía ser una persona en la que la confianza llegaba tan rápido y la manera en la que lo hacía era obvia, TaeHyung siempre alentaba a la confidencia cuando sonreía y bromeaba como amigos de años. Al parecer aquella cualidad lo había alentado a tomar los hombros del pálido desconocido— tranquilo... —o zarandeó tan lento que parecía un arrullo— hey... habla despacio.

Umh... —YoonGi carraspeó alejándose de las manos grandes del menor— es... bueno... tu tía... lo sostuvo muy fuerte. Sólo quería saber... si tuvo marcas... —YoonGi miró el café que se movía con oleadas tan tenues y suaves que sólo demostraba una pequeñísima distorsión en el reflejo del cielo que se mostraba oscuro por el mismo líquido— JiMin odia las marcas así.

TaeHyung miró el rostro del pálido con atención, ahora parecía estar frunciendo las cejas un poco, sólo un poco mientras sus labios se juntaban lo mínimo para hacer que las partes quebradizas de los mismos se movieran. Él —TaeHyung— adoraba eso, ver a las personas con detenimiento, le gustaba ver cada fracción del rostro cambiando, analizar cada músculo, pues con ello podía sentir que adivinaba los más íntimos pensamientos de aquellos que analizaba. La manía había nacido cuando su madre recordaba a su padre, aquellos días en los que despertaba en la madrugada —cerca de las cuatro o cinco— se levantaba sólo para mirar a la mujer que brindaba abrazos y besos, recargándose en la mesa ahogando sollozos. Desde ese día aprendió a diferenciar los tipos de hinchazones en los ojos, los tipos de ojeras, las sonrisas que podían ser falsas o verdaderas, aunque también había subcategorías: las sonrisas falsas que salían intentando animar, y las sonrisas verdaderas que se plasmaban con burla. Conocía de todo en la vida, había aprendido a leer incluso a aquellos que conocía recientemente, era bueno deduciendo qué profesor mentía y qué profesor decía la verdad... y, con base en ello, los trataba con más o menos amabilidad, no era grosero —no al menos desde su punto de vista— pero bien había aprendido que no era bueno fiarse de todas las personas todo el tiempo. Por ello mantuvo su distancia con YoonGi, pues los músculos en su cara parecían tensos, queriendo mantenerlos quietecitos, como una máscara que se aferraba a mantener con silicón frío, tanto como sus sentimientos parecían ser. Fue difícil leerlo en primer lugar, cuando llegó y lo saludó sin siquiera mirarlo, pues sus pestañas apenas se movían y sus pupilas seguían un camino recto, tanto como los párrafos de los libros que pretendía leer.

guardian angel ›› ymWhere stories live. Discover now